De Alves a Alba. De lateral a lateral. De la pierna derecha del brasileño a la zurda de Jordi Alba para meter al Barça en el último suspiro en la Champions de la próxima temporada. Un golazo para enterrar una noche en la que se destaparon todos los fantasmas para un equipo que vivió bajo la contradicción. Fue un mal partido resuelto por ese fenomenal disparo del lateral izquierdo, festejado como si fuera un gol que daba un título.

Agonizaba el partido, ya en el tiempo añadido, cuando Adama asistió de tacón para Alves, quien detectó en la otra punta la incorporación de Alba, quien se inventó un tiro que sacudió la red del Betis destapando escenas de euforia necesitados como estaban los jugadores de festejar algo. Está en la Champions y ahora el objetivo es consolidar la segunda posición, que le abre la puerta de la Supercopa de España y, sobre todo, ocho millones de euros. Primero apareció Ansu, luego Jordi Alba para arreglar lo que habían estropeado previamente.

El partido empezó con el pasillo del Barça. Un pasillo liderado por Xavi, el primero que recibía junto a su once inicial a los jugadores del Betis. Un pasillo que tenía en el último lugar a Mateu Lahoz, el colegiado que no quería perderse ese acto de reconocimiento hacia el reciente campeón de la Copa del Rey. Resulta extraño que esté el entrenador, el primero que impulsó el gesto hacia los andaluces. Pero más extraño e insólito es ver al árbitro como si fuera uno más de los azulgranas. Completado el pasillo, el partido se puso en marcha. No había centro del campo. Iba y venía el balón sin pasar siquiera por el centro del campo empleando ambos equipos un modelo vertical que huía de la pausa y el sosiego provocando incertidumbre en Pellegrini y Xavi.

El Barça se iba desarmando. Sin chispa, sin juego, evaporado el efecto Dembélé, gaseoso al inicio, sin burbujas después. Pero era el único que lo intentaba porque no había ni rastro del centro del campo, mientras los laterales (Alves y Alba) no tenían peligro en ataque, además de que le castigaban, y con demasiada frecuencia, sus espaldas. Fueron ellos, curiosamente, quienes cambiaron la noche.