Seis temporadas en A Coruña, seis temporadas en Granada. Aficionado, futbolista, técnico, icono popular... El nombre de Arsenio Iglesias está escrito con rotulador indeleble en la historia blanquiazul, aunque en realidad su trayectoria como futbolista profesional tuvo tanta longevidad en Riazor como en Los Cármenes. El próximo rival coruñés tiene al arteixán en un lugar preferente en su olimpo, ya que fue protagonista en el momento más álgido de su historia: la final de Copa que disputó y perdió en Madrid el 21 de junio de 1959 ante el Barcelona (4-1).

El desenlace no fue el anhelado con una rotunda derrota ante el Barça de Luis Suárez, Segarra, Kubala, Kocsis... Arsenio, eso sí, remataba aquella tarde en el Bernabéu un torneo del KO demoledor. Suyo había sido el tanto del honor que ponía ese día el 2-1 en el marcador y que había hecho dudar unos minutos al rodillo culé. Y no era el primero. Era el noveno en otros tantos partidos. Doblete ante Elche, Cádiz y Plus Ultra y otros tres más, uno ante el filial madrileño, otro en el día de gloria en el desempate de la semifinal frente al Valencia (15 de junio con 44.000 espectadores en las gradas del Bernabéu) y el susodicho de la final.

36 años más tarde le llegaría la gloria en la capital con el Dépor en la final del diluvio y del gol de Alfredo, pero entonces se quedaba con la miel en los labios. Eran los primeros meses de Arsenio en la ciudad nazarí tras pasar un año en Sevilla. Aquel Barça-Granada había enfrentado en los banquillos a Helenio Herrera y Janos Kalmar, técnico del eterno Honved de Budapest de principios de los 50. Uno lo había dirigido en Riazor y el otro lo estaba tutelando en ese momento en Los Cármenes. Ambos, junto a Heriberto Herrera, siempre fueron reconocidos por el técnico de Arteixo como sus referentes en los banquillos. "Él (H. H.) vino a España en cierto momento de estancamiento en el trabajo técnico. Fue adelantadísimo a su tiempo, parecía de otra galaxía", admitió el propio Arsenio en el libro de Xosé Hermida El fútbol de El Brujo. A Kalmar también lo radiografió. "Era encantador. Se preocupaba menos del trabajo de conjunto. Sin abandonar el orden, te dejaba un margen de libertad muy amplio", razonaba sobre un entrenador que le marcó y que, en parte, le formó para alumbrar el famoso 'orden y talento' que impregnó su credo en los banquillos.

Un Arsenio maduro disfrutó de otros cinco años en los Cármenes antes de cerrar su carrera en Oviedo. Se sintió a gusto. Solo le incomodaban el calor y esa morriña de la que no se despegaba, como dijo en más de una ocasión, ya fuese allí, en Sevilla, Alicante, Burgos, Elche, Almería o Zaragoza. Le dio tiempo a que su familia se adaptase y hasta uno de sus hijos nació en la ciudad, tal y como admitió hace una década a El Ideal de Granada. El lunes se verán las caras los dos grandes equipos del Arsenio jugador.