No será un duelo ante la extinta UD Salamanca o ante su club heredero, pero el regreso del Dépor a la capital charra para medirse mañana al Unionistas despierta la nostalgia de los enfrentamientos ante un rival natural de los blanquiazules, que en su última fase, en los años noventa, le deparó más de un disgusto de difícil digestión. Uno de ellos, el peor, ante un justiciero que luego sería reclutado para la causa blanquiazul unos meses después: Pedro Miguel Carreiro Resendes, Pauleta.

El Dépor llegaba a principios de aquel mes de diciembre de 1997 pleno de dudas al duelo de El Helmántico. Después de ganar títulos y asentarse en Europa, el proyecto se tambaleaba. Carlos Alberto Silva ya estaba fuera y parecía que el campo del recién ascendido era territorio propicio para remontar el vuelo y alejar la sombra del descenso. Y el choque no empezó nada mal. Madar adelantaba al conjunto coruñés, ya con Corral en el banquillo, en la primera parte y el equipo blanquiazul iba aguantando las acometidas de su rival hasta que cayó la resistencia. Fue Pauleta el que en el ecuador del segundo acto daba el pitoletazo de salida a la debacle blanquiazul. Fue el primero de sus tres goles aquella tarde, su mejor tarde anotadora de aquella temporada en Salamanca y parte de su pasaporte a jugar al año siguiente en Riazor. Seis meses y medio después y previo pago de unos mil millones de pesetas, el portugués desembarcaba en A Coruña en el año de la reconstrucción y la llegada de Irureta. Jorge Mendes estuvo involucrado en aquella operación tras haberse estrenado con Augusto César Lendoiro con la llegada a Riazor del también portugués Nuno.

"En el Dépor me costará menos marcar porque cuenta con grandes jugadores". Pauleta no se escondía al verano siguiente en su presentación como nuevo jugador blanquiazul. Solo estaría dos años en A Coruña, pero lo suficiente para contribuir a la histórica Liga y para dejar dividendos con su traspaso a un PSG en el que hizo historia. Pero todo empezó en aquella tarde en El Helmántico en la que el Dépor pagó con una derrota, pero empezó a echarle el ojo a aquel azoriano.