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A tumba abierta. En un mar de imperfecciones y de imprecisiones, de errores, el Dépor acabó doblegando la resistencia de un UCAM menor, pero respondón, de siete vidas. Yeremay Hernández y Quiles tuvieron que salir finalmente del banquillo para deshacer el entuerto, solventar los gruesos errores de Pablo Brea, reinar en el caos y llevar al equipo coruñés a la siguiente ronda. Hubo hasta prórroga para cargar las piernas y llenar un miércoles otoñal de emociones fuertes para el deportivismo. El canario se inventó un gol con una jugada maradoniana y regaló otro. El onubense le echó un salvavidas a su equipo con un doblete, el primero para empatar y el segundo para finiquitar el triunfo (3-4). Fue un partido loco, en las antípodas de lo que le gusta a Borja y en el que el Dépor, a pesar de los cuatro goles, mostró en algunos momentos que disparaba con escopeta de balines. Otro equipo, otra competición. Una noche divertida.

El técnico había dicho en la previa "Trilli y diez más", aunque se podría versionar a la inversa con "Menudo y diez más". El sevillano era el único que repetía. La revolución era total. Ya había avisado dejándose a gran parte de su columna vertebral en A Coruña y su once extremaba la apuesta. Todos eran suplentes, pero también meritorios que buscaban una oportunidad. Algunos habían dejado su impronta en liga como Noel o William, otros ni había debutado, pero lo harían con ruido. Para bien y para mal. Más allá de las particularidades de cada caso, un vistazo general a la apuesta de inicio daba una verdadera medida de la profundidad de la plantilla de este Dépor. Muchos equipos de la Primera Federación firmarían una formación como la blanquiazul en La Condomina, aunque en realidad constituya su segunda unidad.

Y esa superioridad sobre el papel fue llevada de inmediato al césped. El trío Menudo-Soriano-William empezó a tocar y a encimar a los azules. Tardaron unos segundos en carburar, pronto las llegadas llegaban a oleadas, haciendo daño casi siempre. El área local era zona habitual de tránsito de los deportivistas. Los laterales, sobre todo Aguirre, se sumaban a las embestidas. El UCAM empezó a achicar y se vio favorecido porque a veces la falta de puntería y en otras la ausencia de finura o el exceso de balón, de conducciones, penalizaban al Dépor. El gol parecía que estaba a punto de llegar en cada acción, no llegaba nunca.

De entre todos los percutidores, el mayor en ese tramo fue William. Como siempre que juega, casi todo lo que ocurre en el terreno de juego gira en torno a él, a pesar de que su juego adolezca de concreción. Cada acción suya desgarraba a los murcianos. Era cuestión de tiempo por mucho que el UCAM se concediese también alguna oportunidad, sobre todo, a partir de las acciones de Alberto Fernández.

Y cuando casi fenecía el primer acto y quizás en una de las acciones más sucias, se avecinó lo esperable, el gol del Dépor. El brasileño aprovechaba un balón suelto llegando como coche escoba. 0-1. Era merecido, el Dépor festejaba. Poco le duró. En una jugada aislada, en un fallo propio, Brea se lo puso la igualada en bandeja a Johan. Era su debut. O fue un fallo humano o pesó la cita, el trasfondo no cambiaba. El empate le caía del cielo al equipo de Salva Ballesta y al Dépor le tocaba volver a empezar.  

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Al UCAM, a pesar del 1-1, no le gustaba lo sucedido en la primera parte de la contienda. El equipo murciano había salido vivo, pero se había visto muchos minutos a merced, a la espera de una estocada que tarde o temprano acabaría llegando si no se le ponía remedio. Doble cambio y partido suelto. Eso fue lo que deparó los primeros compases. Manu Garrido, uno de los recién reclutados por Ballesta, tuvo varias ocasiones, fue el más activo. Ya no era un encuentro en un único sentido. Juego revuelto. Mucho por disfrutar y también por temer.

En ese ida y vuelta el UCAM avisó en varias ocasiones y el Dépor también logró entonarse cerca de la hora de juego. Volvía a inclinar el campo, no el marcador. En cambio, quien sí lo logró fue el conjunto local. Josema cabalgó, asomó por por la frontal y su disparo, que no parecía entrañar peligro, volvió a ser una trampa para Brea. Segundo gol de los murcianos, segundo fallo del meta. 

Al Dépor se le volvía a hacer de noche, a pesar de sus muchos méritos. Otra vez a penar por un error propio y ante la avalancha de ocasiones que había atesorado. Solo restaban 25 minutos para el final. Pronto Borja sacó a la artillería, entre ellos a Yeremay, que también se estrenaba, y a Quiles. El onubense besó la red con un cabezazo a los pocos segundos de estar en el campo. Volvía la igualdad, el 2-2. Minuto 73.

Los últimos minutos, antes de la prórroga, fueron a tumba abierta. El UCAM no le perdía la cara al duelo, pero quien iba a por el tercero como si no hubiese un mañana eran los coruñeses. Una llegada de Trilli, otra de Diego Aguirre. Una acción de Noel, algo oscuro, pero mejor acompañado con Quiles. La enésima de William antes del cambio por Álex. Parecía inevitable, no sucedió. Hasta Yeremay rompió a un defensa en el área y casi la la clava en la escuadra. Ya llegaría su momento. 30 minutos más de juego.

El tiempo extra fue, en gran medida, un monólogo del Dépor. Fue el único que quiso, como en muchas fases previas del partido, y esta vez hubo premio. Eso sí, primero tuvo que fallar varias hasta que Yeremay rompió el partido en una jugada de resúmenes televisivos, maradoniana. Acababa la primera parte de la prórroga y ya ganaba el Dépor. 2-3, minuto 105. Instantes después, el canario se volvió a inventar una genialidad en banda para el doblete de Quiles. 2-4. Hubo suspense con el tanto de Manu Garrido para recortar, pero la historia ya estaba escrita. Y bien la había merecido el Dépor, a pesar de toda su humanidad.