El Dépor y el deportivismo se han acostumbrado tanto a la derrota que los grises ya los marcan cómo pierde. Y, en ese sentido, es un equipo que semana a semana no deja de superarse para mal. La Ponferradina le pasó esta tarde por encima jugando a ratos y con la primera marcha puesta. El equipo coruñés, aún así, pareció estar a años luz no solo de poder imponerse, sino durante muchos minutos de marcar un gol. Impotente hasta el infinito. Un club fantasma solo puede engrendar un equipo dimitido y eso es lo que se puede ver a día de hoy sobre el césped y gran parte de los estamentos del club. Un tsunami que lo ha arrastrado todo. Un entrenador inocuo, una plantilla aniquilada por sus carencias y miedos. Lo peor no es irse a Segunda B, es el cómo y sobre todo qué habrá, qué se encontrará el club cuando se abra esa puerta y si está preparado para lo que se encontrará más allá del umbral. El Dépor es un alma en pena vagando por esta Segunda, cada semana se muere un poco más.

Para darle un leve atisbo de emoción, el Dépor se desplegó en el primer minuto de partido como un equipo diferente. Una combinación, una llegada a línea de fondo de Luis Ruiz y hasta un posible penalti a Jovanovic hicieron albergar en el deportivismo una mínima esperanza de que algo podía cambiar. El enésimo espejismo ya se había desvanecido mucho antes del gol de Yuri en el minuto 7. Los bercianos hicieron dos combinaciones y ya parecían un sputnik moviéndose entre carricoches. Mejor colocados, con más soltura y confianza en el toque; ya se veía venir lo que sería el resto del duelo. El brasileño, con pasaporte portugués, enviaba a placer de cabeza y a la red un centro tendido. 1-0. Parecía inofensivo el lanzamiento, lo hicieron bueno la mala basculación de Luis Ruiz y la pérdida de la marca de Somma. La misma historia de cada semana. Esta vez la padecían miles a distancia y casi 500 en directo en El Toralín. Más que una condena, es una cadena perpetua.

Los siguientes minutos pudieron ser la sentencia para el Dépor. Yuri, Isi... Muchos fueron los que pudieron hacer el segundo casi de inmediato. El equipo coruñés era una caricatura. Fallaba pases fáciles, seguía horriblemente colocado y su ataque se mostraba inofensivo. Solo el paso atrás de la Ponferradina, que se dio un respiro e incluso sesteó, sirvió para darle una oportunidad y entregarle la pelota. No sabía muy bien qué hacer con ella el equipo coruñés con Vicente como único faro posible y futbolistas sobrepasados, trompicados y sin ideas. Las porterías hasta le sobraban. El partido seguía consumiendo minutos insulsos hasta que otro fallo de Lampropoulos en la salida de balón le regaló otro tanto al conjunto local. El griego falló el pase y reculó, reculó hasta hacer un pasillo a Yuri. 2-0. Mal equipo, fallos individuales... Así es imposible, de mal en peor.

Luis César volvió a hacer dos cambios al descanso. No hay peor síntoma que convertir en costumbre las medidas de emergencia. El Dépor no tenía ningún recorrido en este partido, pero aún así en el segundo acto es posible rescatar las aportaciones de Mollejo y Christian Santos. El venezolano se hinchó a bajar balones y a repartir juego y el cedido por el Atlético hasta marcó un gol, pero en circunstancias así ni le VAR ayuda. El atisbo de resurrección no tuvo el refrendo del gol y se volvió a diluir con la facilidad de costumbre. Tampoco se puede considerar un buen baremo esa segunda parte para calibrar unos hipotéticos méritos coruñeses, ya que la Ponferradina le llegó con templar, un repliegue medio, alguna escaramuza de un Yuri con ganas de ridiculizar y dejar que el equipo coruñés se ahogase en su propia inoperancia. Beto da Silva también tuvo sus minutos. Siempre queda como última opción. Los últimos minutos fueron más propios de un partido de pretemporada, de un alma en pena. Los 500 sufridores de Ponferrada pedían responsibilidades, mientras como cada día el Dépor se iba consumiendo un poco más. No hay fin para esta agonía.