De una revolución a unos retoques, a la nada. La imagen de Muntari persiguiendo sombras, aún sin librarse de los pliegues y cabeceando camino de los vestuarios al descanso fue la última equis en la libreta de los fichajes de invierno. Ya no volvería a saltar al césped. "Jugó mal, como pasa algunas veces", razonó Seedorf sobre el cambio, obviando sus problemas físicos. El ghanés tiene derecho a tener estos altibajos, a estar justo, porque fue la apuesta desesperada. En paro, fuera de forma, con meses lejos del fútbol profesional. Llegó a prueba. Se quedó y jugó. Mucho. Ahora sale y tendrá que volver a ganarse el puesto. El problema es que este paso en falso y la sensación de que no tiene una contribución significativa en el juego del equipo terminan de desnudar del todo la planificación deportiva en el mercado de invierno.

Bóveda, lesionado y sin blindar la banda y el centro cuando jugó; Koval, quemado en media hora y conociendo banquillos de Primera y Krohn-Dehli haciéndole la horma a la grada. No es Muntari, son todos. Una realidad. De los equipos de la zona baja el Dépor es el único que no tiene una contratación aportando de manera real y efectiva en su formación inicial. El Levante alistó a Coke, Las Palmas puso sobre el césped a Gálvez, Agirregaray o Etebo y el Málaga ha dado galones, al menos, a Iturra y su segunda unidad está plagada de movimientos en enero. El Deportivo fue de los que menos acudió a ese bazar. Ni siquiera afinando el tiro...

"He pedido un sofá y me traen una lámpara". Hace casi tres lustros tuvo mucho eco una frase que pronunció Rafa Benítez como técnico del Valencia. Acababa de ganar la liga, se dejaba la voz pidiendo fichajes y llegaron, entre otros, Canobbio. Más allá de su nivel futbolístico, simplemente no era el idóneo, no era lo que había pedido. Ese era el quid y lo que le llevó a manifestarse así en público. Cosas del entorno ché. Con matices, ha pasado algo parecido con Muntari y Krohn-Dehli. El Dépor buscaba un pivote posicional, un coche escoba para un grupo que pretendía no defender con la pelota y acabó trayendo a dos que no se ajustaban a ese perfil para intentar reconvertirlos. No eran especialistas. Ninguno ha funcionado. A uno ya se lo ha engullido la situación. No entra en la rotación, ni para esa adaptación ni para su posición original. El otro ya salió de la demarcación experimental y, más perdido que nunca, se acaba de enfrentar a una sustitución en el descanso y a una lesión. Sí, el ghanés y el danés podrían haber resuelto la papeleta. Sin duda, el inmovilismo habría sido peor solución. El riesgo era máximo; se ha fracasado.

Los movimientos coruñeses en el mercado de invierno tenían dos hándicaps. Lo poco que exhibe el escaparate para esas fechas y el escaso margen que le quedaba a los rectores en el tope salarial. Apostaron fuerte en verano. El plan B pasaba a ser casi el Z. Y encima en A Coruña se está muy calentito y nadie quería irse entre los descartados. Arribas acabó siendo la salida más destacada. Su marcha dejó dinero en caja y ayudó a traer fichajes. Peaje. Queda la duda de si con la predilección de Seedorf por Albentosa, no habría disfrutado de infinidad de minutos. Todo el mundo sabe que por mucho que se apueste fuerte contratando en enero, el 75% de la salvación, de la metamorfosis, tiene que llegar desde dentro. Aun así, se tomaron decisiones capitales sin una cabeza visible en la dirección deportiva. Si ya no había sintonía con Richard Barral, el verdadero arquitecto de esta plantilla, era lógico que se marchase, pero ¿era la mejor opción afrontar ese mes de enero descabezado? Fútbol ficción, gestión ficción. Nunca se sabrá, aunque el desenlace con un descenso a la vuelta de la esquina y las prestaciones de los que llegaron no son a día de hoy bazas a favor para justificar ese vacío.

Lucas, imperfecto, pero líder

Psicológicamente Lucas sigue hecho un cromo. En la ronda de entrevistas a radios de madrugada después la victoria del viernes, llegó a reconocer que esta vez sí iba a poder salir de la habitación y hablar de tú a tú con su familia y amigos. Coruñés. Un fin de semana para no agachar la cabeza, ya llegaría el domingo el Levante para enterrársela a cualquier ilusionado deportivista. Un par de horas antes y tras el gol, el 7 pidió perdón. Cierto, nada soluciona el gesto. Pero le honra. Pocos o casi ninguno se han disculpado lo suficiente por el desastre de estos meses. Más de uno aludirá a que las notas llegan en el mes de mayo, aunque hay tsunamis imparables a los que resistirse es ganar tiempo para eludir responsabilidades. Por eso, por su gran partido ante el Málaga y a pesar de su ceguera rematadora y su deficitaria temporada, Lucas se mostró como un verdadero líder. Imperfecto como pocos, aún así, un líder.