Hay tantas cosas anormales en este Dépor que a su gente hasta le tira celebrar lo lógico, lo consecuente, lo que debería ser el día a día. Un lateral de la cantera que juega tres partidos, un sistema que parece funcionar, el mediocentro con mayor trayectoria del equipo poniendo algo de calidad y coherencia con el balón sobre el césped... La anemia hace que todo se perciba como un banquete. Y en eso o en eso quiere estar el deportivismo para alejarse un segundo del fatalismo, para ver algo de vida a pesar de tener ya en las narices el tráiler que le va a embestir. Una muerte a cámara lenta. Luis César aún no ha ganado, tardó siete semanas en modificar el esquema y algo menos en tirar de la cantera. Todo alienta a seguir, todo es tan insuficiente. Persistir, nunca desistir. Sin las victorias, todo se percibirá de momento como mejorías de microscopio, a las que hay hasta cierta dependencia. Queda tanto por remar que impone. ¿Pero existe otro camino que el de la fe y no bajar los brazos?

Mujaid recortó hacia adentro, vio un pasillo, tiró de potencia y se plantó en el área. Su tiro acabó fuera, tampoco es lo que le pide su técnico. Esa jugada ante el Alcorcón, más allá del desenlace, esconde atrevimiento; ya no tiene miedo a equivocarse. A Riazor le llenó los ojos. Por inusual. Alguien criado en la casa que pide sitio en la caseta de los mayores. Las penurias deportivas y económicas invitaban a pensar que en una situación así, los chavales encontrarían la puerta abierta, entreabierta. Ni mucho menos. El entorno de un club con su cultura de cantera casi aniquilada no deja de vivir con cierta sorpresa la irrupción de su mejor proyecto, a pesar de haber asomado la cabeza en un puesto no trascendental, que no es el suyo. Su progresión en tres tardes es notable. El tiempo le asentará. Como a todos. ¿O acaso cómo fueron los primeros cinco partidos de Edu Expósito hace un año y cómo acabó jugando? Nadie se convierte en futbolista del primer equipo de la noche a la mañana. Ahora le queda al propio Mujaid seguir avanzando, minimizar el salto con sus prestaciones y ser algo menos "travieso", como diría Luisito.

A quien también se le aguardaba desde hace tiempo y el sábado por fin apareció fue a Vicente Gómez. Hace un año se convirtió en una sombra de lo que había sido en sus primeros partidos en A Coruña y ha necesitado tiempo también para pasar el luto del partido de Mallorca. Ese día fue arrinconado en un precipicio, obligado a hacer demasiado, a dedicarse a lo que peor se le da, y claro, se acabó despeñando, como todo el equipo. En Almendralejo, a pesar del descalabro, avisó y frente al Alcorcón empezó a volver, con Luis Ruiz como socio preferente. El cambio de sistema está íntimamente ligado a su paso adelante. Luce como interior, le sienta bien. Su caso es paradigmático. A este Dépor le están condenando muchas cosas, entre ellas el rendimiento individual de sus futbolistas. Aun así y a la espera de que vuelvan a ser lo que se presupone que son, hay que crear un ecosistema que los potencie, plantearles un camino que les permita dar pasos cortos y seguros antes de que puedan correr o escalar. El 4-3-3 eleva a Vicente, eleva a muchos blanquiazules. Es un esquema que lo pedía a gritos la configuración de la plantilla desde la jornada 2 y con el que hasta ahora no se habían atrevido ni Anquela ni Luis César. Era tan evidente y no supieron verlo. ¿Por qué? ¿Qué les alejaba de esa apuesta? ¿Hay alguna razón oculta? El siguiente que debe encontrar acomodo en este nuevo Dépor es Gaku. Es un lujo que lleve mes y medio perdido en la grada. Ni merecía jugar por decreto ni ahora este proyecto puede permitirse ese tipo de dispendios.

El Deportivo Abanca y el estilo

Todo lo que es enrevesado, complejo y lleno de dobleces con el equipo masculino se convierte en natural para el Dépor Abanca. Perdió 6-1 en Barcelona y aun así logró que su afición esté orgullosa. Se lo han ganado. El sufrimiento estaba asegurado en un duelo tan desigual para cualquier conjunto de la Liga, pero compensa al menos ver al grupo de Manu Sánchez intentando ser fiel a sí mismo en la adversidad, tocando, no asustándose ante la avalancha blaugrana y rotando a su gente importante a pesar de las bajas. Equipo en todos los sentidos. Hizo lo que debía hacer, sabía a lo que se exponía y minimizó los arañazos. Las horas posteriores las vivió con la peña Miau de Barcelona. Hablaron, cantaron, disfrutaron. Lo normal, lo natural. ¡Cuánto lo necesita el Dépor a todos los niveles!