Poco a poco, carcomiéndole, la duda ha ido erosionando al Dépor hasta convertirlo en un equipo irreconocible. Llevaba semanas sin encontrarse, sobre todo en Riazor, y en la segunda parte ante Las Palmas se le vio como un alma en pena deambulando sobre el terreno de juego. No tiene ideas, tampoco se las aporta Natxo, un entrenador transparente en los últimos tiempos. No llega a su grupo, no es capaz de hacerle reaccionar. El gol de Aythami, que se retrató en la celebración, supone hundir un poco la espada en la herida de un conjunto que necesita que le pellizquen, que le hagan un electro para saber si está vivo. El problema no son los puntos de distancia con el ascenso directo ni el colchón con los que vienen por detrás; lo que da miedo es lo perdido que se le ve, las sensaciones que desprende. Esta noche, por momentos, parecía un cadáver.

El inicio del duelo ya fue un como un trago con la garganta inflamada para el Dépor. Entre los fantasmas de los últimos empates en casa y las pseudoapariciones con tanto ex enfrente, se le acumulaban los impactos negativos. Pasado y presente, todo a la vez. El efecto Mel no fue baladí en esos primeros minutos. El conjunto canario arrancó mejor, fue superior en el primer cuarto de hora. Esos futbolistas que parecían haber olvidado lo que son, fueron punzantes y dinámicos para imponer su fútbol físico y sacarle la cadena al cuadro coruñés. No hubo ocasiones claras para los visitantes, pero la incomodidad blanquiazul era manifiesta. Todos los balones por alto y las pelotas dividas eran amarillas, al Dépor le tocaba sufrir, agarrarse al encuentro y esperar.

LaLiga 123: Los goles del Deportivo - Las Palmas (0-1)

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Y llegó su momento. En plena avalancha visitante los hombres de Natxo se empezaron a sacudir la presión con la ocasión más clara de todo el primer acto. Domingos Duarte se vio tan solo ante Raúl que no acertó ni a picar ni a esquinar su cabezazo. Es cierto que el pase de Pedro Sánchez en la falta lateral no venía todo lo tenso que requería la acción, pero fue tan clara... Riazor lamentaba y a la vez respiraba, mientras torcía el gesto. No le gustaba lo que veía, ya llovía menos.

Poco a poco el equipo fue creciendo de la única manera que podía hacerlo, si se atendía al plan de Natxo: con la pelota. Mosquera, el mejor de los coruñeses, bajó a tocar. Vicente y Edu se desplegaron en torno a él y el fútbol blanquiazul comenzó a desplegarse por dentro y por fuera. Sin excesos. Algo atascada, la maquinaria arrancaba. Le faltó en ese tramo algo de verticalidad para superar líneas, algún cambio de orientación, y claridad en los últimos metros, ya fuese en el remate y en el último pase. Estaba lejos de lo deseado, aún así avanzaba. Lo que mejor ejecutaba, sin duda, era la presión arriba.

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El Dépor cae ante Las Palmas en Riazor

Quien podía haberle aportado en el área rival en esos minutos era Nahuel, pero el argentino está aún sin confianza, encara dubitativo. Es una pena que desaproveche las enormes cualidades que tiene y esa zancada tras regate que puede ser diferencial en la categoría. Por ahora, se ofusca y se pierde, frustrado, protestando a árbitros y rivales. El Dépor mejoraba, no llegaba.

Y, de nuevo, cuando debía dar el paso al frente, se desmoronó: Déjà Vu. Los prometedores minutos finales de la primera parte no tuvieron continuidad ni se atisbó una pizca de crecimiento tras el paso por los vestuarios. Todo lo contrario. Pepe Mel blindó la banda derecha, fue ajustando a su equipo y se acentuó esa sensación de Dépor en retroceso, sin alma, sin ideas, sin nada. Mosquera seguía intentándolo, pero el equipo ni desbordaba ni superaba líneas ni se imponían los delanteros a los centrales. Ni siquiera le rescató en esta ocasión el balón parado o una jugada aislada. A pesar del panorama, el encuentro estaba igualado y sin ocasiones. El empate empezaba a sobrevolar el césped.

Ya pasado el cuarto de hora, el Dépor empezó a gritar que necesitaba cambios, que precisaba de aire fresco, de darle una vuelta a su apuesta. Natxo, como casi siempre, tardó unos minutos en escucharlo y se guardó a Christian Santos para los minutos finales. En un contexto de grupo diluido, Fede Cartabia no fue de nuevo una solución y la expulsión de Edu Expósito supuso el principio del fin.

Al quedarse con uno menos y ya sin Mosquera sobre el césped, la mala colocación coruñesa sobre el terreno de juego se acentuó. Ni jugaban ni combinaban ni ganaban un rechace. Las Palmas, hasta sorprendido, llegaba con comodidad, se plantaba con facilidad en la frontal. En una de esas ocasiones, Aythami ajustó su disparo al palo e hizo más profunda la herida. Gol, 0-1. Su celebración fue de bastante mal gusto, aunque en realidad era el menor de los problemas del Dépor. Riazor está harto o aún peor hay cierta desafección. Mal panorama cuando llega el momento trascendental de la temporada. Despierta, Dépor, despierta.