El pleno al que aspiraba el Deportivo en el mes de marzo se fue ayer por el sumidero con un empate ante el Alcorcón que dejó destemplado a Riazor, acostumbrado sin embargo a los patinazos del equipo en casa después de tres empates consecutivos. Sin demasiada puntería y casi sin juego, los blanquiazules volvieron a decepcionar después de remontar ante los madrileños y se descuelgan a cuatro puntos del ascenso directo, la meta en este tramo del calendario.

El Deportivo arrancó perezoso, nada que ver con un Alcorcón en ebullición que buscaba encimar, promover las disputas y que el partido derivase en un cuerpo a cuerpo que no suele sentarle bien a los chicos de Natxo González. Quizá a los blanquiazules les descolocó la frialdad que se respiraba en la grada a pesar de los esfuerzos del club durante la semana para que Riazor llevara en volandas a los jugadores. El horario y el Carnaval pesaron más que la importancia de un encuentro al que los deportivistas no entraron bien.

Ya fuera por ese ambiente del comienzo o por la mayor decisión que mostró el conjunto del exentrenador blanquiazul Cristóbal Parralo, al Deportivo se le atragantó el comienzo hasta el punto de encajar a los diez minutos. Una indecisión entre Cartabia y David Simón dentro del área la aprovechó Pereira para encarar a Dani Giménez. El delantero no terminaría de aprovechar el regalo porque el lateral canario lo derribó con torpeza. Burgos no fallaría para volver aún más incómodo un partido ya de por sí molesto.

Aún tardarían los de Natxo en ponerse a la altura de su rival para empezar a asomarse por el área de los madrileños, pero ni siquiera cuando lo hicieron lograron espantar del todo el peligro que llegaba a la de Dani Giménez.

Los contragolpes por el escaso dominio del centro del campo deportivista se empezaron a suceder para disgusto de un David Simón al que Nono le hizo vivir un calvario. El canario sufrió cada vez que lo encararon, sin encontrar demasiada ayuda de sus compañeros. Cada llegada por la banda derecha deportivista era un drama y el antídoto tardaría en llegar.

No vino como consecuencia directa de un mejor juego de los de Natxo ni de una gestión más eficaz de un partido que se les resistía, sino a través del balón parado. No es ninguna novedad en este Deportivo, que ha sabido explotar el recurso de las acciones de estrategia con maestría. Una cosa distinta, de todos modos, sería desaprovechar las cualidades con las que cuenta la plantilla. A lanzadores como Cartabia o Edu Expósito hay que sumar la presencia intimidante de jugadores como Domingos o Pablo Marí. Fue así como el Deportivo comenzó a meterse en el partido.

Tuvo el empate en una falta que el portero visitante le negó primero a Cartabia y que después Mosquera no consiguió embocar en el rechace.

La falta de puntería volvía a materializarse para los deportivistas, que no conseguían fabricar oportunidades claras sin recurrir a la estrategia. El tanto del empate sería una muestra más de esa pelea con el gol de los blanquiazules, porque fue Quique el que terminaría marcando después de otra buena intervención del portero visitante.

Tenía todo el segundo tiempo por delante el Deportivo para encontrar un camino hacia el área del Alcorcón con la pausa y la paciencia que había mostrado de manera recurrente ante sus aficionados, pero lo que apareció fueron de nuevo las prisas y la precipitación. Esa pelea con el gol no ayuda porque casi al comienzo el guardameta del Alcorcón le sacó otro remate a Quique.

Más tarde sería Edu Expósito el que estrellaría un remate en el larguero después de una jugada maradoniana en el área en el que terminó sentando a dos defensas. No se lo creía el centrocampista, como tampoco se lo creía la grada cuando el Alcorcón consiguió empatar en los instantes finales después de que Quique pusiera en ventaja a los deportivistas de penalti. El equipo se replegó una vez más de manera descarada y al Alcorcón le hizo falta poco para logra un empate muy dañino para el Dépor.