El mejor partido del Dépor en lo que va de temporada y ya tocaba. Tuvieron que pasar catorce jornadas con catorce alineaciones diferentes para que de una vez por todas el talento se juntase y los hombres de mejor pie coincidieran en el césped: Carles Gil, Guilherme y Çolak son capaces de hacer mejores a Babel o Andone, entre otros, más que nada porque los delanteros con movilidad que juegan a los espacios viven de los asistentes y el juego interior del que tanto careció el equipo en el primer tercio de la competición y que por fin apareció.

El Dépor creció desde la pelota gracias a la asociación de quienes además de la técnica para ejecutar las jugadas, poseen la inteligencia táctica para la lectura de las mismas y capacidad para encontrar la luz en pasillos y líneas de pase donde otros sólo ven sombras y tabiques opacos.

Además, defensivamente el equipo maniató con la presión alta, principalmente ejercida por Andone, Gil y Çolak la salida combinada de la Real obligándole a salir en largo donde la pelota se encontraba casi siempre con un Sidnei imperial.

Finalmente dos principios tan importantes como el control del juego y la temporización del mismo sirvieron para bajar el paño de un partido en el que la alegría en el juego, con la pelota mucho tiempo a ras de suelo y por supuesto del resultado contagiaron a una afición especialmente ilusionada y de la que se escucharon desde todas las gradas (general nunca desfallece) después de mucho tiempo los primeros olés y cánticos.

Ojalá que todo lo vivido tenga continuidad: queda claro que mimbres hay.