De nuevo al rescate, pero esta vez el premio iba a ser doble. "No hubo que insistirle mucho, Arsenio sabía cuándo era su deber volver". El Dépor de Boronat, al que ya le habían endosado apodos un tanto hirientes, acababa de ser goleado en Albacete (3-0). El equipo le había costado dos décadas volver a Primera y coqueteaba de nuevo con el infierno. Aquel grupo se apagaba y Lendoiro, aunque no era amigo de triturar entrenadores, tenía algo grande entre manos y no iba a dejar que se le escapase entre los dedos. Así empezó a escuchar a quien tenía alrededor y a un Riazor que ahora sí empezaba a añorar al técnico que les había subido. El vasco pasó a la historia, Arsenio dejó su inocuo puesto de asesor del presidente y los paseos por Santa Margarita para bajar otra vez al césped. Lo hizo un 19 de abril de 1992 ante el Burgos, hoy hace 25 años. Una decena de partidos recordados por la salvación en el Benito Villamarín que hicieron de red para el impulso del Superdépor. Parecía una solución de emergencia, pero no se fue hasta tres años después con una Copa del Rey, un subcampeonato de Liga y dejando un grupo europeo.

"Lo recuerdo como si fuera hoy", se anima su escudero Carlos Ballesta. "Aquel año ya no había comenzado bien. Romantsev apareció un día por aquí, se asustó y no regresó (tenía un precontrato). Lendoiro trajo a Boronat, pero el equipo no iba, se mostraba tristón y gris", coge aire y sigue. "Entonces los cuerpos técnicos eran reducidos y yo también me dedicaba a viajar para ver jugadores. Volví de Amsterdam y hablamos con él. Le dijimos: 'Tienes que volver, el equipo va de mal en peor'. Unos meses antes sí que se había resistido porque, a pesar de ascender, había sido un año de críticas terribles. Subir había sido un desahogo y lo dejó", apunta hablando de su maestro para el que la lealtad en los malos momentos está por encima de todo. Arsenio, hace 25 años y tras su primera sesión, confesaba qué le había movido. "Nadie me puso una pistola en el pecho, pero no podía negarme", deslizaba mientras empezaba a tirar de esa oratoria tan especial para echar balones fuera. "¿Stoja marginado? La Constitución dice... ¿Se acabaron los carrileros? Hay quien les llama diagonaleros".

"Le dio sosiego y tranquilidad al equipo. Lo ordenó, lo revitalizó anímicamente y lo hizo más ofensivo; los laterales jugaban más arriba", asegura Ballesta, que siguió como segundo. Todo natural, como era Arsenio. No quiso cambios bruscos, incluso olvidó el 4-4-2 que le había acompañado en gran parte de su trayectoria desde la 70-71 para afianzar definitivamente el 5-3-2 que luego se adhirió a su figura y a la del Superdépor. La reacción no fue inmediata, sí gradual y sostenida. Lo suficiente para salvarse del descenso directo, pero no de la promoción. Solo perdió dos de los diez duelos. Un par de empates en Riazor tras ponerse 2-0, uno de ellos doloroso ante el Espanyol con un gol discutido de Pizo Gómez. El equipo de Clemente se libró de la quema por un punto, justo ese que robó en Riazor.

Yosu, López Rekarte, Albistegui, Djukic, Ribera, Sabin Bilbao, José Ramón, Kanatlarovski, Fran, Villa y Claudio. Ese fue el once del regreso con gran parte de la vieja guardia que había subido unos meses antes. Ballesta deseaba ponerle la guinda, como había hecho un año antes con Djukic. "Quisimos traer a Mauro Silva tres meses antes, pero no aceptó. Me pasé una semana en casa de Lito Míguez para verlo jugar, entonces no lo convencimos".

"En el Villamarín nos encontramos una hostilidad... casi violencia". Ballesta evoca los recuerdos de una final dramática. Kiriakov había dado ventaja en la ida (2-1), todo se decidiría en Sevilla. "Los metros desde el bus al estadio nos dijeron de todo, llevaban matasuegras. No teníamos ni agua en el vestuario. Aquel Betis triplicaba nuestro presupuesto". 0-0. 180 minutos y se había acabado el sufrimiento. Tras el pitido final, Arsenio se desató y se dio el célebre abrazo con Martín Lasarte. "¡Cómo se comportó el equipo! Esa promoción y el gol de Vicente es lo más destacado del club en los últimos treinta años. Y luego vino el Superdépor...".