El VAR entró en el partido de Riazor relativamente pronto, con el gol de Koné. El árbitro lo había anulado porque uno de sus asistentes había levantando el banderín para indicar que el delantero blanquiazul estaba en fuera de juego cuando disparó Borja Valle, pero las tecnología demostró que estaba en posición legal en ese momento. Un minuto de incertidumbre, y la explosión final, porque el primer tanto subió al electrónico.

Sin embargo, el sistema de videoarbitraje tendría que haber entrado antes, pues en el minuto anterior hubo un claro agarrón de Christian sobre el propio Koné, que el marfileño acabó con un remate forzado. ¡No se tiró!, fue lo que se dijo. Hubo agarrón dentro del área y por lo tanto hubo penalti.Que un futbolista no intente disimular no significa que no haya sido objeto de una infracción, como le sucedió ayer al atacante costamarfileño.

La tecnología ayuda en jugadas determinadas „a los árbitros y a los equipos„, pero lo que no hace es marcar las pautas del juego, ni en lo que se refiere al planteamiento y a la introducción de las variantes que se necesitan durante un partido. Tampoco está para determinar cómo hay que defender las jugadas de estrategia del adversario, y ayer se vio que el Deportivo lo hace de forma similar a como lo hizo durante buena parte del curso pasado, con la línea metida muy atrás, en la línea del borde del área.

Y así llegó el primer gol del Oviedo, con un golpeo seco de Saúl, que tocó Lolo y que intentó cortar Somma, pero el italiano lo único que consiguió fue desviar el balón y evitar que Dani Jiménez pudiese reaccionar. El guardameta, en este caso el deportivista, apenas tiene tiempo de actuar, como se comprobó ayer y como se comprobó en otros muchos partidos de la pasada campaña con Natxo González en el banquillo. Por supuesto, esta es una decisión de los técnicos. Pero supone un peligro añadido.