Con solo 23 años, después de ser una de las grandes promesas del voleibol español y todavía con una larga carrera por delante, Lydia Alonso (A Coruña, 1997) tiene que decir adiós de forma prematura porque una de sus rodillas ha dicho basta. Una decisión meditada, complicada pero valiente, buscando lo mejor para su presente y, sobre todo, para el día de mañana. “Yo no era consciente de que el estado de mi rodilla era tan malo”, reconoce. El deporte lo había sido todo hasta entonces, pero aunque a corto plazo el voleibol le permitió dedicarse a él sin la necesidad de compatibilizarlo con un trabajo, siempre hay que tener un plan B. Ahora la coruñesa, en plena transición hacia su nueva vida, se forma y da los pasos necesarios para labrarse un futuro tan lleno de éxitos como lo fue su ya pasado sobre las pistas.

El deportista siempre sabe que su ciclo, antes o después, tendrá un final. Cuando este lo marca la edad, hay más tiempo para asumirlo. Pero cuando es abrupto, precipitado y forzado por factores como las lesiones, necesita un proceso. “Yo tenía pensado volver la temporada que viene”, dice sobre su marcha en octubre del Alcobendas, equipo con el que había iniciado la campaña en la Superliga. “Quería hacerme pruebas para intentar mejorar mi condición física y aliviar el dolor. Pero los resultados no fueron nada positivos y volver a entrenar sería muy perjudicial. El tratamiento que busco es ya más para hacer vida normal”, añade. Lo que la llevó, unos meses después, a anunciar su retirada. “Ya lo he asimilado, no ha sido fácil, pero es lo mejor para mí. Me ha dado mucha pena, pero intento no pensar en ello”, resume.

Con 192 centímetros de estatura, Alonso parecía perfecta para el baloncesto, pero donde encontró la felicidad fue en el voleibol, otro deporte para el que la altura es fundamental. “No estaba a gusto en el baloncesto y necesitaba un cambio y la verdad es que desde el primer entrenamiento de voleibol me acogieron tan bien que me enamoré muy rápido, también por el compañerismo y la confianza que nos transmitían. Además era mi vía de escape, mi forma de desconectar de lo malo”, recuerda. Formada en Oleiros, pasó al Zalaeta, donde empezó a destacar en Superliga 2 y fue internacional. Eso le abrió muchas puertas, con muchas ofertas de grandes equipos que mostraron su interés por ella. Era el momento de volar y luchar por sus sueños.

“Yo quería llegar lo más lejos posible, alcanzar el máximo nivel y estaba muy motivada para irme. Tenía varias opciones y no fue fácil escoger, tenía 17 años y el hecho de tener que tomar una decisión tan importante fue complicado”, reconoce. Y se decantó por Bélgica para enrolarse en el Charleroi. “Era una oportunidad muy buena, las cosas no salieron como esperaba, pero la experiencia me aportó mucho”, valora. Volvió a España para fichar por el Haris, con el que ganó la Supercopa de España y la Copa de la Reina. Y después recaló en el IBSA, también canario. “Escoger el mejor momento es difícil, pero una de las mejores experiencias fue jugar la Liga Europea, sobre todo el último año que estuve en Canarias. Fuimos a Turquía, que es una de las mejores ligas del mundo”, dice.

Pero poco a poco empezó a hacer mella un enemigo silencioso. “Fue un problema progresivo”, explica, “porque muchas veces los dolores se dejan pasar o no se les da importancia o no se intentar tratar lo suficiente, entonces eso conlleva a que progresivamente haya una mayor degeneración”. Un proceso en el que se sintió apoyada. “Los clubes hacen lo que pueden para cuidar y mantener a sus jugadoras, pero muchas veces los recursos no son suficientes para mantenernos al cien por cien”, incide. Así que lo importante es “ser mentalmente fuerte”, tanto para superar lesiones como el momento que le está tocando vivir a ella. Le tocó ver, además, cómo el equipo en el que había iniciado la liga, el Alcobendas, se proclamaba campeón de la Copa de la Reina: “Me alegré un montón por ellas, me hizo muy feliz verlas ganar, se lo merecían”, dice sin resentimientos. En la final había otras dos coruñesas y hasta seis juegan en la máxima categoría: “Aquí hay calidad. Pero claro... la situación es la que es, un deporte minoritario y de chicas. Los recursos son escasos”.