El equipo de HockeyGlobal, la plataforma coruñesa que emitirá la señal de la Liga Europea, ayer en el pabellón de Luso. | // MARÍA VARELA

La pandemia tristemente ha convertido en un hecho rutinario, que no anecdótico, el deporte en la intimidad de los pabellones, entre susurros, sin la vida y el ruido de la auténtica salsa de todos partidos y competiciones, más en las grandes ocasiones, que es el público, los aficionados. La Liga Europea de hockey sobre patines es una de ellas. Entre hoy y el domingo los nueve mejores equipos del Viejo Continente se reúnen en la pequeña localidad de Luso, en el municipio de Mealhada, famosa por su turismo termal y remanso de paz y tranquilidad, un búnker acorde a los tiempos del coronavirus e ideal para vivir en una burbuja. Los jugadores recorren a pie los cinco minutos que separan al hotel del pabellón. No hace falta acotar un pasillo de seguridad. Prácticamente no pasa nadie por la calle. A lo sumo algún gato. Casi están de incógnito. Gracias a que para dar testimonio de todo lo que pase en ella están las cámaras de HockeyGlobal. La plataforma coruñesa se encargará de suministrar la señal a las televisiones y emitirá, en abierto a través de sus canales online, todos los partidos para todo el planeta.

En la jornada previa a la acción, por momentos, de hecho, son los dueños del pabellón. Les lleva prácticamente toda la mañana y parte de la tarde montar el material, hacer las pruebas, disponer de las cámaras, ordenadores, cables y más cables, fibra y micrófonos con los que cada semana ya acercan a todos los rincones los partidos del Liceo. Pero se nota que no es un día más. Hoy será un gran día para ellos, pero también una gran prueba. Han desplazado a todo el equipo. Doce personas entre cámaras, técnicos, comentaristas y el todoterreno Sergio Tomé, que aunque no tenga a quien dirigirse hará de speaker para poner voz al silencio. Este organiza, graba, se desespera para conseguir mesas, no se despega del teléfono. Otros disponen kilómetros de alargadores alrededor de la pista, todo conectado a un súper ordenador central con Óscar Romay a los mandos. Carlos, Saúl, Javier, Jeni, Marta, Luis, Mónica, Carlos, María, Ana y Álex completan el grupo que se convertirá en los ojos del planeta sobre ruedas.

En el exterior del pabellón casi no se mueve una mosca, en esa calma tensa previa a todas las batallas. Calor pegajoso. Dicen que va a entrar una borrasca con tormentas para los días de la competición. Si llueve, que llueva, que podrían pensar los del Liceo, representante del orgullo gallego en todos los sentidos. Tampoco tienen mucho que hacer los protagonistas. Del hotel al pabellón y del pabellón al hotel. Los protocolos de seguridad son rigurosos. Durante las últimas semanas los equipos han tenido que pasar varios test. Otro a su llegada a Luso. Y otro por cada día de partido. De momento, pleno de negativos. Es una incógnita qué sucederá si aparece un positivo en alguna de las expediciones. Pero pocos quieren pensar en eso. Para todos es una victoria el simple hecho de estar aquí.

Pero el sistema de competición deja poco margen, sobre todo después de que la WSEurope no aceptara el formato de la EHCA —asociación de clubes independiente que es la que se ha dedicado a organizador la competición— con otra liguilla para elegir al mejor segundo clasificado. La brecha entre ambos organismos se hace cada día más profunda. En el centro de la pista, una pancarta de la federación continental. A cada lado, dos de la EHCA. Toda una declaración de intenciones en la escenificación de otra gran batalla.

El día previo se va quedando sin horas. Y sin luz. Las luces del pabellón se encienden y ya está todo colocado, esperando que mañana lleguen los protagonistas a estrenarlo y llenarlo del ruido inconfundible de las frenadas de los patines y los sticks chocando con la bola. Las hay nuevas, negras, relucientes, sin un solo arañazo y que David Torres prueba durante el entrenamiento del Liceo. No, el coronavirus hay cosas que todavía no ha podido robar. Aquí, la resistencia.