Y 24 años después, Rubén de la Barrera (A Coruña, 1985) volverá a llevar el escudo del Dépor en el pecho. Aquel niño que se quedaba embelesado con el juego, aquel delantero que se alimentaba de su rapidez en el área dará continuidad desde esta mañana a ese idilio pasajero que vivió de blanquiazul en un verano de 1997. Hace un cuarto de siglo como promesa del fútbol modesto coruñés, hoy como jefe técnico de Riazor. De fondo, la que siempre ha sido su pasión.

“Era rápido como yo, los había más corpulentos. Los dos, delanteros”. Habla Rubén Rivera, debutante con el primer equipo en 2007 y que entonces compartía peripecias ofensivas con aquel ariete del Ural, que fue uno de los doce seleccionados por el Dépor para representar al club en el incipiente torneo de Brunete, que en aquella ocasión se disputó en Majadahonda.

Fue una experiencia fugaz, pero marcó a toda aquella generación, formada ante la ausencia de equipos infantiles en la base del Dépor. Por allí, estaba también Chapi, que llegó a debutar con los mayores de la mano de Lotina, no así Álex Bergantiños, que jugaba en el Imperator, pero que no fue seleccionado. Adrián Seijoso, Rubén Sanmartín, Daniel Vilariño, Alberto Fuentes, Carlos, Lito, Santi Peleteiro y César Prieto les acompañaban. La hornada del 85, que el tiempo acabó convirtiendo en dos jugadores y un entrenador del primer equipo y en un puñado de meritorios del fútbol modesto de A Coruña.

La premonición culé

“Cúidelo, que este va a tener futuro en el fútbol”. Esta fue la frase que le transmitió un directivo del Barcelona a principios de los noventa a Ángeles de la Iglesia, concejala del PP entre 1983 y 1995 e histórica dirigente empresarial coruñesa, tras haber compartido animada tertulia en el palco durante un Teresa Herrera con un niño que levantaba pocos palmos del suelo. Aquel joven, nieto de De la Iglesia, era Rubén de la Barrera, que durante un tiempo se convirtió en habitual del palco, mientras correteaban cerca de él los vástagos de Bebeto y diversas estrellas del Superdépor. “Siempre fue un niño mayor”, avanza su abuela, emocionada tras el anuncio, pero también con la pena de que otros de sus abuelos, Adolfo, fallecido hace unos meses, no pudiese disfrutar de este momento con él y con el resto de la familia.

“Él estaba ahí, quieto, sentado, no le quitaba ojo al partido, daba gusto llevarlo. Se sabía los nombres y la vida y milagros de todos los jugadores”, recuerda de un De la Barrera, que no superaba los diez años. Sobrino de Luis Ucha, la pasión iba ya en los genes.

Aquella necesidad de seguir atento al juego la llevó al césped, a Brunete y de manera precoz a los banquillos. Fue entonces cuando encontró la vocación y ya solo pensaba en formarse. “Cualquier libro de fútbol que había, el más actual, había que comprárselo. Todo era aprender y leer. Es correcto, serio, trabajador y muy coruñés, estoy muy orgullosa”, cuenta y sentencia.

Él llega al banquillo y la saga continúa. Un ahijado de Rubén ya está en la base del club, Daniel García de la Barrera, infantil de segundo año. Una pasión intergeneracional y siempre unida al fútbol, al Dépor y A Coruña.