Ahora que el Dépor pide volver a mollarse y que la Copa del Rey del Bernabéu vive el tiempo de descuento de sus bodas de plata, los aficionados se han topado esta temporada 2020-21 con una zamarra que supone un remake, un homenaje a la histórica camiseta en T que trajo modernidad entre el deportivismo en los albores de los años noventa y que acompañó la primera época dorada, la del Superdépor, la del ascenso entre llamas y el primer trofeo nacional tras un diluvio. La mano que estaba tras ese diseño, el impulsor de esa elástica para el recuerdo es Enrique Cabarcos, vilalbés, asentado en A Coruña desde hace cuatro décadas y que, pasados los años, tiene claras las razones de aquella victoria rotunda entre la masa social. Triunfos, innovación y respeto a la tradición. Una fórmula, para él, infalible. "Ganar es capital, siempre, vaya por delante", avisa. "Pero creo que se identificaron tanto con ella porque a la gente le gusta ver que el mundo avanza, que se mueve y que lo hace en su dirección. Y la asimilaron bien porque yo me preocupé mucho de respetar la verticalidad de las líneas. Me dije 'voy a meter dos horizontales, pero debo hacerlo de una manera en que no me esté cargando toda la tradición del uniforme del Deportivo", razona: "Hay que innovar, pero con cuidado. Las camisetas de fútbol no son moda, no pueden serlo. Puedes hacer 500 bocetos que como no tengas bien estructurada la historia... Hice muchísimos diseños y me quedé con dos que se llamaban Hércules Hérculesy Riazor. Eligieron el primero, era el que más nos gustaba a todos".

Bocetos previos del diseño Hércules que aún conserva. // Casteleiro/R. A

"El diseñador Bob Gill decía que en el problema estaba la solución y ahí busqué y busqué. Me inspiré en el cuerpo humano, hay que ir a la base de las cosas", apunta sobre la guía mental que le llevó a ese diseño en T. Y no solo era esa cruz, eran los números en las mangas, en el dorsal... Muchos detalles ahora asimilados como cotidianos que entonces eran rompedores. "Queríamos aportar algo diferente y que estimulara, y coincidió con un cambio en la directiva del Dépor. Pero nos costó vendérsela, que la entendieran. De hecho, era un proyecto más global, pero solo se quedaron con la camiseta", cuenta Cabarcos de una idea que salió de su pulso entre 1987 y 1989 (ni siquiera había ordenadores en Factoría Gráfica, su estudio) y que acabó llegando al despacho de un reticente Lendoiro a finales de los 80. "El proyecto global les sobrepasaba. No sabían bien si aquello podía ser importante o no. Con el número y el nombre de los jugadores en la espalda fue la de dios. Me decían: '¿Pero cómo voy a obligar a Bebeto a vestir la misma camiseta todos los años?'. Yo les decía que no era obligarlo, que era convencerlo", relata antes de dar contexto. "En aquel momento, suponía una novedad, para mí era interesante comercialmente, era generar identificación de la gente con el jugador. Un concepto muy vendible", recuerda hoy su planteamiento de entonces que acabó teniendo un punto visionario, tal y como se gestiona el marketing actual.

Entre escollos y con "muchas prisas" la camiseta de la marca Rox vio la luz a principios de 1991, en mitad de la temporada del antepenúltimo ascenso. Aquellos goles de Stoja y lo que vino después elevaron un diseño que, en su momento, chocó. Desde la distancia y para los profanos, la zamarra ya parecía redonda, pero ni mucho menos era así para su creador. Hubo disgustos en el proceso y en el primer resultado final. "No estaba bien, me cabreé bastante," reconoce. "En la manga, desde el codo a la muñeca, la pusieron toda azul; parecían los manguitos que llevaban los oficinistas en las películas antiguas para no mancharse", admite aún contrariado: "Tardamos meses en convencerlos de que había que cambiarla, de que había que ser precisos. Un desfase de tres centímetros en una prenda es mucho. Es timar al aficionado, el diseño hay que llevarlo a donde es".

Imagen del diseño Riazor, descartado entonces por el club. // Cedida por Enrique Cabarcos

Solo cuando la marca inglesa Umbro asumió la producción en 1992 respiró totalmente aliviado. "Hasta entonces no se cambió", reconoce antes de relatar su triunfo. "Me dijeron 'vale, vete a Vigo (donde estaba la fábrica en Galicia) y habla con ellos y haz lo que te dé la gana con la prenda'. Me fui con Pepe Guillín, una persona encantadora, y fueron superprofesionales. Estuve con los patronistas, encantadores; salió clavada. Esa es la que es fiel al original que diseñamos. Hay mucha diferencia entre una y otra", razona.

Homenaje y catálogo

Cabarcos valora el esfuerzo que hace el Dépor respetando la historia en sus diseños y les anima a ser aún "más rigurosos". Precisamente, el club coruñés huye de los catálogos, tan en boga en el fútbol actual. "Ahora todas las camisetas se parecen mucho. Les meten una especie de jaspeado en el fondo, a mí me gusta el color y que sean limpias, sin figuras, porque eso las iguala", apunta quien cree que "los equipos de fútbol deberían tener un equipo de diseño propio, contratarlos o hacer de cuando en cuando un concurso".

Enrique Cabarcos, en su estudio enseñando los bocetos que conserva de la camiseta/Casteleiro/Roller Agencia