Está a punto de cumplir 36 años y tiene un palmarés en el que no llegan los dedos de las dos manos para contar el número de títulos. Pero Jordi Adroher (Ribas de Frese, Girona, 1984) empieza de cero en el Liceo, donde quiere sentirse útil y demostrar que es un jugador que aún tiene mucho que aportar sobre los patines. Nuevos colores, compañeros, entrenador, equipo, ciudad... En definitiva, nueva vida teñida de verde dejando atrás el rojo que le acompañó durante cinco años en el Benfica, el último ya apenas sin protagonismo. Un mes le ha bastado para ir poco a poco acostumbrándose a los ritmos de una A Coruña que le ha sorprendido por el calor, aunque la última semana le tocara por fin conocer la lluvia.

"Todo el mundo me decía que era una ciudad con muy buena calidad de vida, que tenía de todo y que era ideal para vivir. Lo estoy comprobando", dice. De momento, A Coruña le ha dado suerte. En sus visitas anteriores, levantó dos títulos, la Copa del Rey de 2009, todavía en las filas del Vic. Y el oro en el Campeonato de Europa de 2018 con la selección española. "No hay dos sin tres", avisa, "espero que el tercero sea también en casa".

En la semana del estreno en competición oficial, con el sábado, día de la visita a Igualada para la primera jornada de la OK Liga, ya a la vuelta de la esquina, está recuperado de los problemas físicos que le impidieron jugar todos los minutos que le hubiesen gustado en los partidos de pretemporada. La adaptación, no obstante, no parece que vaya a ser un problema. Dice que se encontró con "un equipo con muchas ganas, joven, con muchas capacidad de trabajo y con mucha ambición". Por eso es "muy fácil" adaptarse al grupo, tanto por los compañeros como por los entrenadores.

La mano de Juan Copa le beneficia. "Es un estilo de juego muy atractivo para el jugador pero también para el público porque es muy ofensivo. El Liceo siempre se ha caracterizado por tener un hockey muy vistoso", define. En ese aspecto, es algo más parecido a lo que se ha encontrado en su etapa en Portugal tras la que, confiesa entre risas, se le "ha olvidado un poco defender". "Es un poco diferente porque allí prima más el ataque y aquí es un hockey más pensado, más táctico. Me tengo que adaptar un poco más", reconoce.

Es un tipo sonriente, en general. Solo se le tensa un poco el rostro cuando se le pregunta qué pasó el año pasado, cuando Alejandro Domínguez llegó incluso a dejarle en la grada. "Pasé cinco años muy buenos, con momentos mejores y peores pero me quiero quedar con lo positivo, que fue mucho: lo que ganamos y lo que vivimos tanto en la pista como a nivel familiar", analiza. No entra ni aunque se le insista sobre lo incomprensible de la situación. "Es deporte. Pasan estas cosas. No hay que dar más explicaciones. Ahora estoy en una nueva etapa y la afronto con muchísima ilusión".

Su ilusión es directamente proporcional a la de los aficionados verdiblancos por su fichaje. Lástima que sea una temporada tan atípica. "Es una realidad a la que nos tenemos que adaptar todos. Hay muchas cosas que no podemos controlar y por esas no nos podemos preocupar. Nosotros nos tenemos que centrar en entrenar para estar preparados para competir cuando nos digan. Va a ser así para todos, así que adaptarse y competir", señala. Para el Liceo la exigencia volverá a ser máxima: "Todos los años el objetivo es competir por todo. Y este va a ser igual".