Eran siete (seis del primer equipo porque completó la convocatoria el portero juvenil Javi Ponte) pero como si fueran diez. El COVID, con dos casos en la plantilla, no pudo con el Liceo. El equipo dirigido por Juan Copa metió la directa desde el minuto uno. Velocidad, movimiento de bola y verticalidad. Prácticamente sin bajar el ritmo hasta el final. Por más que el Palafrugell resistió, y muy bien, hasta el minuto 38, su dominio fue absoluto. Solo se despegó en el último tramo. En el marcador. En el resto estaba siendo muy superior. Pero lo que valen son los goles. Jordi Adroher, con tres, David Torres, con dos y Jordi Burgaya certificaron esa ventaja para el 6-1 final.

Daban igual las bajas. La de Maxi Oruste, lesionado. Las de Martín Rodríguez y César Carballeira, que tampoco estaban. Pero el Liceo no salió a especular, a dejar que pasasen los minutos. Imprimió un ritmo de un lado para otra de la pista, transiciones puras, verticalidad que provocaba que prácticamente cada ataque fuese una ocasión de gol, hasta con uno fantasma, una bola en la línea que Puigbí, muy hábil, se apuró a sacar para que no se pudiera comprobar dónde había quedado. El palo impidió después que Adroher abriera el marcador. A la tercera ya no hubo discusión. Jugada vertiginosa y el 77 que no falló.

Respondía a la contra el Palafrugell, agazapado, esperando que pasara el chaparrón para salir a la contra. Y no lo pudo hacer mejor el argentino —con pasaporte italiano— Franco Ceschin. Es un jugador de enorme calidad y lo demostró en el 1-1. Había que volver a empezar y el Liceo sabía el camino Burgaya encontró el premio a toda su insistencia para mandar por delante a los suyos al descanso, un resultado que peligró cuando quedaban solo unos segundos y Marc Grau recibió una azul. Su hermano Carles paró la directa de Adrián Candamio y los coruñeses mantuvieron su ventaja.

También aguantaron con uno menos en el inicio de la segunda parte, con un guión muy similar. Los verdiblancos movían la bola a la velocidad de la luz y Roberto di Benedetto tenía una marcha más. Y pese a todo, solo había un gol de diferencia. Una azul a Sergi Canet desequilibró todo. A Adroher parecía que se le escapaba la bola en la directa. Pero solo era un truco más bajo la manga para sorprender a Puigbí y anotar el tercero. Fue el principio del fin para el Palafrugell,. Ir dos goles por detrás le fundió la batería. El Liceo encontraba cada vez más espacios. Al segundo palo llegaron el cuarto, de David Torres, y el quinto, de Adroher, su triplete particular. Los últimos ocho minutos volaron y el gol de David Torres a falta de 12 segundos puso la guinda para otros tres puntos.