Apenas hubo oportunidades, pero el protagonismo se lo llevaron los porteros ayer en el Cerro del Espino. Edu Sousa debutó como deportivista y respondió acorde a su amplia experiencia en la categoría. Sereno y solvente, suplió la baja inesperada de Mackay. En la otra portería, el exblanquiazul Lucho García también reclamó su cuota de pantalla en el tramo final de un partido sin demasiado picante. El poco que tuvo lo puso Yeremay cuando entró al campo en la segunda mitad y logró que la jugadas fueran algo más que sucesiones de pases al pie. Las mejores oportunidades deportivistas, prácticamente las únicas junto al remate final de cabeza de Gorka Santamaría, llegaron de sus botas. El joven canario, sin embargo, se estrellaría con el guardameta colombiano del Rayo Majadahonda.
El desparpajo de Yeremay consiguió cambiarle la cara a un Deportivo de nuevo muy plano, al que su propia propuesta se le ha terminado de atragantar por completo. El estilo del conjunto blanquiazul evita al máximo asumir riesgos y se ha basado desde la temporada pasada en el control de la pelota. El equipo nunca se ha distinguido así por su ritmo de juego y derivó por momentos en una propuesta conservadora, por más que lo haya hecho con la pelota. En cuanto ha faltado la confianza, esa tendencia se ha acentuado.
Hay muy poco atrevimiento en el Deportivo, temeroso de que los errores por las imprecisiones que acumula en cada partido le castiguen todavía más. Por eso el juego es lento, aburrido, y por eso sobresale Yeremay en cuanto tiene una oportunidad. Quien mejor lo entendió para asociarse ayer con él fue Rubén Díez, quizá ese otro jugador de la plantilla que tiene menos reparos a arriesgar, pero que se ha contagiado de una idea que cada vez limita más a un equipo plagado de dudas.
