Carlos Arévalo (piragüismo), Julia Benedetti (skate), Jacobo Garrido (natación) y Alberto Seoane (tenis de mesa) son los cuatro deportistas coruñeses „además de la nadadora andaluza María de Valdés, que compite por el Club Natación Liceo„ que este verano tenían opciones de participar en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio 2020. Los cuatro ya eran partidarios del aplazamiento que ayer el Comité Olímpico Internacional y Japón acordaron y ahora dicen sentir cierto alivio. Desde el confinamiento, llevaban una semana intentando mantenerse en forma como podían, aunque con diferente suerte entre los dos que viven en una casa con jardín „Benedetti y Garrido„ y los que están encerrados en un piso „Seoane y Arévalo„. Tokio les espera en julio de 2021, pero tendrán que volver a empezar de cero y todavía siguen sumergidos en la incertidumbre, sin un objetivo a la vista, sin criterios de clasificación y preguntándose qué pasará con las becas, ya que este año nadie ha podido cumplir con los resultados exigidos. "La salud es lo más importante", señala Jacobo Garrido. "Yo quería que se hicieran, pero no puedo hacer nada", indica Julia Benedetti. "Tenían que aplazarlos un año. Mantenerlos tal y como estaban era casi imposible", añade Alberto Seoane. "Yo no voy a decir si tenían que hacerlos o no, lo que recomendaran las autoridades sanitarias, pero para los que no podemos seguir entrenando, es un alivio", concluye Carlos Arévalo.

Los cuatro estaban en situaciones muy diferentes. Jacobo Garrido y Julia Benedetti son de los privilegiados que cuentan a su disposición con un jardín. Además, al nadador, campeón del mundo el pasado verano de 400 metros libres, el Comité Paralímpico Español le consiguió un ergómetro y otro material para ayudarle a suplir la insustituible piscina. La skater, también con casa en el campo, incluso posee una pequeña rampa en la que entrenar, aunque no sea del mismo tamaño que las del centro en el que habitualmente se ejercita. Carlos Arévalo y Alberto Seoane no tienen tanta suerte. Ambos pasan la cuarentena en un piso, el primero en Gijón y el segundo en A Coruña. Unos metros cuadrados que no pueden dar más de sí. El piragüista dispone de una bici estática y de un ergómetro. El jugador de tenis de mesa espera también por una bici estática que el Comité Paralímpico Español le va a hacer llegar, vital para que su rodilla continúe recuperándose ya que acaba de salir de una lesión y no le conviene frenar en seco. "En casa solo tenía un banco de abdominales de hace mucho tiempo y una pesa de cinco kilos", dice y bromea con que muchos se están buscando la vida a lo MacGyver.

Esa desigualdad era uno de los principios, además de la seguridad, que alegaban la mayoría de los que solicitaban el aplazamiento de los Juegos Olímpicos. Cada vez más voces a las que no quedó más remedio que escuchar. No es lo mismo un nadador, por ejemplo, que sin piscina es muy difícil que pueda mantener sus rutinas y que en poco tiempo fuera de su medio puede perder las sensaciones que le ha costado meses ganar. O un corredor que con una cinta en casa le es más fácil simular un entrenamiento normal. "Lo lógico es que se retrasasen. Estos quince días va a costar mucho recuperarlos y no estamos en igualdad de condiciones", dice Jacobo Garrido, ya con mínima para participar en Tokio. "Mantenerlos, tal y como están las cosas, era casi imposible. No todos los países estamos en las mismas condiciones. Además no solo es coger e ir. Los torneos clasificatorios se han suspendido muchos", responde por su parte Alberto Seoane, que ya estuvo en Rio 2016, de donde regresó con dos diplomas, uno individual y otro por equipos.

Es su caso, que se encontraba inmerso en la lucha por la clasificación para lo que solo tenía que ascender un puesto en el ranking mundial de su categoría. De hecho, jugó el último torneo el pasado día 8 „ganó la medalla de bronce„. También el de Julia Benedetti y Carlos Arévalo. Para ella, de 16 años y que mantenía las esperanzas de poder ir a los Juegos este verano „no compartidas con sus padres, preocupados por la situación„ se han suspendido la mayoría de las pruebas puntuables, que eran en Perú y en China. Se mantiene la de Estados Unidos, aunque no cree que por mucho tiempo. Ahora tendrán que volver a redefinirse los criterios de clasificación. En su categoría va por ranking y de momento la joven coruñesa ocupaba uno de los puestos que daban billete para la cita olímpica, por lo que continúa con sus opciones intactas de ser una de las elegidas el que año que viene.

Para el piragüista se complican otra vez las cosas. Inmerso en un proceso de selección interno, ya de por sí enrevesado, para el K4 500, con el que fue subcampeón del mundo el año pasado, todo ha quedado paralizado. El barco, con solo cuatro plazas, tiene seis aspirantes. La tensión a la que habían estado sometidos durante los últimos meses había sido enorme y el pasado fin de semana tenía que haberse disputado el selectivo. Ahora es cuestión de replantearse objetivos y otra vez empezar de cero.

Mucha incertidumbre a la que se añade la situación de no poder entrenar, para lo que continúan pidiendo permisos especiales para deportistas de elite, como sucede en Italia o Francia. "Me gustaría porque yo sin la piscina poco puedo hacer. Pero siempre que se pueda. Lo primero es la salud", insiste Garrido. "A nosotros es fácil coger a cinco y aislarnos", propone Arévalo. Tiene una opinión parecida Seoane. "El CSD tenía que poder ir estudiando caso por caso e ir dando permisos justificados. Se siguen haciendo obras, ¿son necesarias? ¿Por qué esa gente puede trabajar y no los deportistas? Nosotros estamos dando ejemplo y seguro que seguiríamos dándolo", sostiene.