Antonio Couceiro es el 46º presidente de la historia del Deportivo y el cuarto del centenario club coruñés en poco más de veinte meses. El 28 de mayo de 2019 Paco Zas accedió al cargo para relevar al dimitido Tino Fernández; el exfutbolista blanquiazul apenas permaneció seis meses y medio al frente de la entidad blanquiazul, pues el 9 de diciembre presentó su renuncia a continuar. Le llegó el turno a Fernando Vidal, pero antes el club estuvo regido de forma interina por Toño Armenteros, que formaba parte del proyecto de consejo de administración de Vidal Raposo, hasta que se celebró la Junta de Accionistas en la que este salió elegido, el 14 de enero de 2020.

Menos de 14 meses después el hasta ahora presidente blanquiazul se ve obligado a “dar un paso a un lado” a petición del accionista mayoritario, Abanca. Una nueva prueba, argumentó el aún presidente blanquiazul, de que el Deportivo “es una trituradora”, pero no solo de técnicos, sino también de “consejos de administración, de jugadores, …”, aseguró Fernando Vidal ayer en su comparecencia de despedida. “Cuando no ganas aumenta la crispación social”, declaró.

En mayo de 2019 Paco Zas se incorporó a la presidencia del consejo de administración del Deportivo con el primer equipo blanquiazul fuera de los puestos de promoción de ascenso a Primera. Zas celebró a su llegada la incorporación a la élite del Deportivo Abanca, que había logrado plaza en la máxima categoría del fútbol femenino español, y también el del filial femenino, que había obtenido el billete para Primera División. Quedaba por ver el resultado final del primer equipo. Jugó por el ascenso y viajó al partido definitivo a Palma de Mallorca con dos goles de ventaja, pero fue insuficiente.

El nuevo curso trajo nuevas caras, un equipo totalmente nuevo, pero los resultados no eran los deseados y el Deportivo se instaló en la última plaza de la categoría de plata. Esa “crispación social” se llevó por delante a Paco Zas, como antes había hecho lo mismo con Tino Fernández, y le abrió las puertas a Fernando Vidal. Llegó el COVID-19, la suspensión de las competiciones, la última jornada y el descenso a Segunda División B. Cuarenta años después el equipo coruñés volvía a la tercera categoría del fútbol español. Y lejos de arrasar, corre un grave riesgo de quedarse fuera de luchar por el ascenso a pasar de ser el club que más invirtió en reforzar su plantilla de los 102 que componen esta categoría.

Couceiro será el cuarto presidente en poco más de año y medio; una marca solo equiparable a la de la temporada 1987-88, cuando el Deportivo contó con tres presidentes: Andrés García Yáñez, Carlos Morato y Julio Meana. Los dos últimos por muy escaso margen de tiempo, para suplir al dimitido Yáñez, que también había sido víctima de la tan citada “crispación social”. Morato estuvo muy poco en el cargo, casi ni llegó al mes. A este le sucedió Meana, que fue el que finalizó la temporada.

Ambos habían estado con Yáñez desde el principio y ambos dieron un paso al frente en una situación crítica, pero solo Meana, que había tenido aspiraciones en esa época, fue capaz de acabar esa etapa de transición. El equipo se quedó en Segunda División con ese gol de Vicente. Y en verano se produjo la proclamación del nuevo presidente: Augusto César Lendoiro.

Tres entrenadores, como sucedió en 1986-87

Hace más de cuarenta años el Deportivo vivió la insólita situación de contra con tres presidentes, aunque la diferencia es que dos de ellos fueron interinos, tanto Carlos Morato como Julio Meana, en su condición de vicepresidentes de aquella junta directiva. También aquel curso, que se saldó con la permanencia en Segunda División gracias al gol de Vicente Celeiro al Racing de Santander, fue complicado en el banquillo, pues el primer equipo conoció a tres entrenadores. Empezó Eusebio Ríos, que el año anterior casi asciende al equipo —acabó en puestos de ascenso, pero hubo que disputar un play off—, pero el vasco apenas duró ocho jornadas. Fue sustituido por Luis Rodríguez Vaz, hasta ese momento técnico del Fabril, que tomaba el mando del primer equipo por segunda vez en esa década, pero la situación seguía siendo complicada a efectos de clasificación y los dirigentes recurrieron a Arsenio Iglesias. En el tiempo añadido y sin aire en las gradas llegó el gol salvador. De ese año quedan los múltiples cambios, el desorden y el legado de Vaz: los hermanos González Pérez, José Ramón y Fran.