La sangría de puntos del Dépor en los últimos meses le ha llevado al diván y a cuestionarse prácticamente todo, incluso su relación con Riazor o sus supuestos efectos perniciosos. La grada no es la que era, tampoco le dan motivos para parecerse a sí misma después casi una década de continuo trasteo. El miedo escénico de un estadio campeón de Liga ha acabado propiciando una especie de efecto bumerán. Todos debían llegar asustados y perder por decreto y ahora todos se marchan crecidos y con puntos. La contrariedad de sentirse en caída libre y vulnerable ha generado una especie de juego revuelto en la búsqueda de los males de este equipo. La desesperación lleva a la dispersión, a apuntar en todas las direcciones. Injusto. El foco debe dejar de estar de una vez por todas en la grada, tiene que dirigirse a los actores principales. Riazor no merece ser un parapeto. Ya sea por fútbol o por bloqueo mental, este proyecto lleva semanas escurriéndosele entre los dedos a todos y cada uno de sus protagonistas: los técnicos, los jugadores, la secretaría técnica y los directivos, como últimos responsables. No es un sopapo seco, es una deriva dolorosa ante la que todos están siendo inocuos, transparentes. Duele verla, frustra la falta de respuesta.

Natxo hizo suyo el vestuario nada más aterrizar, le configuró una identidad casi desde el verano y el Dépor se arrancó a jugar y a ganar. Pero cuando tuvo que profundizar, cuando tuvo que responder ante las eventualidades, ha encallado. Y se mueve, pero no avanza. Cambia de sistema, baraja piezas, las envía del césped a la grada... Nada. Un técnico debe ofrecer soluciones al grupo y más a este tipo de colectivo con talento, pero la involución es patente como equipo y por individualidades. Salvo el inesperado Edu, nadie es mejor que en agosto. Tras el partido ante el Almería, en una de las primeras respuestas de su comparecencia, reconoció que en Riazor "hay mucha gente que ayuda y otra mucha gente que no ayuda". Más allá de la piel fina, de que la presión es inherente a esta profesión y de que poco se le ha dado al deportivismo en 2019, apuntar a la grada nunca, nunca va a ayudar. Sinceridad contraproducente. No es el momento de los reproches para tu gran aliado natural, tampoco el de escudarse haciendo continuas referencias al aspecto psicólogo como si fuera algo ajeno a él. También tiene que saber llegar al grupo, activarlo en ese aspecto. Poco tiempo, muchas tareas que afrontar.

No son solo las decisiones, también son las piezas y en qué estado se encuentran. Algunos siguen perdidos en la enfermería, otros lejos del nivel que se les presupone. Debe de los propios futbolistas y también de quien los trajo: Carmelo y su equipo. Abegondo se oxigenó y nadie niega el nivel de los integrantes de la caseta, pero hoy en día se vislumbra poco rendimiento inmediato y escaso margen de explosión a medio plazo. Daba gusto ver a los jugadores del Almería. Lo que eran hace unos meses y lo que son hoy. ¿Cuál es su límite? ¿Cuál es el suelo de los del Dépor? Los movimientos en el mercado de invierno tampoco ayudaron, menospreciando la figura del mediapunta gestor de juego, ojala Vítor Silva sea un mirlo blanco.

El Dépor femenino y Riazor

En el medio del sinsabor semanal del primer equipo y el naufragio de la cantera, emerge el Dépor Abanca. Si nada se tuerce, el fin de semana se proclamará campeón de su grupo y jugará por fin la liguilla. El primer año aún no estaba maduro, en el segundo sufrió un accidente y en este será suya. El Sárdoma, su rival del domingo, no puntuó hasta la jornada 14 y ha perdido diez de sus once partidos en casa. Se medirá a un equipo que lleva 22 victorias seguidas. Desde que empató ante el Lugo en la primera jornada no aflojó. Ese es parte de su mérito, el de no dejarse ir en una liga que se les queda pequeña, el de seguir teniendo hambre entre tanta goleada sonrojante. Un orgullo. De momento, el único esta temporada. Será complicado por el calendario, porque hasta el final de Liga los encuentros del primer equipo masculino y femenino se solapan en casa y en el play off de ascenso los técnicos querrán seguir al abrigo de Abegondo y no variar las rutinas del grupo, pero queda pendiente un duelo oficial de las chicas de Manu Sánchez en Riazor. La afición siempre ha estado con ellas, pero en un momento de gestos y de explosión del fútbol femenino, es el momento de que el deportivismo tome la palabra. Más de uno se sorprendería.