Siete partidos acumula el Deportivo sin ganar para desesperación de unos aficionados que ayer la tomaron con todos los que la podían tomar. Lo hicieron con razón, desencantados de un equipo que se ha vuelto insufrible con el paso de las jornadas. Cada vez baja más escalones, y ya no solo en la clasificación. Ayer empató contra el Mirandés con una actuación paupérrima que puede provocar un terremoto en el club. Lo que dejó la cuarta igualada seguida fue una fractura con la grada y la imagen de un grupo superado por las circunstancias. Pensar en si este Deportivo será capaz de ganar un partido resulta una entelequia, en parte porque no se sabe si los jugadores no tienen confianza los unos en los otros, si no la tienen en su técnico, si éste no la tiene en ellos o si es una mezcla de todas. Sea como sea, el horizonte pinta oscuro alrededor de un grupo superado.

Al Deportivo le aguardaba un partido con una dosis de dramatismo a la que por desgracia se ha abocado por su irregular arranque de campeonato. Ganar se presentaba como el único resultado posible para un equipo sumido en las dudas después de seis jornadas consecutivas sin cantar victoria, pero la sensación es que el miedo al error pesa más que las ganas por darle la vuelta a una situación incómoda. No ayuda tampoco el ruido que se ha generado alrededor del conjunto blanquiazul y de su entrenador, Juan Antonio Anquela, en las últimas semanas para afrontar con serenidad un compromiso como el de ayer contra el Mirandés.

Todo junto, los malos resultados, el juego irregular y el pánico a fallar, dan como resultado un cóctel intragable como el que ofreció ayer el equipo en una primera mitad para el olvido. No fue tan horrible como la que firmó contra el Numancia, pero irritó de una forma parecida a la grada de Riazor.

Decir que el Deportivo no juega a nada puede resultar incluso benévolo, porque hasta para no jugar a nada existe un método. El conjunto blanquiazul es la ausencia completa de ideas y de planteamientos. Resulta difícil descifrar cuáles son las intenciones de un equipo sin criterio para atacar o defender. Ni siquiera lo tiene ante rivales que le aprietan tan poco como ayer el Mirandés.

Un disparo de Borja Valle cuando la primera parte ya agonizaba fue todo el bagaje ofensivo deportivista antes del descanso. Le falta de todo a este Deportivo, cuya carencia más importante es sin embargo su alarmante incapacidad para armar el juego.

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El Dépor no pasa del empate ante el Mirandés

Lo consigue, y de aquella manera, cuando logra que Gaku vea el fútbol de cara. En pocas ocasiones el japonés encuentra a sus compañeros porque casi todo es previsible en este Deportivo limitado por sus propias inseguridades. Lo es cuando trata también de ponerle una marcha más al partido y subir el ritmo porque se desnuda por completo la ausencia de un plan colectivo que logre armonizar el juego del equipo.

En ese contexto aparecen jugadores voluntariosos como Mollejo, Borja Galán o Borja Valle, que pueden resultar determinantes en determinadas situaciones individuales pero que se vuelven intrascendentes cuando tratan de suplir las carencias colectivas. Es así como afloran los nervios y las imprecisiones que llevan a Lampropoulos, por ejemplo, a fallar dos entregas sencillas a compañeros para desesperación de una grada de uñas.

Mejorar la primera parte se le presentaba sencillo al Deportivo, pero lo que hizo fue empeorarla nada más regresar de los vestuarios. El Mirandés aprovechó un barullo en el área después de una defensa poco acertada para adelantarse en el marcador y despertar por completo las iras de la grada de Riazor contra el palco.

Las críticas las abortó el gol de Mollejo que puso la igualada, pero incluso después de eso al Deportivo le siguieron faltando ideas para ir a por el partido de manera decidida. Tuvo algo más de criterio cuando Peru Nolaskoain, al que se le aguarda como remedio de buena parte de los males blanquiazules, sustituyó a un Gaku de nuevo perdido en el papel de mediocentro.

No termina de cuajar el japonés, desorientado en un doble pivote que no aporta soluciones para desesperación de un Aketxe que ayer pasó desapercibido ante la incapacidad del equipo para conectar entre líneas. El remedio fue empujar a la desesperada, el único recurso ya de un Deportivo insufrible.