Japón es al kárate lo que Nueva Zelanda al rugby. Cualquier amante de las artes marciales quiere, al menos una vez en la vida, visitar la meca de su deporte y empaparse de su cultura. Para el Dojo (escuela) Müller, además, el país nipón se convirtió en un talismán el pasado mes de marzo. Allí, su sensei (maestro) Pablo Müller se proclamó subcampeón del mundo en la modalidad de kyokushinkai „los combates son continuos, sin interrupciones, y como en el boxeo se gana por decisión de los jueves o por KO„ y su senpai (mejor alumno) Víctor Quintero se convirtió en el primer gallego en aprobar el duro examen de cinturón negro. Doble valor para una plata con la que Müller no puede estar más satisfecho. "Cuando compites, siempre ganas si en lo que te fijas es en lo que estás aprendiendo", señala, "no quedé campeón pero me sentí muy bien conmigo mismo y todo el trabajo que había detrás".

Y fue mucho. Este venezolano de 37 años, afincado en A Coruña desde hace cinco, se preparó durante nueve meses con doble sesión de lunes a sábado y unas cuatro o cinco horas diarias. Le sirvió para llegar a Fukuoka y ganar sus tres primeros combates, el primero contra un representante local, el segundo frente a un ruso y por último, a otro deportista nipón. La final la perdió contra otro japonés por una decisión de tres a uno. Lo que no borró su sonrisa. "Mi maestro quiere que continúe, pero yo creo que a partir de ahora preferiré dedicarme a preparar a mis alumnos. Pero quién sabe. Ya hace tiempo que dije que lo iba a dejar... y aquí estoy", reflexiona.

Su primer éxito como maestro lo vivió también en Japón de la mano de su alumno Víctor Quintero, de 31 años, que superó unas pruebas muy duras, tanto técnicas como físicas. "Es un chico que sabe escuchar", le define, "y tiene mucha constancia", añade. "Hay que tenerla para llegar a ser el senpai del dojo", dice. "Un cinturón negro no es más que uno blanco con constancia', sentencia. Es algo que el kárate enseña y que después servirá para toda la vida. "Este deporte imprime disciplina y va forjando el carácter de los niños", agrega.

Poco a poco su dojo „situado en la calle José María Hernansáenz„ ha ido cogiendo fama. Cuando llegó a A Coruña desde Venezuela, Japón le nombró como representante oficial de kyokushinkai en España. Poco a poco, "aunque no fue fácil", fue ganando alumnos hasta los 30 con los que trabaja este año. Algunos con problemas, como dos casos de autismo y otro de síndrome de Asperger. "Les ayuda muchísimo y han mejorado también mucho. Con el kárate se centran y en el caso de los niños con autismo, drenan y canalizan mejor las emociones. No se frustran tanto", analiza. Superación. Constancia. Disciplina. Esfuerzo al máximo, Muchos valores por encima de la simple competición. "Nunca les obligo porque hay niños que no les gusta", asegura. Sin presión. Lo importante siempre es avanzar.