Una descarga de Quique y a disfrutar. El deportivismo dibuja una sonrisa tras la victoria en Almendralejo, donde el novato Extremadura le exigió más de lo debido y puso de manifiesto gran parte de las deficiencias de un Dépor en aprendizaje. Alegría. Más por la victoria que por el fútbol desplegado. Ganar endulza una noche que también debe servir para reflexionar. Gris. Hay mimbres en este Dépor que debe crecer, aunque también es cierto que hay que darle un contexto para que se desarrolle. Queda un mundo, mucho por pulir. El equipo coruñés pudo salir trasquilado del Francisco de la Hera tras una primera parte para guardar en un baúl y tirar la llave y unos últimos minutos en los que se colgó del larguero. Mal y mal. En el medio, apareció Quique González como un rayo para cazar una pelota en el área y hacer la diferencia, incluso Borja Valle tuvo la posibilidad de sentenciar. Tocó rezar y achicar. Tampoco es fácil levantarse tras una rutina perdedora tan marcada y, al menos, el Deportivo ya ha vuelto a ganar.

El equipo coruñés, tras bajar y con la llegada de Carmelo, no ha dejado de airear su perfil bajo con la matraca de "los hombres y no lo nombres". Pero echar un vistazo a la alineación de Natxo alejaba a cualquiera de ese mensaje machacón. Juntar a Quique, Vicente Gómez, Borja Valle y Carles Gil dejando en casa a Krohn-Dehli y Fede Cartabia no lo puede decir casi ninguno equipo de la categoría. Las cartas de presentación de Dépor y Extremadura no hicieron más que reafirmar los roles esperados en el partido. Los locales, a presionar hasta la extenuación, explotar las bandas y aprovechar el juego aéreo. Y el Dépor, a tocar y tocar para desarmarlos física y futbolísticamente hasta que la balanza se desnivelase. El Francisco de la Hera esperaba ansioso el reencuentro con la élite.

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El Dépor le gana al Extremadura

Empujado por la grada, el equipo azulgrana comenzó mejor. Apretaba, se subía a la ola, corría. Hasta que el Dépor no se estiró y enseñó medio colmillo, no contuvo el primer arreón. El duelo siguió yendo a bandazos con mayores fases de dominio blanquiazul, pero con las verdaderas ocasiones para el conjunto de Juan Sabas. Ya fuese tras un error de Bóveda en la salida de balón o en un mal despeje de Caballo tras una recuperación o por el balón parado, los extremeños no aflojaban; los coruñeses sentían su respiración en la nuca.

Natxo cabeceaba. El Dépor era la viva imagen del atasco. Lento en la salida de balón, a dos por hora. Facilitaba que le rascasen, que le presionasen. Una película a camara lenta. Ese era el gran problema y las ramificaciones eran variadas y diversas. Quique, Borja y Carles Gil estaban perdidos y desasistidos. Nadie lucía, el Dépor naufragaba. Solo algún centro inútil de David Simón y Diego Caballo. Nada de nada. La imagen era preocupante. El deportivismo, lamentablemente, tenía que agradecer el 0-0 en un campo en el que la superioridad debía ser manifiesta.

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Se salvó y mató. Ni tres minutos tardó en hacer la diferencia el Dépor tras pasar por vestuarios. Una jugada con mucha intención y mil rebotes sirvió para que Quique González se estrenase como goleador y pusiese sobre la mesa algunas de las cualidades que le trajeron a A Coruña. Fue Flash en área. Cazó un balón y a la red. Para cuando Manu García quiso reaccionar, la pelota llevaba media hora en su portería.

Acción, reacción. Tras el gol, el Extremadura se tiró arriba. Sin mucho orden y balón aéreo y corazón, pero la idea era clara. Sabas ya miraba al banquillo para revolucionar el duelo con un Capel ya de vuelta. Flotaba la intranquilidad en el ánimo deportivista, aunque pronto el equipo coruñés metería el duelo en formol y daría un paso al frente.

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Y pudo sentenciar. Pasado el ecuador del segundo acto, se le abrió una autopista para vivir en paz el final del encuentro, pero no supo coger la incorporación. Primero un cabezazo franco de Borja Valle que se fue fuera por poco y, casi de manera instantánea, una cabalgada del berciano que le dejó a puerta vacía; la cruzó en exceso. No iba a ser tan fácil.

Para los últimos minutos el Dépor metió una bala en el tambor del revólver y se dedicó a jugar a la ruleta rusa. Entre faltas laterales y saques de esquina, muchos de ellos regalados, el equipo coruñés lo pasó muy mal y realmente no había necesidad. Con haber tenido una mínima intención de dormir el duelo, de tener la pelota, se habría ahorrado mil sobresaltos. Rennella estuvo a mílimetros de hacer el empate. No pasó nada. El guion estaba escrito. El Dépor debe mejorar muchísimo y también aprender a ganar partidos en los que no brilla, como el de hoy. Las victorias como rutina. Es parte del aprendizaje, del camino a Primera.

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