El Deportivo necesitaba ayer ganar pero también abortar cualquier amago de derrotismo alrededor del proyecto. Ese malditismo tan arraigado en el club no debe asomar siquiera en una temporada en la que equipo y entorno parecen ir de una vez de la mano. Los resultados recientes, sin embargo, habían causado cierta inquietud. Ayer quedó despejada con la victoria ante la UD Sanse. El Dépor volvió a ganar y se regaló una buena dosis de serenidad, justo el día en el que la afición regresaba a Riazor después de meses de restricciones. Una parte de la calma que necesitaba se la dio una grada que entendió lo que le pedía su equipo en la segunda mitad para defender el resultado después de una primera parte meritoria.

Quiles remata ante el portero de la UD San Sebastián de los Reyes. | // CARLOS PARDELLAS

El Deportivo llegaba prevenido y al mismo tiempo exigido por su racha reciente de tropiezos. Tres jornadas sin ganar eran demasiados para un equipo que aspira a dominar su grupo, pero había encontrado cierto consuelo en las sensaciones que dejó con su juego. Sus buenas actuaciones eran el asidero para sobrellevar un bache inesperado después de arrancar el campeonato con pleno de victorias. Ante la amenaza de que afloraran las dudas y la desconfianza, Borja Jiménez se mantuvo firme y no se movió demasiado de la línea que trazó en este primer tramo de la temporada.

Noel, derribado ayer por un rival en Riazor. | // CARLOS PARDELLAS

El técnico mantuvo ayer para recibir al Sanse al bloque sobre el que se ha apoyado en este arranque de competición. Tampoco hubo revolución para encarar al conjunto madrileño, pero sí una sorpresa en la alineación. La presencia de Noel fue inesperada, no tanto por el impresionante promedio goleador del canterano sino por la influencia de Alberto Quiles en el juego del equipo. No es un cualquiera el delantero en los planteamientos de Borja, sobre todo desde que ha encontrado acomodo en la banda derecha como complemento de Miku. Ahí colocó también el entrenador deportivista a la joven perla deportivista, pero por donde empezó a hacer daño el conjunto blanquiazul fue por el otro costado.

No suele arrancar con ímpetu el Deportivo y ayer tampoco fue la excepción. Prefiere ir asentándose a la espera de comprobar también las intenciones del rival. Presionaba el Sanse sin demasiado descaro y mandaba el equipo blanquiazul a través de la pelota apoyándose en un centro del campo en el que Álex adelantó su posición. Ya no era responsabilidad del capitán iniciar las jugadas, al menos hacerlo tan cerca de su área como en los partidos anteriores. Dominaba por dentro junto a Villares y Juergen, pero el peligro lo llevaba por la izquierda.

En cuento Héctor y William aceleraron, el Deportivo empezó a inclinar el campo hacia la portería del Sanse. Faltaban sin embargo las ocasiones, ni mucho menos hubo el torrente que pudo verse la semana pasada en Irún, pero la sensación que trasladaba el juego del equipo era de dominio. Tardó en tenerlas claras, pero por la banda derecha empezó a asomar también Víctor García y para entonces el conjunto blanquiazul sí parecía cerca del primer tanto.

Lo tuvo en sus pies Juergen después de una buena combinación con Víctor que le permitió encarar en el área. El colombiano salió bien del primer quiebro, algo cerrado hacia la derecha, pero ante la salida del portero remató al lateral de la red cuando Miku esperaba su servicio en boca de gol.

Había pasado media hora y el Deportivo, a falta de ocasiones, había acumulado los suficientes méritos en su juego. Estaba cómodo el equipo de Borja, por fases muy superior a un Sanse a la expectativa de encontrar algún contragolpe y amargar la apuesta blanquiazul. La insistencia deportivista, sin embargo, tendría premio en forma de varios saques de esquina. Ninguno encontró rematador hasta que Juergen lanzó uno más al filo del minuto 35. Lo conectó Miku de cabeza elevándose sobre sus marcadores y llevar la calma al marcador.

El Deportivo no había dado síntomas de desesperación, su juego transmitía seguridad y paciencia, pero abortó la posibilidad de que aparecieran las prisas con ese tanto poco antes de que se llegase al descanso. El paso por los vestuarios, sin embargo, cambiaría la cara al equipo blanquiazul.

Ya no habría seguridad, sino cierta sensación de conformismo que ayudó al Sanse a meterse en el partido. Los primeros minutos fueron pobres por parte de los deportivistas, a remolque de lo que proponían los madrileños, que se adueñarían de la pelota. Los visitantes adelantaron líneas y consiguieron discutir el manejo del balón al Deportivo, que hasta entonces había vivido cómodo en campo contrario.

Le tocó entonces cerrar líneas y, aunque no pasó apuros, sí tuvo que responder ante los continuos acercamientos del Sanse. Los madrileños no tendrían oportunidades claras, pero se vieron con la capacidad de inquietar a un Deportivo que a partir de entonces tiró de oficio. Al contrario de lo que había ocurrido contra la SD Logroñés unas semanas antes, el partido no se descontroló para los intereses blanquiazules. Lo que perdería el conjunto de Borja sería capacidad de combinar. Apareció el cansancio y con él también desaparecieron las llegadas por las bandas de Víctor y Héctor. Lo compensó Quiles, que tendría la oportunidad de sentenciar. Esta vez no hubo castigo y el Deportivo se ganó su dosis de tranquilidad para arrancar otra vez.