Hace tiempo que al Dépor le lleva la vida y hacia ningún buen lugar, que no tiene ni el más mínimo control sobre su devenir. Da igual lo que gaste, sus buenas intenciones, los cambios… Todo va a peor, todo le es ajeno, todo le sobrepasa. Le dominan las circunstancias, su incapacidad, la ensoñación de que no es un club arruinado en el fútbol pseudoprofesional y en pandemia. Es un púgil con la guardia bajada, mientras encaja y encaja. Este mercado de invierno fue un peldaño más en ese descenso interminable del que aterra pensar cuál es el final. Semana a semana, temor a temor. Lo peor no es estar en Segunda B, tener deudas más allá de lo contable, afrontar decisiones de las que no pasan de la garganta. Nadie es ajeno a todas esas calamidades por muy campeón de Liga que sea. Pero siempre da la sensación de ir con la rienda suelta, desacompasado.

Le dominan las circunstancias, su incapacidad, la ensoñación de que no es un club arruinado en Segunda B

Hace semana y media el Dépor veía lejano fichar, unos días después ya estaba Raí en A Coruña. Y las últimas horas fueron frenéticas colocando a Rui Costa y a un Rolan que la directiva siempre intentó retener, también buscando sustitutos que no llegaron. Más allá de los matices que aportan sus cualidades y de sus raquíticas prestaciones en Riazor, siempre quedará la duda de si el portugués estaba por detrás de Miku y Beauvue o simplemente era más fácil de colocar, si hoy en día sería jugador del Santa Clara si en la plaza de Pontevedra hubiesen imaginado un escenario sin un nuevo delantero para el ataque. Los largos e importantes contratos firmados hace meses hicieron imposible dar más bajas, tener capacidad de maniobra. Abanca dijo no a alguno de los gastos tras invertir millones y millones en una plantilla que deambula por Segunda B. ¿Dará la temporada por amortizada? A algún aficionado no le gustará la decisión, aunque es fácil desde la distancia distribuir el dinero ajeno a fondo perdido. Al menos, es una visión realista y en consonancia con la situación del club. Una nueva era, la que tendría que haber llegado ya en verano. El máximo accionista será cada vez más intervencionista, lógico ante el panorama del Dépor y su deriva. Llega el momento de tomar decisiones.

Villares y Rayco merecían llegar, no así, como última opción. Si hay que ahorrar, vende el valor de lo que hay dentro

Los únicos refuerzos acabaron siendo Diego Villares y Rayco. Hacía tiempo que la Tercera se les quedaba pequeña y esta temporada ya hubiesen debutado si no existiese la barrera de la edad que les impedía alternar ambos equipos. El error en la gestión del salto de ambos está en el cómo. Si el Dépor afronta una nueva era de ahorro, con apuesta por sueldos ajustados y gente de la casa, vende el valor de lo que tienes ya dentro, no lo devalúes presentándolos como la última opción. Merecían llegar, no de esta manera. Aun así, a ellos no se les quitará la sonrisa de la boca en días. Ojalá el nuevo escenario se ajuste a lo que necesita Rubén de la Barrera y el equipo crezca lo suficiente para convertirse en una máquina de ganar, la única fórmula para salvar la temporada por arriba. Si el milagro se acabase produciendo, sería con una fórmula que no fue la proyectada el 31 de enero en la plaza de Pontevedra.

El Dépor de Rubén de la Barrera está en un tendido proceso de crecimiento que no se puede permitir sin ganar

La desilusión del cierre de mercado, para la que ya estaba inmunizado el deportivismo, dará paso a un nuevo domingo de potro de tortura, esta vez en O Vao. La semana va bien hasta que juega el Dépor. Hace dos meses que siempre ocurre algo. O le pasan por encima o hay lesiones o mejora pero no lo suficiente o los árbitros. Ni siquiera en Segunda B el Dépor se quita esa pegajosa sensación de perder o no ganar por rutina. Hay deportivistas que ya prefieren apagar el televisor o verlo a ratos o con las manos en la cara para atenuar un golpe que se da machaconamente como seguro. Pam, pam... Un análisis aséptico, sin contexto, muestra a un equipo que dio un paso al frente claro pero contenido ante Unionistas. Fue el típico partido que, a pesar de la desilusión por no ganar, se hubiera dado como bueno en septiembre adivinándolo como parte de un proceso en fase inicial, una idea que coincide con el discurso del técnico. Pero el Deportivo no se puede permitir nada gradual, solo ganar, ganar y ganar. Todo si quiere aspirar a un casi irreal ascenso. Tampoco debe olvidarse del retrovisor porque el panorama es sombrío y le puede colocar en una situación inimaginable hace un tiempo. Hace tres años su filial peleaba por subir a Segunda y ahora el primer equipo coquetea con el cuarto escalón nacional. Lleva tiempo autoengañándose, estaría bien no volver a hacerlo ante la posibilidad de un descenso. Así de crudo.