Adrián Candamio (A Coruña, 1996) es, con 38 goles en 24 partidos, el pichichi de la OK Plata. Eso le sirvió como trampolín. Se vuelve a ir del Liceo, a un proyecto con miras de OK Liga, pero lo hace como puente para volver algún día a triunfar en la que es su casa desde los cuatro años.

¿Cómo valora la temporada?

La valoración es buena. Las estadísticas, al final, nos dejan un poco más abajo en la clasificación de lo que queríamos. La primera parte de la temporada, con todo el equipo al completo, hicimos un gran papel al meternos en la Copa Princesa por méritos propios. Y después... cuando eres un filial sabes a lo que te expones. Si hay bajas en el primer equipo, la gente tiene que subir.

¿Para un delantero que vive del gol no hay mayor premio que el pichichi?

En Navidad, Andi (Colaianni, el entrenador) me dijo que tenía que ser pichichi sí o sí. Y le decía que estaba loco. Pero pasan las jornadas y ves que estás ahí y al final era un reto personal que tenía. Pero lo hubiese cambiado por ganar la Copa Princesa. En un deporte de equipo los premios individuales no son tan importantes como los colectivos. Es una espina que se me queda clavada, no haber podido ganar la Copa aquí en A Coruña con toda nuestra gente.

Hace dos años dejó un equipo de Primera para volver a Liga Gallega con el Liceo. ¿Fue muy arriesgado?

Todo el mundo me decía que daba un paso atrás, pero yo ya pensaba que a veces es mejor, para dar después dos hacia delante, que estancarte. El que no arriesga no gana y yo considero que tanto el año pasado como este en casa han sido los dos en los que más he disfrutado del hockey.

Como canterano, ¿es vital tener un filial en categoría nacional para que otros jugadores no tengan que marcharse como fue su caso?

En el club siempre se hablaba que era demasiado el salto que había que dar desde la autonómica a OK Liga. Yo lo viví y es complicado. Es una de las cosas que me propuse y por las que tomé la decisión de volver. Tanto por mí como por mis compañeros. Es bonito verles que han crecido desde abajo y que no han tenido que marcharse como yo. Es bonito jugar en casa a nivel nacional. Yo me voy, pero me voy dejando al equipo donde quería dejarlo.

¿Y por qué se va?

Me ofrecen un proyecto ambicioso, con gente joven con el objetivo de ascender a OK Liga. Además, en lo personal acabé de estudiar, me dan trabajo de lo mío... creo que es el momento de dar un cambio en mi vida en todo, no solo en el hockey.

¿Cree que la oportunidad de OK Liga no la iba a tener aquí?

Nunca se sabe. Este año he contado varias veces, pero para el que viene reestructuran la plantilla y mi nombre no salió. No es algo que me haga bajar los brazos. Al contrario. Me hace pensar y tomar una decisión para seguir creciendo. Me marcho pero sé que aquí se queda mi casa, que me recibirán con las puertas abiertas y ojalá pueda volver, pronto o tarde, y cumplir mi sueño que es jugar en el primer equipo del Liceo.

Como David Torres.

Exacto. Yo ya me fui un año fuera y me volvieron a llamar. Que me vaya ahora no significa que no vaya a acabar aquí. Ojalá no tarde en volver a la que es mi casa. Ya me fui con 19 al Cerceda y allí tuve la suerte de que Copa confiase en mí y fue un gran año.

¿Todavía tiene margen para crecer como jugador?

Soy un jugador que vive bastante del gol, pero desde que me fui al Cerceda cada entrenador me pide algo diferente y creo que este año ha sido en el que más he madurado en cuanto a tomar responsabilidades, a adaptarme a otro juego que no es el mío... he madurado mucho. Este año me ha servido para aprender que puedo hacer bastantes más cosas que meter goles.

¿Cuándo empezó a ser consciente de que iba a tener un futuro en el hockey?

Llevo jugando al hockey desde los cuatro años. César (Carballeira, jugador del Reus) y yo éramos los mejores de la escuela y nos metieron en el equipo. Con el paso del tiempo he tenido la suerte de haber jugador muchos Campeonatos de España, de haber quedado campeón de España tanto con el Liceo como con Galicia... y en mi cabeza siempre estaba ahí eso de hasta dónde podía llegar. Miraba a Jordi Bargalló o Pedro Gil, gente referente. Por suerte seguí creciendo y a partir de juveniles empecé a entrenar con el primer equipo del Liceo. Debuté con Carlos Gil, del que he aprendido mucho. Y también tuve la suerte de haber coincidido con Antonio Pérez...

¿Antonio?

Yo le llamo Antonio, que sé que le molesta (bromea).Toni (Pérez) es una persona que llevaré siempre en el corazón y que me ha ayudado mucho. Así que al final llegas y eso te hace pensar en todo lo de atrás y en toda la gente que te ha ayudado. Te da la satisfacción de que si has trabajado y has querido, todo es posible.

¿Nunca se desanimó al ver que a César se le abrían puertas que a usted no?

Sí que se podía pensar que era injusto, que siempre habíamos ido de la mano y que él estaba ahí (en la OK Liga) y yo no. Pero son dos puestos diferentes. Él defensa y yo delantero. Y al final son las necesidades del equipo. César tuvo la suerte de subir y saltar. Y si ahora está donde está es porque, como yo, sacrificó todo por el hockey. Le ha ido bien y yo creo que a mí también.

Ya estuvo un año en Cataluña. ¿Allí se vive el hockey de otra manera?

En Maçanet éramos el primer equipo del pueblo y la gente siempre venía a vernos. El pabellón estaba lleno. Aquí es una pena que el Palacio esté muchas veces vacío. Este año jugué un martes y debía de haber cien personas. Y se hace complicado. Parece que estamos entrenando. Hay que tomar medidas.

¿Qué se puede hacer?

Es complicado. No se puede comparar el Liceo con el Dépor, son dos dimensiones diferentes. Pero sí que es cierto que el Liceo como club ha ganado muchas cosas como para que la gente lo vaya a ver y a animar cada domingo. Desde 2011, en un partido contra el Reus que el Liceo se jugaba la liga, no he vuelto a ver el Palacio lleno. Solo cuando viene el Barça. Y es triste que tenga que venir el Barça para que haya ambiente. Hay otros partidos en los que te juegas lo mismo o más, y nada.