El Madrid goleó en el día más complicado. En el inicio de la nueva era. La del relevo generacional obligado por la marcha inesperada de Casemiro al United, lo que ha dejado al mediocampo huérfano de su custodio. Pero continua Luka Modric, y el croata apareció para desatascar el marcador y para hacer lo que mejor sabe, controlar el partido y mandar a sus compañeros, incluso en los momentos en el que los locales merecieron más.

Ancelotti apostó por blindar la medular incorporando un cuarto centrocampista y dejando un ataque asimétrico con Vinicius y Benzema. Valverde sumará pulmones al músculo de Tchouameni, que tomará la alternativa antes de los esperado para ejercer de escudero de Kroos y Modric.

En Balaídos, con Camavinga por el ausente Kroos, el Celta fue de salida a la yugular. Salió a apretar en la salida a Tchouameni y Camavinga, mucho mejor el segundo con balón, que tendrán una mili complicada sin Casemiro cerca. Los franceses sufrieron ante la presión celeste hasta que Alaba ordenó el tráfico. Además, los blancos se encontraron con un penalti tan involuntario como claro de Tapia al desviar un disparo en un córner. Benzema no perdonó y el Madrid se aflojó la corbata con la ventaja en el marcador.

Pero el fútbol es caprichoso y nueve minutos después se repetía la jugada en el área contraria. Un centro rematado por Paciencia tropezaba en la mano de Militão. Iago Aspas colocaba las tablas y confirmaba que sería un partido de digestión pesada para los blancos. Pudo romper la igualada Cervi con un disparo cruzado, pero lo hizo Modric tras clavar en la escuadra un derechazo que coronaba un eslalon del croata en la zona de tres cuartos. El Madrid tiraba de galones mientras sus meritorios iban acomodándose en la sala de máquinas. Y funcionó sincronizada para golear a un Celta que se fue diluyendo poco a poco. Hasta Hazard falló un penalti en el tramo final del encuentro.