Sin vida. Muerto. Así se marchó el Deportivo de Butarque, convertido en despojos por el Leganés, un recién ascendido que, sin hacer nada del otro mundo, le pasó por encima. Cuatro cornadas, a cada cual más dura. Duele la goleada encajada, pero más aún la forma, sin manifestar la más mínima capacidad de reacción, ni anímica ni futbolística. El Dépor se jugaba la vida y no lo pareció. Fue su peor partido de la temporada. Hasta hace poco se agarraba a las sensaciones, latía con fuerza pese a los malos resultados. Ahora ya no le queda nada. Es un cadáver, pero un cadáver al que urge resucitar para evitar el desastre del descenso. Necesita un cambio, y tiene que ser ya.

Dura realidad la que le está tocando vivir a este Deportivo, condenado a sufrir en la campaña que en teoría iba a ser la de su consolidación en Primera. Salvarse sin apuros era el objetivo inicial, convertido en una quimera tal y como se le han puesto las cosas. Se le acabaron las excusas. A los futbolistas y a su técnico, Gaizka Garitano, que ayer sorprendió dejando en el banquillo a su pichichi, Florin Andone. Una medida desesperada que no tuvo el efecto deseado.

Poco más de un cuarto de hora aguantó el Dépor de pie en Butarque. Salió al campo mejor que su rival, como tantas y tantas veces esta temporada, apretando arriba y queriendo más el balón para tratar de mimarlo sobre un césped impracticable. Apretó con decisión e incluso llegó a disponer de una ocasión clara para adelantarse, la del cabezazo de Kakuta a centro de Juanfran (m.8), pero ese prometedor arranque no fue más que un espejismo. Otro más.

De la nada se encontró el Leganés con el 1-0 a los 19 minutos, con el gol de Szymanowski. Quedaba muchísimo tiempo por delante para reorganizarse y buscar la reacción, pero el Dépor ya no se levantó. Se hundió por completo tras encajar el primer golpe, un guión recurrente semana tras semana, independientemente del rival. Ayer le tocó el Leganés, un recién ascendido que solo había ganado un partido en casa pero que se hizo merecedor del triunfo a base de empuje, oficio y una enorme eficacia.

Llegó seis veces y marcó cuatro goles ante un Dépor que se vio superado y sin capacidad de reacción. Ya no fue el mismo con desventaja en el marcador. Se quedó bloqueado, como sin saber cómo encontrar soluciones. Poco fútbol generó hasta el descanso, muy poquito, y el colegiado Munuera Montero ayudó al Leganés a crecerse sin balón. Los pepineros no dudaron en parar el partido con continuas faltas, las suficientes como para que el árbitro decidiera mostrar alguna amarilla. Sin embargo, no enseñó ninguna cartulina en toda la primera mitad, lo que desesperó aún más a los jugadores deportivistas y sobre todo a su técnico. Gaizka era la imagen de la desesperación. Él, y también su equipo. Ni rastro de reacción visitante en una primera parte desastrosa, cada vez con mejor pinta para el Leganés. Y no solo por su ventaja en el marcador, sino también por las sensaciones que transmitía en el campo. Mordía en cada balón dividido, en cada disputa. Era su obligación y la cumplió a rajatabla. El Dépor también se jugaba la vida, pero no supo recomponerse. Sin fútbol y sin sangre, deambuló sobre el césped sin un rumbo claro.

Todo lo contrario que el Leganés, muy junto sin balón y con valentía para buscar un segundo gol con el que poner el partido definitivamente de cara. Lo encontró Mantovani a la salida de un córner mal defendido (m.30). Error de Sidnei en el marcaje, tan grave como el de Albentosa en el 1-0. No se conformaron los locales, que poco antes del descanso acariciaron el tercero con un cabezazo de Szymanowski que se marchó fuera por muy poco. El Dépor pedía a gritos que se llegara al intermedio para buscar un plan alternativo.

Lo intentó Gaizka tras la reanudación dando entrada a Andone y Luisinho para pasar a jugar con línea de tres en defensa, dos carrileros, tres centrocampistas y dos delanteros. Solo cambió el dibujo táctico, porque el equipo coruñés siguió igual de perdido, o más. El Leganés no tuvo problemas para defender su ventaja e incluso siguió golpeando con peligro a la contra. De esa forma casi marca Siovas en el 59, con un duro disparo que Lux desvió lo justo para que tocara en el larguero.

La respuesta del Dépor fue nula. Ni fútbol, ni esperanza. Nada proponía para aspirar a arañar al menos un empate. Caminaba hacia otro desastre, confirmado por Albentosa con su autoexpulsión en el 61. Desquiciado y cada vez más ansioso, el equipo coruñés no fue capaz de enlazar más de tres pases seguidos. Esta vez ni siquiera recurrió a la solución fácil de los balonazos en largo para aproximarse al área rival. Ya era inferior en igualdad numérica, y mucho más con uno menos. Tanto, que el Leganés acabó gustándose y redondeando la tarde con otros dos goles, obra de Unai López y Bueno ante la desesperación del Dépor y de su afición.