Quien hoy es maestro hubo un día que fue debutante. La tarde del 2 de enero de 1971 sonaba el teléfono en la casa de los Iglesias Vázquez. A un lado de la línea estaba el presidente Antonio González, al otro un joven Arsenio, que acababa de cumplir los 40 años. Sería la primera de muchas llamadas al teléfono rojo del deportivismo, ese que siempre daba línea en los malos momentos.

Acababa de caer Roque Olsen en su segunda etapa como blanquiazul, el entrenador del ascenso de 1964 ante el Celta. Tomaba el mando del banquillo el técnico de un interesante Fabril, el que durante un par de años había sido ayudante de Cheché Martín con los mayores.

Ya de vuelta de sus aventuras como jugador en Sevilla, Granada, Albacete y Oviedo, Arsenio aceptaba, se decidía a estrenarse, a pesar de la gran responsabilidad que sentía. A toda prisa se marchaba esa misma tarde al hotel Embajador, donde estaba concentrado el equipo. Al día siguiente, iba a debutar en casa ante el Racing de Ferrol y, aunque conocía bien al grupo y sabía lo que quería, no le sobraba el tiempo para que empezasen a asimilar su conciso y efectivo ideario.

“No ha cambiado nada. Era metódico y paternalista”, cuenta Belló

“Para mí Arsenio no ha cambiado nada de nada. Es el mismo”. Belló deportivista entre 1968 y 1977, reconoce en los años sucesivos a ese joven técnico que se encontró aquella tarde de invierno en la previa del primer partido de 1971. “Podía dar otra impresión, pero ya tenía ese carácter, esa personalidad. Paternalista y metódico, muy interesante. Sus ideas las tenía claras y fue las que nos transmitió desde el principio”, esboza de manera nítida, a pesar del medio siglo transcurrido. “Me ayudó, me enseñó. Es el primer técnico que recuerdo que, tras los partidos, nos reunía a unos cinco jugadores y los analizábamos. Veíamos lo bueno y lo malo y ya pasábamos página. Era estupendo”, recuerda de un entrenador inexperto, pero adelantado a su tiempo.

Vicente Cervera, que en los años 80 sería su ayudante en Riazor, era otro de los que estaba en aquel vestuario. Calca la impresión y las palabras de Belló, pero remarca el “acierto de Antonio González”. Por entonces, la alternativa para devolver a aquel Dépor a Primera en el año de ampliación de la categoría era Daucik, campeón de Liga con Barça y Athletic. Triunfó la apuesta de la casa, refrendada a medio plazo con el ascenso del gol de Beci. Para Cervera, más allá del final feliz, darle la alternativa al arteixán era el paso natural para un equipo que Olsen había dejado en ascenso, pero que solo había ganado un partido fuera en toda la primera vuelta: “Estábamos en un mal momento y él nos conocía mejor porque había estado varios años con Cheché, con nosotros. Supo sacarnos rendimiento”.

“Estuvimos 40 días en el balneario de Arteixo, era como una casa rural”, relata Cervera

El primer día, entre nervios e inseguridad, solo sacó un empate ante el Racing (2-2) en un partido polémico en el que Manolete y Domínguez fueron expulsados. Le costó ganar el primero, pero poco a poco el equipo cogió rumbo y hojas de su libreto. El orden y la querencia por la pelota, que luego le acompañaron en su carrera, empezaban a asomar. Su llegada, más allá de que era exigente y detallista con sus jugadores, también ayudó a descargar el ambiente. Una confesión de Belló dibuja cómo había sido el pasado reciente, lleno de desconfianza y exceso de celo. “Domínguez, Gaona y yo vivíamos en una pensión y raro era el sábado que Olsen no mandaba a alguien para inspeccionar si estabas en casa, a veces venían a la una de la mañana. Tuvimos que darles un toque de atención”, cuenta.

La Copa y el Madrid

Arsenio, que había sacado su título de entrenador en la misma promoción que Puskas y que siempre había sido empujado por Helenio Herrera a una carrera en los banquillos, estaba por fin al mando. Llegó el ascenso a la primera, otra vez, aunque aquel año muchos aficionados e integrantes del vestuario también lo recuerdan por la exitosa travesía en Copa, que les llevó a eliminar a Madrid y Celta, dos Primera, y por una eterna concentración en el balneario de Arteixo, muy fructífera, pero también profundamente reveladora de la personalidad y el método Arsenio.

“Aquello era como una casa rural. Estuvimos allí 40 días, de maravilla; Arsenio solo nos dejaba ir a A Coruña a buscar ropa”, recuerda Cervera. “Hasta controlaba las mesas en las que más se bebía, venía él con la botella y te servía en las comidas”, cuenta entre risas Belló. Otra vivencia del recientemente fallecido Joanet, contada por Xosé Hermida en su biografía de Arsenio, explica hasta qué punto era obsesivo y ponía al jugador siempre por delante. Contaba el ex meta que una madrugada en el balneario, previa a un partido, unos perros no paraban de ladrar y se encontró al técnico lanzándoles piedrecitas desde la ventana para intentar dispersarlos y acallarlos. Todo por su equipo, por su descanso. Así era, así es Arsenio.