Abro paraguas. No me gustó el partido del 10-9 de España contra Portugal. Y sí me encantó la final frente a Francia de 2-1. Debo ser rarita. Tampoco es que entienda mucho de hockey sobre patines. La verdad es que nos hemos coronado todos con nuestras quinielas para el Campeonato de Europa. Que si iba a ser aburrido, que si solo seis selecciones, que si la final estaba cantada... ¡y qué no pasó en estos seis días en Paredes! Desde acusaciones de tongo hasta positivos por coronavirus. Faltó un huracán, como el que hace tres años suspendió la final femenina en Luso y que fue más mediático que el propio título de la selección española semanas después en la reanudación. Cómo nos gusta una buena polémica. Solo había que comprobar las gradas del Palacio de los Deportes de Riazor el sábado durante el partido del Liceo femenino contra el Telecable Gijón para comprobarlo. A la hora de la verdad, allí estaban los de siempre. El caso es que el Europeo dio para muchos titulares. No me voy a meter yo en si hubo pacto de no agresión entre España y Francia para llegar ambas a la final. ¿Está mal? Desde luego. ¿Lo harían los otros si tuvieran la ocasión? Por supuesto. Peor estuvieron las publicaciones en redes sociales de los jugadores portugueses, pidiendo a los aficionados que no olviden lo ocurrido en la liga o menospreciando la victoria rival. Sinceramente, en eso sí que no vería yo a los españoles actuando igual, a un Ignacio Alabart o a un Carles Grau echando a los compañeros a los leones. Y en medio del fango sale tan impoluta como su jersey de Lacoste una Francia poderosa física, técnica y tácticamente. Con un futuro brillante. Para ellos mismos y para el hockey. Uno más para la fiesta. Vive la France!