En las últimas semanas hemos escuchado muchas veces que al coronavirus lo pararemos unidos. Y de victorias en equipo pocos más saben que los deportistas. A algunos de ellos, además, la lucha les pilla en primera línea de batalla. Es el caso de Julia Cabanas, jugadora de hockey sobre patines en el Borbolla; de Marina Feijoo, base del Maristas de baloncesto; de Sara Amarelle, que durante muchos años estuvo en el Zalaeta de voleibol; y de Paula Lema, árbitra nacional de baloncesto y también exjugadora. Las cuatro son enfermeras y han aparcado temporalmente sus equipaciones para poner su grano de arena. Desde diferentes ramas, una en urgencias, otra en salud mental y la tercera en una planta Covid-19, solo Lema se encuentra esperando la llamada para reincorporarse, aunque no a su puesto habitual en el quirófano: "Estuve en la Copa de la Reina y varias personas dieron positivo. Yo tuve que hacer cuarentena y encima tuve síntomas: fiebre, pérdida del gusto y dolor de cuerpo durante dos días, pero me hicieron la prueba y di negativo, así que deseando ayudar".

Las cuatro coinciden en el que el deporte les ha ayudado en sus trabajos, sobre todo porque saben lo que es trabajar en equipo y estar pendiente del resto de compañeros. "En salud las victorias siempre son en equipo y en este caso más. Aprovecho para dar las gracias a la gente que se queda en casa porque nos están ayudando mucho. Y también para pedir que se haga conciencia porque estos días se están utilizando los servicios de urgencias para lo que realmente son, así que espero que cuando todo esto pase siga esta tendencia", analiza Cabanas. "La sensación de equipo ya la tenemos del deporte", dice Feijoo, "y esta también será una victoria de equipo con todos los que se quedan en casa", añade. "O nos concienciamos todos... o nada", aporta Lema. "Estoy segura de que si todo el mundo pone de su parte, se cumplen las medidas y nos quedamos en casa, lo conseguiremos", dice Amarelle.

La palabra clave en sus discursos es "ayudar". "Es lo que más me gusta hacer", confirma la jugadora del Borbolla. A Julia le tocó familiarizarse con la profesión desde pequeña. "Experiencias personales me llevaron a pasar mucho tiempo en hospitales, en concreto con mi padre, y ahí me enamoré de la enfermería", recuerda. Pasaron los años y ahora es ella la que lleva la bata blanca después de sacarse la carrera mientras seguía jugando en el Borbolla, incluso cuando el equipo de Monte Alto debutó en la OK Liga. Desde hace dos meses se encuentra en el servicio de Urgencias del CHUS en Santiago, donde le ha pillado la explosión de la pandemia. "Estos días están siendo un estrés psicológico constante", relata, "no por la carga de trabajo en sí, que también, sino por no saber qué nos vamos a encontrar cada día". "Además se pasa mal sabiendo que luego tienes que volver a casa con tu familia y que los puedes contagiar, sobre todo compañeros que son padres, esos sufren mucho y lo vemos", añade.

Marina Feijoo tiene otra especialidad, la salud mental, y se encarga de cuidar a uno de los colectivos más vulnerables en un centro de Chapela. En su caso, también compaginó como pudo los estudios y el baloncesto. Incluso su elección de trabajo estuvo influenciada por el deporte, buscando uno que le permitiese acudir a los partidos mientras durante la semana sigue entrenando con un equipo masculino de Vigo. En su centro, pacientes sanos conviven con los que han dado positivo y hay que intentar que entiendan la situación siguiendo con sus rutinas. No es fácil, pero su vocación es "ayudar" y más que miedo a contagiarse, los temores van enfocados a cuando llega a casa: "Vivo con una familiar que está embarazada".

Sara Amarelle también emplea la palabra "ayudar". "Desde pequeña me gustó todo lo relacionado con el ámbito sanitario, sobre todo ayudar y cuidar a los demás, por eso terminé decantándome por la enfermería", dice y recuerda que compaginar la carrera con el deporte le fue complicado los tres primeros años, ya que estudiaba en Ferrol hasta el jueves y regresaba el fin de semana a A Coruña para jugar. Una lesión de rodilla, las prácticas ya en la ciudad y la recuperación le permitieron llevarlo mejor. Ahora, como trabajadora eventual del Sergas, cambia de servicio constantemente, pero desde el inicio de la crisis está asignada a una de las plantas Covid-19 del Chuac. "Están siendo días muy difíciles y de mucho trabajo", admite, "es muy duro ver cómo hay gente que no se puede despedir de sus seres queridos, por eso todo el personal intentamos hacer lo posible para que no se sientan solos y que de una manera u otra reciban ese cariño que necesitan".

También a una planta Covid-19 puede ir destinada Paula Lema, a la que de momento todavía no le ha tocado enfrentarse al problema: "Yo quiero ir, a mis padres no es que les haga mucha gracia. Del Sergas ya me han llamado para preguntarme la disponibilidad y espero empezar pronto". Ya sabe lo que es estar en cuarentena. "Y me puse seria y la hice de forma muy estricta, no sacaba ni al perro ni a bajar la basura", asegura. Pasados 20 días, dio negativo y se declara preparada para volver a la enfermería, que este año había dejado de lado para volcarse en el arbitraje, aunque bromea con que todavía no le ha dado tiempo a hacer todo lo que se había propuesto para el confinamiento.