–¿Cómo va la gira?

–Fantástica, estoy tan contento... Va muy bien, de gente y de crítica. Y sobre todo voy muy bien yo, que me encuentro muy bien y muy a gusto con el espectáculo.

–¿Llena todavía los auditorios y encuentra entusiasmo?

–Ambas cosas. Encuentro un público muy fervoroso, muy cariñoso y que empuja; es un estímulo.

–¿Miguel Hernández tuvo mala suerte hasta en su centenario?

–Fue un hombre que nació en un ambiente humilde pero no tan pobre como para pasar la estrecheces culturales que pasó. Su padre lo mandó sólo dos años al colegio para que cuidase las cabras. Fue desafortunado en toda su vida porque se le derrumbaron las cosas que más amó: el hijo con el que soñó se murió con diez meses, su país reventó en una guerra terrible que cortó su proyección literaria y a los 26 años, tras ir de una cárcel a otra, murió de tuberculosis a los 29 años. Y tuvo tan mala suerte que el año de su centenario es un año de grandes estrecheces, lo cual ayudó muy poco a la conmemoración que debería haber tenido.

–Hijo de la luz y de la sombra es su poema más hondo y el que mejor permite conocer a Hernández, dice usted.

–Un poema solo no es suficiente para conocer a un poeta pero el tríptico Hijo de la sombra resume el universo de Hernández, ese universo fantástico, muy telúrico, muy ligado a los elementos, a la tierra, el aire y el fuego, un universo que está profundamente arraigado en vivencias personales, en su niñez y en su paisaje. No hay muchos poetas que a partir de su propio universo hayan sido capaces de crear una obra tan personal y tan auténtica.

–Tiene 66 años, ¿se siente satisfecho de su vida?

–La vida es un discurrir, una combustión, un camino en el que vas dejando y tomando cosas. En este camino nunca tuve la pretensión de ser el mismo cada día porque soy consciente de que la vida es un continuo nacer, morir y resucitar de nuevo. Hay cosas que nos acompañarán siempre, otras a las que renunciaremos y otras que nos serán arrebatadas. Yo me conformo con conservar lo que aprendí de mis mayores, la cadena de vida que me transmitieron y que yo transmitiré a mis hijos y mis hijos a sus hijos. Estoy muy satisfecho, sólo me importaría perder lo que ellos me enseñaron: el conocimiento de quién soy y de dónde vengo y con quién comparto el camino. Creo no haber perdido esta referencia. Lo demás es un aprendizaje, y espero seguir aprendiendo. En general, he sido un hombre afortunado.

–¿Sigue componiendo?

–Nunca dejé de hacerlo y espero sacar pronto otro disco con canciones propias, pero ya hablaremos.

–Siempre concedió gran importancia a la familia, al clan. Ahora es, además, abuelo.

–Mi familia ha crecido con dos nietas y ha decrecido con la ausencia de los seres que la vida nos va arrebatando. Empecé en la base de la pirámide y la vida me va llevando a la cúspide.

–Ha hablado siempre de sus padres, sobre todo de su madre, que perdió 30 familiares en la guerra, entre ellos, su abuelo.

–Mucha gente de mi familia fue asesinada, y mucha gente en España. Quizá hablé más de mi madre siendo más joven, pero a lo largo del tiempo la figura de mi padre ha ido creciendo mucho y al pasar de los años se me han ido desvelando cosas muy cercanas de él. Mi padre era un hombre muy sencillo, muy discreto, y quizá por eso tardé más en descubrir su grandeza.

–El juez Garzón parece que no podrá investigar los crímenes del franquismo.

–No me parece que Garzón prevarique en modo alguno por intentar buscar responsabilidades por los crímenes del franquismo, y muchísimo menos por tratar de aclarar qué pasó con la gente que fue asesinada y que desapareció durante la guerra. Creo que no prevaricó y me parece escalofriante que se acepte a trámite una querella propuesta por Falange Española y por un sindicato ultraderechista.

–El Estatut sigue varado en el Tribunal Constitucional.

–Lleva más de tres años pendiente de sentencia. Los grandes partidos tendrán que decir algo en cuanto al Constitucional, que, como cualquier tribunal de justicia, debe responder a los asuntos con claridad y rapidez.

–¿Cataluña es una nación, a su juicio?

–Para mí Cataluña es donde nací, me siento profundamente involucrado con Cataluña y no representa para mí contradicción alguna con el hecho de ser español.

–¿Para unos es un separatista y para otros, un vendido?

–Eso fue en un tiempo pasado.

–De joven parece que no era muy amante de las entrevistas.

–Siempre me gustó conversar, no tanto el interrogatorio. Las entrevistas son cosa de dos.

–´Sigo creyendo que la mejor entrevista de Joan Manuel Serrat es no hacérsela´, escribió Vázquez Montalbán en 1969, tras perseguirlo infructuosamente cuando preparaba un libro sobre la Nova Cançó.

–Pues con él hice una de las entrevistas más bonitas. Daría cualquier cosa por volver a hablar con Manolo, hablaría con alguien a quien amé. Es una de las personas que más respeto, como hombre, como escritor y como compañero.

–´Después de tantas entrevistas que te hice, aún no te conozco´, dijo Maruja Torres, en 1975.

–Es curioso, porque Maruja es otra de mis grandes amigas. Si la llamas comprobarás que el cariño nos delata.

–Marc Ros, de Sidonie, que participó en el disco de Miguel Hernández, comprobó que, como él mismo, usted tampoco sabe leer las partituras.

–Para lo que yo hago nunca fue una traba, aunque hoy me hubiera gustado haber estudiado más. Pero no ha sido un inconveniente para lo que soy, un constructor de canciones, y nunca fue un impedimento para expresarme ni para comunicarme con otros músicos.

–¿La cosecha de sus viñedos cómo será este año?

–Falta mucho, no se puede prever nada, está todo por venir.

–Escribía relatos, ¿continúa?

–Siempre escribí relatos.

–¿Los va a publicar?

–No, la literatura no se pierde nada.

–¿Sigue siendo agnóstico?

–Sí, gracias a Dios.