No es la primera que el Sevilla visita Riazor en las últimas jornadas con el Dépor con el agua al cuello. La más recordada y que guarda un puñado de curiosidades se produjo hace algo más de sesenta años, el 7 de abril de 1957, con el equipo coruñés intentando prolongar la que hasta ese momento era su mejor racha de permanencia en Primera División (de 1948 a 1957).

Llegaba al límite a aquella tarde, ya que le separaban tres puntos del Condal (las victorias valían solo dos) y tan solo restaban tres duelos para que acabase la Liga. Unas semanas antes Villalonga, histórico del Sevilla, había tomado el relevo de Zubieta en el banquillo coruñés.

Hoy el equipo hispalense estará con la mente puesta en el duelo de Copa ante el Barcelona, aquel día pensaba en la Liga y se lo jugaba todo sobre el césped de Riazor, que finalmente enterró sus aspiraciones. Era el Sevilla de históricos como Arza, de viejos conocidos como Helenio Herrera o de futuros defensas de los coruñeses como Campanal II. No era ni mucho menos un proyecto menor, pero se topó en esa jornada de fútbol con un Dépor aguerrido e intenso, con una grada entregada y con dos inesperados verdugos: Arenas y Liz I.

El medio y el extremo fueron dos de los fichajes de invierno del Dépor en su lucha por la salvación. Otro había sido un Lechuga retornado de Oviedo. El Sevilla era el propietario de los derechos federativos de ambos, decisivos ese 7 de abril. Era un fútbol alejado de las conocidas hoy como cláusulas del miedo. El conjunto andaluz se jugaba un título, pero no ponía reparos a que fuesen alineados. Lo pagó.

Arenas fue el dueño del centro del campo y, un minuto después de que marcase Pepillo, hizo el 1-1 con un soberbio disparo de larga distancia. El Deportivo, con Otero bajo palos, resistió y tuvo su oportunidad. Liz hizo el 2-1 en la segunda parte aprovechando la indecisión ante un penalti no señalado. Mourelo logró el 3-1, ya con diez jugadores tras la lesión del propio Arenas. Riazor creía, aunque la reacción llegó tarde y el equipo descendió, a pesar de ganar en el cierre de la liga al Valladolid. Fue la última campaña de Arsenio como jugador en Riazor. Diez años después (66-67) el Sevilla regresó a falta de seis jornadas. Con Moll en el banquillo, el Dépor no sacó más que un empate (1-1) y empezó a condenarse al no doblegar a un rival directo.