El miércoles la NBA se tambaleaba. Varios equipos estaban dispuestos a cancelar la temporada y dejar a la organización sin play off como reacción una vez más a la violencia policial con los negros. Los Lakers, con LeBron James a la cabeza, y los Clippers estaban al frente de la revuelta. Según publica la ESPN, Michael Jordan, dueño de los Charlotte Hornets y responsable de las relaciones entre la patronal y los jugadores, fue clave para evitar que la situación se desbordara.

Jordan fue el puente que unió los dos bandos, el de los jugadores, que reclamaban más implicación en la lucha por la justicia social, y el de los propietarios, que el jueves se reunieron para debatir hasta dónde estaban dispuestos a llegar. Antes de ese encuentro, Jordan habló con Chris Paul, presidente del sindicato, y Russell Westbrook para tener una postura que poner sobre la mesa.

Los propietarios reclamaban seguir adelante por dos razones: porque entienden que la liga es la mejor plataforma para amplificar las voces de los jugadores y los entrenadores, pero también porque cancelar el curso supondría pérdidas multimillonarias. A cambio, y ahí fue clave Jordan, debían implicarse más en la lucha contra el racismo sistémico que aún plaga Estados Unidos. "Estoy en esta llamada no como propietario, no como exjugador, sino como hombre negro", dijo, según NBA TV. Al final, su figura fue clave para frenar la revuelta.