Antes de que las medallas olímpicas vuelvan a caer en el olvido durante cuatro años, tres en este caso porque París 2024 está ya a la vuelta de la esquina, hay deportes que, tradicionalmente más en un segundo (o tercer) plano, aprovechan el tirón, ese escaparate de quince días que ofrecen los Juegos Olímpicos. Aunque sean cada cuatro años, el trabajo que está detrás, en silencio, casi anónimo, y desde cada pequeña parte del planeta, es permanente. Cada día, un futuro campeón olímpico da sus primeros pasos, paladas, brazadas, saltos o patadas. Alguno podría ser de A Coruña. En la ciudad, la escalada, el taekwondo, la gimnasia, la vela, el piragüismo y el waterpolo, disciplinas en las que España ganó medallas en Tokio, intentan abrirse paso. Cada uno con sus problemas y circunstancias, pero también con sus beneficios y potencialidades. Para competir o por el simple hecho de hacer deporte, si se quiere seguir el camino abierto por Alberto Ginés, Adriana Cerezo, Rayderley Zapata, Nico Rodríguez, el coruñés Carlos Arévalo y las chicas de la selección española de waterpolo, estas son las opciones.

Equipos de competición del Náutico. | // VÍCTOR ECHAVE María Varelan

Escalada

Esta disciplina en auge tenía puestas sus esperanzas en el estreno en Tokio 2020 como un antes y un después en cuanto a popularidad. Un efecto que se ha multiplicado especialmente en España gracias al oro ganado por Alberto Ginés, ese niño con cara de no haber roto un plato. “Ya hemos notado que ha llamado mas gente que otros años y no de los más pequeños, más bien adolescentes”, indica Fausto Blanco, uno de los directivos de AMI, la Agrupación de Montañeros Independiente. En su rocódromo ya se inician a este deporte cerca de 120 niños. “Es muy bueno para ellos. A nivel físico es muy completo: fuerza, flexibilidad, equilibro, percepción del peso corporal... pero es casi más importante a nivel mental. Como hay ciertos riesgos, maduran y se vuelven más responsables para asumir esos miedos con seguridad”, afirma. En AMI hacen un par de jornadas de puertas abiertas al año, también acuden a los institutos a dar a conocer su actividad, pero cualquiera que quiera probar se puede acercar y ver cómo se estructuran las clases. “Los precios son asequibles, aunque varían según el número de días que se quiera ir. Normalmente en el club prestamos todo el material y según se va avanzando y teniendo claro que es este deporte el que se quiere hacer, ya van comprando poco a poco todo lo que necesiten”, aporta. Hangar 4 y Ártabros son otras de las opciones disponibles.

Deportistas de alta competición del Dobok. | // VÍCTOR ECHAVE María Varelan

Taekwondo

Adriana Cerezo es el ejemplo del trabajo y del esfuerzo, pero también que desde un club pequeño, haciendo las cosas bien, se puede llegar hasta una plata olímpica”, reflexiona Meri Suárez, directora del Dobok. En su escuela, situada en Matogrande, hay 200 alumnos y prácticamente la mitad son mujeres. “No trabajamos con colegios ni con escuelas municipales. Tenemos abierta la incorporación de gente todo el año, pero algunos grupos en septiembre ya se llenan”, explica. “En cuanto a precio, es asequible, no se puede comparar con una escuela municipal pero tampoco con un entrenador personal, creo que para la calidad-precio está muy bien porque a largo plazo, nosotros invertimos mucho tiempo y mano de obra cualificada en formar al niño”, añade. Suelen empezar desde los 4 o 5 años, solo un día a la semana. “Queremos que sea como un premio, por eso lo ponemos los viernes”. Y después a los 6 ya suben a dos sesiones y con contenidos más completos. “Pero si empiezas a los 10 o a los 12, debes empezar también por abajo, sin saltarte etapas”, apunta. Para Suárez, el taekwondo “marca el carácter y la personalidad y transmite fortaleza”. “Te ayuda a identificar situaciones de peligro, evitando malos hábitos y sabiendo cómo reaccionar a situaciones de riesgo, y se pierde el miedo al contacto, que ahora los niños crecen entre algodones”, continúa y bromea: “Y tranquilos los padres, nadie que haga taekwondo va dando patadas en el colegio”. La oferta en la ciudad es amplia. En artes marciales y deportes de contacto en general —en Tokio el kárate dio dos medallas, un oro de Sandra Sánchez y una plata de Damián Quintero, pero ya no seguirá siendo olímpico, por lo menos en los próximos Juegos de París 2024—. Están el Gimnasio Garrapucho, Judo Club Coruña, UDC, Shiai, Hércules... prácticamente en cada gimnasio existe la opción de apuntarse para probar, tanto para niños como para adultos.

Parte de los deportistas del Club As Xubias. | // VÍCTOR ECHAVE María Varelan

Gimnasia

Los saltos de Ray Zapata y su historia de superación seguro que fueron una inspiración para muchos niños. Pero “ahora mismo, con la desaparición del UDC”, dice Fon García Galán, entrenador del Tempo, “somos el único club de Galicia con gimnasia artística masculina”. Actualmente ya tienen sobre unos 50 ó 60 niños, 200 en total del club. “Perdimos un poco con la pandemia porque ya estábamos sobre los 300”. Ayer se abrió el proceso de reserva de plaza para los que quieran entrar nuevos. “Los niños empiezan en nivel de iniciación y en función de su evolución, que depende de actitud y capacidades, van progresando. Pero es un deporte que requiere mucha dedicación y esfuerzo. Necesitas fuerza, flexibilidad, coordinación, y a la vez, la técnica específica de cada uno de los seis aparatos. Hay niños que estrenan hasta seis días a la semana. Pero no se empieza de 0 a 100. Va surgiendo”, explica. A nivel físico son muchas las ventajas. “Pero también ayuda a superar miedos y se aprende de primera mano el valor del esfuerzo, lo que llevan a su vida personal”. El Tempo es también el único club con instalación propia, en Arteixo, y los precios pueden variar entre los 35 a los 80 euros en función de los días de entrenamiento. “Normalmente notamos el tirón de los Juegos. Y con todo lo que pasó con Simone Biles creo que la gimnasia tuvo mucha visibilidad”, analiza. El formulario de inscripción incluye una clase gratuita. El Ximnasia Coruña es otra opción en la ciudad.

Gimnastas del Club Tempo. | // VÍCTOR ECHAVE María Varelan

Vela

“¿Por qué en Suiza todos los niños saben esquiar y aquí casi ninguno sabe nadar, andar en piragua o navegar? Porque vivimos de espaldas al mar”, reflexiona Chuco Pérez-Lafuente, responsable de la Escuela de vela del Real Club Náutico de A Coruña, que cuenta con unos 50-60 optimist (primer barco de competición), 110 niños y que durante el verano acogió a una media de 80 menores al día. “Nosotros más que del tirón de los Juegos —ni siquiera tras tener a una campeona olímpica como Sofía Toro en 2012—, vivimos del tirón del verano, los niños que enganchamos para el invierno”, comenta. Los cursos están abiertos a todo el mundo, socios o no socios. Y no solo para aquellos que quieran competir, para seguir los éxitos como el que en Tokio lograron Jordi Xammar y el vigués Nico Rodríguez, sino para los que simplemente quieren aprender a navegar. Lo que rompe con uno de los mitos que rodean a esta disciplina: la exclusividad. “No nos damos quitado ese sambenito que nos perjudica mucho. La vela es accesible para todo el mundo. La escuela proporciona todo el material y después facilitamos las inversiones”, indica y pone de ejemplos a otras comunidades que han comenzado a incluir la vela en el programa escolar: “Ya no hace falta irse a Francia o Gran Bretaña. Ya lo hacen en Cataluña, Baleares, Valencia o Canarias. También sería todo más fácil si los cursos fueran municipales”. Porque los beneficios de la vela “son todos”. Un deporte muy completo a nivel físico y que también es un reto mentalmente. “Además se hace en un entorno natural y se aprende respeto por el mar y el medio ambiente”, concluye.

Jugadoras coruñesas con el Club Waterpolo Santiago. | // LA OPINIÓN María Varelan

Piragüismo

Chuco Pérez también indica que uno de los problemas de las ciudades es que “no tienen salida al mar”. Y es algo que comparten con el piragüismo. La coruñesa Sociedad Deportiva As Xubias compite a nivel gallego contra otros núcleos con más tradición. “A veces cuando vamos por ahí me pregunto cómo lo hacen”, confiesa Ruth Arrojo, presidenta, que también reconoce que les cuesta conseguir niños, con unas cien licencias en el club en la actualidad. Y eso que el piragüismo es uno de los deportes que más medallas aporta al deporte español, en Tokio incluso se vivió un triunfo local con la plata del betanceiro Carlos Arévalo con el K4. “Es algo que pasa cada cuatro años y después se olvida...”, lanza Arrojo, “y tampoco podemos tener muchas solicitudes porque después no tenemos dónde meterlos”. Es uno de los principales hándicaps que se encuentra el club: unas instalaciones precarias. “El Concello nos ha escuchado y sé que nos tienen muy presentes, pero me gustaría que todo pudiera ir un poco más rápido. Ahora se están encargando del mantenimiento, pero seguimos sin luz y con unos vestuarios muy pequeños”, apunta. Otro inconveniente es que no existe transporte público hasta la playa de Oza, donde desarrollan su actividad. “En Miño, Cabanas, Betanzos, localidades cercanas en las que el piragüismo está creciendo, los niños tienen el club prácticamente al lado de sus casas”, expone. Los próximos 1, 2 y 3 de septiembre llevarán a cabo unas jornadas de puertas abiertas para niños y niñas nacidos entre el 2008 y el 2013. El único requisito es saber nadar. “Los niños entran a través de campamentos o de las jornadas de puertas abiertas porque necesitamos que tengan unos conocimientos básicos. Pero con los niños es increíble, bajan un par de días y ya lo han pillado. Y en seis meses ya pueden estar compitiendo”, explica. Y no es un deporte caro. “La cuota anual es de 30 euros y la mensual, de 15”, afirma, “y el club presta todo el material”. Para Arrojo, el piragüismo es muy “beneficioso” para los niños porque les ayuda a relacionarse y centrarse y, además, es al aire libre. “Con los tiempos que corren, eso da seguridad a los padres y es cierto que en los últimos meses hemos duplicado el número de niños. Sería más fácil que se quedaran si tuviéramos mejores instalaciones”, finaliza.

Waterpolo

El waterpolo, entre comillas, molesta. Es un deporte que, para su práctica y entrenamiento correctos, necesita tener toda la piscina —y no una cualquiera, ya que tiene que tener la profundidad suficiente como para no hacer pie— a su disposición. Y con la ley de la oferta y la demanda, es casi imposible que un equipo disponga de todas las horas que necesita. Un problema que agigantó la pandemia, con sus límites de aforo. Esta disciplina sobrevive a duras penas en la ciudad. Las únicas ocho jugadoras absolutas del CW Rías Altas Coruña disputaron la Liga Gallega —ganándola— con el equipo de Santiago, a donde tuvieron que ir a entrenar todo el curso pasado. Y el número de niñas que practican este deporte en la ciudad se cuenta casi con los dedos de las dos manos. Los chicos también tuvieron que emigrar, en su caso a Ferrol. Hay dos clubes principales en la ciudad (el mencionado y la Asociación Coruñesa). Solo una piscina con las características necesarias, la de INEF en Bastiagueiro. Y mil peleas por los horarios. Los éxitos en los Juegos, con la plata del equipo femenino y el cuarto puesto del masculino, además de la progresiva relajación de los protocolos COVID, abren un escenario esperanzador. “Para venir, necesitamos que sean niñas que sepan nadar. Si han hecho natación mejor, y si han competido en natación y en deportes de equipo, lo mejor de lo mejor”, indica Marcos Patiño, entrenador del CW Coruña. “Las mayores siempre acogemos a las pequeñas y les enseñamos”, aporta Laura Dorado, una de las veteranas. La situación no es buena, pero quitando Cataluña, Valencia, Euskadi y Madrid, muy similar al resto de comunidades. Un necesario empujón para el que los Juegos Olímpicos puede ser determinante.