Después de casi quedarme dormida en la sobremesa con el Barça-Noia —solo lo evitó la exhibición de Pol Manrubia—, el Liceo y el Reus jugaron un partido que hace afición: sin pausa, de portería a portería, genialidad pura a ambos lados de la pista. A los coruñeses les faltó calma y cabeza. Y les sobró Raúl Marín. Teniendo a este jugador delante no hay que dar ni una sola concesión a bola parada. Ya hace bastante daño como para regalarle más oportunidades con azules evitables. Solo queda dar la enhorabuena al Reus y que el equipo de Juan Copa, que una vez más demostró carácter al no darse por vencido, empiece a preparar la repetición del duelo en liga de la próxima semana. La derrota será positiva si le ha servido para tomar nota. Ya sabe lo que no tiene que hacer. La lucha continúa.