Tan solo un sentimiento bastó ayer para juntar a 33.000 personas ante un mismo césped que guarda cientos de historias. Se escribió un nuevo capítulo y la afición tomó el papel de coprotagonista. Riazor se puso su mejor traje para acoger la cita más importante de su calendario actual. El Dépor-Jaén creó un ambiente espectacular, con un público entregado hasta límites desconocidos.

Por eso, minutos antes de que el balón echase a rodar la Liga otorgó a los aficionados deportivistas el premio al Jugador Número 12, por su constante apoyo a lo largo del año. Sobre el campo recibió la camiseta conmemorativa Miguel Otero, presidente de la Federación de Peñas, acompañado del socio más joven y más veterano del club herculino.

Sirvió de aperitivo. Después de todo lo vivido en las calles de A Coruña, fue entonces cuando el foco se proyecto de pleno sobre el estadio. Pola cidade, pola camiseta, rezaba el tifo que expandieron por Maratón Inferior los Riazor Blues. En la grada de enfrente, en Pabellón, se leía Benvido ao inferno. Eso es lo que tenían preparado los seguidores blanquiazules. Una jaula que enloqueciese a los andaluces y permitiese a los coruñeses hacerse dueños de un partido que tenía estampado su escudo. Los primero cánticos pudieron escucharse en toda la ciudad. Las 33.000 gargantas se unieron para dar ese empujón a un equipo que podía divisar ya la Primera División.

Con el gol de Marchena llegó la locura. En el césped y en la grada. El central recorrió el campo con los puños en alto hasta abrazarse con los jugadores que permanecían en el banquillo. Hizo una piña inseparable para celebrar un tanto que catapultaba a su equipo a la máxima categoría. Mientras los aficionados se pusieron en pie y ondearon las bufandas sin descanso. El premio podía casi tocarse. "Como me voy a olvidar si el Deportivo ganó la Liga" fue el tema que tocó entonar poco después del tanto local.

Aún quedaban, sin embargo, muchos minutos por delante. El público dedicó el tiempo a aplaudir y cantar. La ayuda perfecta para un Dépor que se sentía en las nubes. También hubo potentes silbidos para discutir las acciones del árbitro. Nada podía ya aguar una fiesta que parecía retrarse en las últimas semanas.

En el palco, dónde también se sintió el nerviosisimo y la ilusión, invitados de excepción. Por supuesto, el presidente del club coruñés Tino Fernández junto con sus consejeros y algunos miembros del anterior consejo, como Pachi Dopico. Algunos jugadores que vistieron la camiseta blanquiazul en otras temporadas se sienten parte de la hinchada. Por eso no se perdieron el choque. Culio, Rudy y Teles, que abandonar el club el pasado enero, se sentaron junto a Zé Castro. No faltaron Salomao y Wilk, que pertenecen a la actual plantilla pero se encuentran lesionados, ni tampoco los sancionados Lopo y Núñez. El entrenador del Rayo Vallecano Paco Jémez o el periodista Pepe Domingo Castaño también ocuparon su asiento en el palco. Pero no solo personalidades del mundo del fútbol se agolparon en Riazor. La regatista olímpica Sofía Toro, el boxeador Cachorro y su mujer la gaiteira Susana Seivane animaron al Deportivo en su camino hacia el ascenso.

Hasta se unieron todos para hacer la ola. Los minutos de la segunda parte se consumían y el deportivismo se veía cada vez más cerca de Primera. "Recorremos kilómetros y superamos obstáculos" cantaban desde la grada de Maratón, recordando con ello todos los desplazamientos efectuados a lo largo del año para arropar al equipo. Los aficionados miraban inquietos el reloj, y en el banquillo los jugadores ya se colocaban las camisetas de celebración. Vázquez, ajeno, miraba a la grada sonriente. Era la imagen de una fiesta. De un ascenso que supone la recompensa al esfuerzo. Con el pitido final, el deportivismo vibró. Primera vuelve a ser la casa del Deportivo.