Miedo a lo que se da por seguro, bloqueo justo antes de dar un paso definitivo con todo a favor. La ecuación Riazor más rival de la zona media baja con una plaza de ascenso directo en juego debería ser casi como una cuesta abajo para el Dépor en esta segunda vuelta que espera culminar con el regreso a Primera División. Pero justo ahí, en lo obvio, en lo que se da por seguro, en lo que hay poco que ganar y mucho que perder es donde al equipo coruñés le están temblando las piernas. No acierta con los remates, le falta cuajo y hechura para cerrar sus últimos partidos en A Coruña. Donde antes su estadio era un vergel inagotable de puntos y victorias, ahora depara experiencias áridas ante los conjuntos que en teoría se presentan como más débiles. Primero fueron el Numancia y el Tenerife y hoy el que se lleva un inesperado botín es un limitado Nàstic, que mereció perder y que casi gana en esa ruleta rusa de inseguridades que se vivió en los últimos minutos. La victoria en Granada pierde lustre y valor.

Antes del inicio el encuentro, solo la debilidad del último clasificado hacía que los miedos fuesen menos por la plaga de bajas que asola Abegondo en la zona creativa. Ni Vicente ni Krohn-Dehli ni Carlos Fernández ni Nahuel. Un vistazo a la alineación hacía presagiar que al Dépor le podía faltar finura en la gestación del juego y en los últimos metros. Y algo de eso le ocurrió, a pesar de que estuvo durante la primera hora excelso en la recuperación y en la presión ante el colista, ajustado en casi todo duelo a su condición de equipo menor. No le duraba la pelota ni medio segundo a los catalanes y el Dépor, todo voluntad, apostaba por la circulación rápida. Pero a Álex le costaba filtrar pases, Didier Moreno parecía, como en otras ocasiones, peleado con la pelota y Edu Expósito volvía a estar mal acompañado. El trío junto no funciona y no es, precisamente, por culpa del catalán. Desde las bandas tampoco empujaban en exceso, ya que una versión oscura, muy oscura de Fede Cartabia volvió a hacerse presente esta tarde sobre el césped y Borja Valle, un rematador nato, empeoraba casi cada balón que le llegaba en la circulación. Las ayudas llegaban, en cambio, de un siempre destacable y clarificador Saúl y de los centrales que, con cabalgadas con balón, se hincharon a dividir el entramado defensivo tarrconense. Un atasco de consideración que no le impidió al Dépor tener ocasiones por pura inercia y por sus destacables movimientos defensivos. Falló Quique, la tuvo Marí... La balanza se tenía que haber inclinado a favor de los blanquiazules, pero el fútbol coruñés también debía haber tenido un nivel superior.

La apabullante e ineficaz superioridad coruñesa duró algo más de media hora. El Nàstic se había librado por los pelos y, tras una contra llena de rebotes y par de buenas combinaciones, no se vio tan inferior y se animó a atacar. Fueron leves escarceos, los justos para recapacitar y hacer reflexionar a su rival. El colista se escapaba vivo y el Dépor, dubitativo, cabeceaba camino de los vestuarios para afrontar el descanso. Los fantasmas de los últimos empates sobrevolaban cada rincón del colieo blanquiazul.

Y cuando se cernían tinieblas sobre Riazor, Edu Expósito hizo la luz. Dio el paso al frente que toda su afición estaba deseando que diese, el que el propio Natxo le pedía. No era fútbol, eso ya lo da. Era atreverse a golear, ser atrevido en el remate. Su desmarque, media vuelta, recorte y disparo al ángulo es excelso, no es menos destacable la jugada colectiva previa que abrió el melón tarraconense. 1-0. Dos minutos y Riazor ya celebraba, mientras su gran apuesta de la casa se besaba el escudo justo en semanas con turbulencias para la cantera y, sobre todo, para el modelo de formación de los coruñeses.

El tanto liberó al Dépor, le quitó el tapón al duelo. El equipo coruñés, desatado, pudo sentenciar en los minutos siguientes. Primero fue el propio Edu y después un Fede Cartabia en una versión ínfima de sí mismo el que hacían lucirse a Bernabé. Los hombres de Natxo se empezaban a encontrar más y más cómodos, una sensación que se acrecentó con la entrada de Joni Montiel. Aunque parezca mentira, el fabrilista tocó dos balones y ya había mejorado las prestaciones del argentino en todo el encuentro. Su irrupción, inteligente y con desparpajo, es la única buena noticia de esta tarde para un Dépor que minutos vería como le empataban y casi le ganan.

En los instantes previos nada hacía presagiar nada parecido, salvo el hecho de que los coruñeses no eran capaces de cerrar el encuentro. Las oportunidades se sucedían para los locales, estaba más cómodo con balón que nunca. El problema es que los goles no llegaba y el Nàstic vio que era posible. Los cambios y las caras nuevas introducidas por Enrique Martín le sentaron bien. Primero marcó Luis Suárez y posteriormente el equipo tarraconense estuvo a nada de hacer el 1-2 sobre la hora. Dio gracias todo Riazor, mientras se echaba las manos a la cabeza por la suerte que habían tenido en esa acción y por la ocasión anterior que había malgastado Christian Santos casi a puerta vacía. Aún mandó Caballo un disparo al palo en el descuento. Tarde torcida en casa y no es la primera en lo últimos tiempos, justo donde se cimientan los ascensos. Esa lección hasta hace poco se la tenía muy aprendida el Dépor de Natxo, pero ahora va a tener que empezar a repasar la lección, mientras no se puede permitir el lujo de guardarse nada en sus duelos a domicilio. Viviendo al día.