El nuevo año le ha salido rebelde al Dépor. Ya de por sí el Villarreal es un rival que le iba a poner al límite y los elementos se pusieron todos en su contra. Fue mejor y mereció, al menos, el empate, pero dos errores inexplicables y poco habituales, un colegiado protagonista y con ceguera selectiva y un Villarreal aliado con la fortuna se interpusieron en el camino del triunfo. Eso sí, Riazor reconoció en el césped a ese equipo valiente, punzante, con fútbol y competitivo que le ilusionó en la segunda mitad de 2015. Duele. Toca levantarse.

La primera jugada ya definió la actitud del Dépor en el primer tiempo. Tocó, tocó. Paciencia era la palabra mágica y la ejercitó desde el segundo cero. Sabía que a este Villarreal no se le ganaba con un simple chasquido de dedos. Abría sus centrales para sacar el balón, tocaba desde atrás, intentaba acelerar en los últimos metros, movía la pelota de banda a banda. De vez en cuando buscaba el cambio de orientación. Seguía el plan al pie de la palabra, pero el equipo amarillo no se apartaba de su versión rocosa.

Era un duelo táctico, de partida de ajedrez. Muchos balones divididos y alternancia sin llegar a golpear en los últimos metros. Soldado era el único que parecía capaz de darle un vuelco al panorama. Olvidando su versión de 'nueve', bajaba a la media y a partir de ahí el Villarreal construía su fútbol, sus contras con más facilidad. Así llegaron sus mejores aproximaciones, aunque en realidad era el Dépor el que crecía en el duelo.

Cada vez recuperaba más balones, cada vez se movía con más velocidad, cada vez empujaba más arriba. Lucas tuvo una de las que no suele fallar. Asomaba la media hora y el panorama seguía siendo blanquiazul. Los amarillos querían quitarse esa presión y tampoco podían. Y llegó el error humano.

El Dépor se estaba tomando un respiro, mientras el Villarreal se estiraba y Riazor empezaba a mostrar su descontento con un permisivo Fernández Borbalán. Un saque de esquina mal defendido penalizó a los coruñeses con el gol de Bruno Soriano. Un castigo excesivo y previsible ante un equipo de esa calidad. El Villarreal pudo hacerle el segundo. Duelo en el aire, aspero para los blanquiazules.

Toda la rigurosidad de la primera parte viró en locura en la segunda. El Villarreal y, sobre todo, el Dépor volcaron las piezas del tablero. Se entregaron a un partido más humano. Defensas abiertas, duelo roto, imprecisiones... A los dos minutos Luis Alberto y Lucas ya habían vuelto loco a Riazor. Otro error, esta vez del Villarreal, le ofreció una rendija al coruñés que asistía al andaluz para que no fallase. 1-1. Contador a cero y el Dépor, en modo remontada. Lucas tuvo el segundo, Denis y Bruno, también. Desatados.

Lo que parecía una pájara del Villarreal y un arreón del Dépor duró media hora. Todo el perfeccionismo, ese acordeón defensivo de los amarillos se había quedado en nada tras el descanso. Estaba ahogado, despejaba balones... Y el Dépor no aflojaba. Un martillo pilón. Lucas se desvivía en la presión, su media se hartaba de robar balones. El 2-1 estuvo a punto de consumarse en un córner.

Con lo que no contaba el equipo coruñés era con tener que sobreponerse también a Fernández Borbalán. Desde el pitido inicial se creció en casa ajena. Le entretenían las quejas de la grada, mostraba un criterio cambiante y la guinda fue obviar dos penaltis en el área del Villarreal.

Poco a poco, apoyado en los cambios, la fatiga coruñesa y un árbitro amigo, los castellonense empezaron a respirar. Todo parecía conducir al 1-1. En los últimos minutos, la movilidad de Baptistao, Samu y Nahuel refrescó el frente de ataque amarillo. Riazor empujaba, el Dépor rebuscaba en su tanque de gasolina. Minutos de la basura hasta que llegó la catastrofe. Navarro, un veterano, se aceleró como un juvenil y arrolló a un rival de espaldas en el área. Descuento de la segunda parte. Esta vez el colegiado no fallaba, Bruno tampoco. 1-2. Doloroso, injusto... El Dépor debe reponerse a este inicio de 2016. Le sobran condiciones.