Un Deportivo agarrado a Quique González se quedó a medio camino ayer en Oviedo. Fueron la insistencia y la ambición del delantero lo que le permitieron arañar un empate en el Carlos Tartiere en otro partido descafeinado del equipo de Natxo. El punto vuelve a dejar mal sabor en una jornada que se presentaba propicia por los tropiezos del resto de aspirantes. Le sirve de poco en la clasificación y de casi nada para levantar el ánimo después de un mes decepcionante y plagado de tropiezos inesperados.

De Oviedo regresa el Deportivo sin mejorar sus sensaciones, pero con Carlos Fernández alistado de nuevo en el equipo para el tramo decisivo del campeonato. Eso ya es mucho para un conjunto en retroceso futbolístico desde que el delantero se quebró a comienzos del mes de diciembre. Conforme encadenaba recaídas, crecían las dudas de un conjunto que ayer regresó a la fórmula que más le ha funcionado.

Natxo recuperó el rombo para el Tartiere y con él su esquema fetiche, pero en la previa ya había advertido que no se trataba tanto del dibujo como del rendimiento individual que fueran capaces de mostrar sus jugadores. Con ello admitía que buena parte de los males en las últimas semanas parten del mal estado de forma de muchos futbolistas y de su falta de confianza.

A partir de ahí se entiende también el gol que encajó el conjunto deportivista cuando en las gradas semidesiertas del Tartiere retumbaban las 3.000 gargantas de seguidores blanquiazules. Buena parte de la afición ovetense retrasó su entrada al campo hasta el minuto 12 y se perdió el tanto con el que Bárcenas adelantó a su equipo antes de que se alcanzara el 10. El panameño aprovechó la indecisión de toda la defensa deportivista, en la que prácticamente toda la línea dimitió de una jugada que arrancó con Saúl Berjón haciéndole un roto a Didier Moreno, ayer de nuevo ubicado como interior derecho. El centro lo desvió Joselu en el área sin demasiada oposición de Domingos Duarte y después Somma, Caballo y Dani Giménez ejercieron como simples espectadores ante el remate de cabeza del delantero rival.

El partido se ponía así en el peor escenario posible para los deportivistas dadas las dudas que los carcomen y su demostrada incapacidad para remontar un marcador adverso. Lo ha hecho en contadas ocasiones esta temporada, pero a partir de entonces se agarró a Quique González para tratar de asomarse por el ´área de Champagne.

El delantero fue lo mejor de una primera parte insufrible en la que el Deportivo insistió en los problemas que ha atravesado durante el último mes. Volvió a naufragar especialmente para armar el juego, exigido de nuevo en ese papel un Álex Bergantiños al que se le ven las costuras cada vez que tiene que partir con la pelota entre los centrales. No le ayudaron tampoco Domingos ni Somma, precipitados en los pases.

En eso no desentonaron con un equipo que ayer falló incluso las entregas más sencillas. Le faltó continuidad y referencias en un centro del campo en el que Vicente tampoco brilló y Didier demostró que su posición más adecuada es la de pivote. Con campo por delante el colombiano despliega sus condiciones, pero sufre para ofrecerse como alternativa en las transiciones.

Eso era precisamente en lo que debía mejorar el conjunto de Natxo para inquietar al Oviedo en la segunda mitad, cuando las fuerzas de los locales para llegar a cada disputa empezaron a disminuir. En ese juego entrelíneas emergió Carlos Fernández, el mejor especialista en ese apartado de un equipo ahora huérfano de mediapuntas. Una pelota que le llegó cerca de la banda izquierda la sirvió con una rosca exquisita a Quique González , que de primeras en el área hizo daño donde mejor se desenvuelve.

Con el gol, sin embargo, el Deportivo apenas encontró continuidad en sus acciones y acabó apurado sobre la portería de Dani Giménez por sus problemas para gobernar la pelota. Consintió demasiado y apenas inquietó en los minutos finales.