En 1993, en la ciudad italiana de Perugia, el baloncesto español conquistó su primer título. Nunca antes una selección nacional se había colgado el oro en un gran torneo. Había caído un muro. Aquella victoria de la absoluta femenina en el Europeo fue obra de un equipo de pioneras y fruto de un profundo trabajo. Entre los artífices estuvo la coruñesa Ángela Rodríguez, exentrenadora del histórico Autopistas Compañía de María, e integrante del cuerpo técnico que encabezaba Manolo Coloma.

Aquel grupo recibirá mañana en Sevilla el reconocimiento de la Federación Española de Baloncesto (FEB), que inaugurará su Hall of fame particular. Junto al equipo del que formó parte Ángela estarán otros nombres ilustres como Pedro Ferrándiz, Antonio Díaz-Miguel, María Planas, Juan Carlos Navarro, Amaya Valdemoro, Juan Antonio San Epifanio, Fernando Martín, Juan Antonio Corbalán o el periodista Andrés Montes.

Sus éxitos en el Autopistas Compañía de María llamaron la atención de la Federación, que la reclutó para formar parte del cuerpo técnico de Manolo Coloma que afrontaría aquel torneo. “Estábamos en División de Honor e hicimos una campaña fantástica para el presupuesto que teníamos, por eso me llaman de la Federación”, recuerda Ángela Rodríguez. “Fue como un culmen a mis años de jugadora y entrenadora. Además fue una experiencia muy buena y me quedó la fama de la gallega que trajo la suerte”, bromea.

Aquel título fue el premio a un proyecto a largo plazo que la Federación impulsó varios años antes y que empezó a cristalizar en los Juegos de Barcelona 92. “España había empezado a despuntar después del proyecto Siglo XXI para el contacto y el seguimiento de jugadoras. Fue la culminación a ese trabajo, pero hasta ese momento nunca se había llegado a la final ni siquiera”, explica Ángela.

La selección femenina finalizaría en un meritorio quinto puesto los Juegos de Barcelona, pero para el Europeo del año siguiente las expectativas se elevaron. “Fue la época de Marina Ferragut, Blanca Ares... muy buenas jugadoras”, expone Ángela sobre aquel grupo.

España terminaría de dar el salto a la elite europea gracias al trabajo de los años previos y a la dedicación de jugadoras y cuerpo técnico durante aquel torneo. La tarea de Ángela fue la efectuar el trabajo de seguimiento de los rivales, el imprescindible scouting de hoy en día. Por entonces, sin embargo, no era la labor sofisticada de ahora, sino una tarea casi artesanal. “Recuerdo quedarme hasta las tantas de la noche visionando partidos para detallar porcentajes de acierto y fallo de cada jugadora en cada puesto, hacia dónde movía primero el pie, para dónde hacían la finta... Yo se lo contaba al entrenador y a partir de ahí montábamos la táctica defensiva”, recuerda Rodríguez.

Su análisis minucioso lo aprovecharía al máximo el equipo español en el juego defensivo, destacado en las crónicas del torneo. “Había mucho trabajo detrás, si no sabes que una jugadora casi siempre hace la finta hacia el mismo lado no puedes hacer la defensa que hacíamos. Nos anticipábamos a lo que iba a pensar la jugadora cuando iba a recibir el balón”, reflexiona. “Ahora está sobre todo mucho más informatizado, yo me volvía loca visionando los partidos. Ahora le das a una tecla y te aparece todo”, añade.

Aquella relación entre Ángela y la Federación se mantendría al año siguiente, cuando también formaría parte del cuerpo técnico de la selección femenina júnior que disputó el Europeo de Bulgaria. La generación de Amaya Valdemoro lograría la plata, el primero de sus muchos éxitos.