El deporte es esfuerzo, sacrificio, tenacidad. Caerse y levantarse. Y tan importante llegar a la meta como el camino que te llevó a ella. Por eso el de María de Valdés (Málaga, 1999) tendrá premio en la Gala do Deporte da Coruña e a súa Comarca del viernes. Durante cinco años dedicó su vida a un objetivo, pero se quedó fuera de los Juegos Olímpicos de Tokio por varios tecnicismos tanto en piscina como en aguas abiertas. Recuperada del golpe, prepara su asalto a París 2024. Desde Sierra Nevada, donde está concentrada, responde agradecida.

¿Cuánto lleva allí arriba?

Justo después del Open —hace dos semanas— me vine para preparar el Campeonato de España de aguas abiertas, a ver si me puedo clasificar para el Mundial. En piscina no me salió bien y me quedé fuera.

¿Este año no era de transición?

Sí, sobre todo para estar bien mentalmente porque lo pasé bastante mal. Pero ya que empecé la temporada y me puse un objetivo... voy a por ello. De momento no he tenido mucha suerte. Me lesioné a finales de enero en la concentración con la selección española, que me rompí los ligamentos de la muñeca. Y justo cuando me recuperé, a los cuatro o cinco días, caí con el COVID, que no lo había pillado en dos años y lo fui a pillar ahora. Tuve poco tiempo para preparar el Open. Sabía que no me iba a salir bien, pero pensé que podía llegar en otras condiciones.

¿Necesitaba parar un poco?

Fue bastante duro el hecho de quedarme a un paso del que era mi objetivo desde que era pequeña. Gracias a la psicóloga, a mi familia y a mi entrenador pude superarlo y ahora puedo hablarlo, pero es verdad que nada más terminar la temporada, me costó asimilarlo.

Tenía la mínima en 1.500, había ganado en varias ocasiones a sus dos rivales y fue sexta en el Preolímpico de aguas abiertas, lo que demuestra que tenía nivel de sobra... y por tecnicismos de los criterios de selección se quedó fuera. ¿Cómo se asimila?

Fue un año extraño y muy difícil de llevar, sobre todo el final, que sabía que no estaba dentro y seguir fue duro. Siempre decía que si no me clasificaba para los Juegos no sabía lo que haría... y al final aquí estoy. Como deportista, intento conseguir mis metas y si no las consigo, me levanto y vuelvo a intentarlo. Y es en lo que estoy, en levantarme, currármelo todo lo que pueda e intentar ir a París 2024 en las dos disciplinas. Este año ya no, porque ya no me clasifiqué en piscina y me centraré a tope en las aguas abiertas. Pero el próximo quiero seguir en las dos. Me encanta el 1.500 y me encantan los 10 kilómetros.

Tiene solo 23 años... le quedan un par de intentos más.

En el momento no piensas así, piensas que se acaba todo. Pero después tranquilamente, en vacaciones, que mi mente ya se despejó del deporte, reflexioné y dije: ‘Bueno, no pasa nada. Vuelves a intentarlo y sigues adelante, que te has quedado a poco y para la siguiente puedes conseguirlo’.

¿Alguien le habló de fracaso?

Mucha gente debería de ponerse en nuestra piel. No entiende los sacrificios que hacemos los deportistas. Habrá quien diga: ‘ala, esa no ha ido a los Juegos, será que es muy mala’. Y no valora el camino y el esfuerzo que hemos puesto hacia ese objetivo. Escuchar esos comentarios nos duele. Sacrificamos mucho para después algunos quedarnos a un nada de ir.

Al fin y al cabo, es la misma María, con o sin Juegos. Unas centésimas no pueden cambiar el trabajo que había hecho.

Exacto. Y había hecho el mismo trabajo que las que fueron... pero no se vio reflejado justo en el día preciso para hacerlo.

¿El golpe le ha hecho replantearse cómo quiere que sea el camino de ahora en adelante?

Sí, quiero disfrutar más. Para Tokio me costó mucho mentalmente y no pude disfrutar bien. Con la psicóloga planteamos ese objetivo de disfrutar más, porque seguramente así será más fácil que llegue a la meta. Sobre todo no frustrarme tanto, que es lo que me pasó el año pasado. Lo veía todo negativo, pensaba que lo había hecho todo mal... y ella me abrió los ojos. Realmente había hecho mi mejor temporada. Pero no conseguía verlo.

Uno de los sacrificios que ha hecho fue dejar Málaga y venirse a A Coruña con solo 18 años.

Fue duro, pero yo siempre digo que tuve suerte porque estoy muy contenta y tengo mi segunda familia en A Coruña, me siento muy arropada. Tenía 18 años recién cumplidos y no fue una decisión muy meditada, casi de un día para otro. Me lo propusieron y pensé que era una experiencia que si no la hacía en ese momento, no tendría más oportunidades. Mis padres, como siempre, me apoyaron. Podía salir bien o mal y al final estoy muy orgullosa del paso que di.

¿Creía que iba a ser para largo?

No, el primer año no me veía muy adaptada, ni al clima, ni a la gente ni a nada. Pero ahora después de tantos años considero A Coruña como mi casa.

¿Y por qué el fondo? También es lo más sacrificado para entrenar.

Desde pequeña siempre tuve mucha resistencia. Se me daba bien y me gustaba. Y creo que es mi punto fuerte. Sí que te tiras horas y horas y horas en el agua. Si lo trabajas desde pequeña, es una rutina. Aunque a veces cuando veo a los velocistas me pregunto que quién me mandaría meterme a esto (se ríe).