Un jugador para explicarse. Pero no uno cualquiera. Nada tiene que ver el Fede Cartabia que cabeceaba, que no encontraba su sitio, que sufría sobre el césped ante el Lugo o el Mallorca con el que danzó, dominó la escena y avasalló al Albacete. Unos días, un mundo, un esquema. Natxo se hizo flexible y, aunque el rombo sigue siendo su piedra filosofal, era el momento de mover vértices, de oxigenar, de buscar soluciones, de ejercer de guía de un grupo incómodo, al que los partidos le empezaban a resultar realmente ásperos. Extremar al equipo para que todo volviera a su sitio, para equilibrarlo por dentro y por fuera. Un muelle tensado que entra, de nuevo, en el engranaje. Las buenas noticias fueron muchas, aunque es necesario ponerlas aún en cuarentena. Sin prisas. Hay que darle tiempo a este Dépor 2.0., que a la vez resulta tan familiar, para que se afiance, para que la tierra no se vuelva a mover ante sí. Mientras, debe seguir matizando esos nuevos registros que ha sumado a su ya amplio muestrario y reparar en la puerta que acaba de abrir y en lo que le ofrece. El argentino lo ejemplifica como pocos. Un minuto y ya se veía que iba a ser su partido. El domingo no era una jornada para estar con el freno de mano echado ni para analizar cada gesto de sus delicados músculos, era para disfrutar, para soltarse. Por él, por todo lo que le rodeaba. El 11 florece y todo se oye en estéreo a su alrededor. Edu Expósito da un paso más, Vicente y David Simón hacen de nuevo acto de presencia. Lógico, porque en realidad el Dépor se mostró como un equipo mucho más coherente que potenciaba las cualidades de sus referentes y, sobre todo, de su futbolista más desequilibrante. Un ecosistema, una hoja de ruta más digerible para recuperar el estómago en días de gastroenteritis. Llegar y no estar, superioridades en zonas sensibles del campo. Sorpresa, variantes. Los ascensos requieren un ideario, un estilo, pero también nombres, individuales. Y el equipo coruñés empieza a recorrer también ese camino en el que deben darse la mano y retroalimentarse. Si Fede Cartabia es feliz, el Dépor también lo es. Si en Abegondo hay sonrisas, Riazor se va a divertir.

Atacar mejor para defender mejor. Y viceversa. El despliegue de los blanquiazules ante el Albacete alivia el ánimo y resuelve, por ahora, dudas entre el deportivismo justo cuando el calendario potencia la exigencia. En los recientes tiempos oscuros, al Dépor no se le ha visto dejar de crear ocasiones. De hecho, sus grandes exhibiciones realizadoras no llegaron, precisamente, en partidos que se pueden considerar redondos en A Coruña. Las goleadas a Oviedo y Elche son un buen ejemplo. El problema era otro. La poca fluidez, la falta de dominio de los partidos. Males que le estaba empezando a exponer y que le acabaron minando en diferido en los enfrentamientos ante el Numancia y el Lugo. Natxo y sus hombres volvieron a su esencia minimizando hasta el extremo a sus rivales. Recuperaron esa mano firme para evitar duelos sueltos, abiertos, incontrolables. El Albacete, empequeñecido, lo comprobó. Atosigado, apenas pudo conocer campo rival en la primera parte. Tanto mérito tiene activarse en ataque como desenchufar al rival que tienes enfrente. Y, en parte, viene de esa recolocación ofensiva que permitió embotellarlo y presionar muy arriba tras pérdida. Y también llega por ese paso al frente que se pudo apreciar tras el 2-0 cuando tocó defender con la pelota. Un gran rondo para no acabar el partido con el corazón en la boca.

Duelos directos

Más allá de los altibajos de los que ningún equipo se libra, al Dépor le ha faltado esta temporada romper como equipo y darle regularidad y traslado a esa exuberancia mostrada en casa a los partidos a domicilio. Sigue siendo su deuda pendiente. Sí que es cierto que se ha mostrado infinitamente superior a los rivales directos por el ascenso que han pasado por Riazor. No es que haya sido mejor, es que ha estado varios peldaños por encima y, sobre todo, los ha inutilizado, desintegrado. Sporting, Granada, Osasuna, Albacete e incluso Málaga, aunque los andaluces se acabaron llevando un punto. Todos fueron un juguete en sus manos. Esa superioridad, por momentos sorprendente y sospechosa, deja un innegable poso de tranquilidad entre el deportivismo ante lo que viene por delante. Eso sí, en cuanto cruza el puente de A Pasaxe muda la cara. Alcorcón y Cádiz fuera le desnudaron y resta lo peor a domicilio. El Dépor de Natxo superó con nota esta semana una prueba de nivel y de madurez, le quedan muchas. La primera, este fin de semana en Gijón.