Galicia vuelve a convertirse en la zona cero de los incendios forestales de España. En lo que va de año ha ardido en esta autonomía más de un tercio de la superficie quemada en toda la península y eso a pesar de que la comunidad gallega solo ocupa un 6% del territorio español. Según los últimos datos del Ministerio de Medio Ambiente, se han quemado 20.582 hectáreas en toda España hasta el pasado ocho de agosto, mientras que solo en Galicia han ardido a fecha de hoy más de 6.000 hectáreas de terreno.

Las llamas castigaron ayer los municipios de Teo y Brión, en las proximidades de Santiago, y se acercaron peligrosamente a algunas de las vías de comunicación que conectan con la capital gallega. El humo obligó a cortar a las 17.20 horas la AG-57 que une Brión con Compostela. La mala visibilidad también afectó a la autovía con A Estrada, aunque, en este caso, no fue necesario interrumpir el tráfico.

El incendio declarado en Teo quedó controlado a última hora de la tarde, mientras que el de Brión no solo continuaba activo, sino que forzó al desalojo de varia viviendas en la aldea de Guitiande, donde según el alcalde, Xosé Luis García, "se quemaron huertas" y los vecinos pasaron "un tremendo susto" porque el fuego llegó "al centro de las casas".

El monte, en mal estado

Uno de los fuegos de mayores dimensiones ha sido, sin embargo, el de Boiro que quemó 500 hectáreas desde la noche del pasado sábado y que ayer aún permanecía en activo, aunque "prácticamente controlado", según la Consellería de Medio Rural. Al alcalde de este municipio coruñés, Xosé Deira, no le cabe duda de que ha sido intencionado y de que sus autores "prendieron fuego para poner en riesgo la vida de las personas que luchaban contra las llamas". "Lo hicieron para sorprenderlos por la retaguardia", afirmó. Pero a esto se suma, según el regidor, el mal estado del monte. "No está bien cuidado. Durante el resto del año no nos preocupamos del bosque", admitió.

También en A Coruña, los servicios de extinción consiguieron ayer controlar los fuegos de Vimianzo, Muxía y Camariñas, que se originaron el pasado fin de semana. En total, entre estos tres fuegos ardieron 150 hectáreas de superficie.

Extinguido quedó ayer otro fuego registrado en Chandrexa de Queixa, tras quemar 36 hectáreas. También en Ourense se vivió el susto de la jornada, cuando un brigadista tuvo que ser evacuado al hospital tras resultar herido leve por la descarga de un medio aéreo que participaba en la extinción de un incendio en Pobra de Trives. Fuentes de la Xunta precisaron que el brigadista "se cayó hacia delante" por la descarga y aunque se quejaba de heridas en la cara, recalcaron que todo quedó en un "shock y un susto".

En cuanto al incendio declarado en Baiona (Pontevedra) el domingo la superficie afectada ascendió a 45 hectáreas pero las brigadas lograron ayer apagarlo.

A pesar de ello, el nivel de alerta sigue siendo elevado, según Protección Civil, ya que seguirán soplando durante la jornada de hoy vientos del nordés que contribuyen a avivar y a propagar los incendios.

"Las condiciones para luchar contra el fuego son malas desde hace semanas, pero en estos últimos días especialmente", explicó ayer el conselleiro de Medio Rural, Samuel Juárez, en una entrevista a la Radio Galega. De nuevo, hizo un llamamiento a la ciudadanía para reclamarles "tolerancia cero" con los incendiarios. Las lluvias previstas para el miércoles podrían dar una tregua a unos incendios que están causando estragos en Galicia desde comienzos de agosto. Según el recuento de Medio Rural, eran 2.200 las hectáreas quemadas hasta el viernes, a las que hay que sumar los incendios de los últimos dos días. En total, la cifra supera las 3.200 hectáreas, de manera que en agosto ardió, como mínimo, la mitad de superficie afectada durante todo el año en la comunidad.

En España, según los datos del Ministerio de Medio Ambiente, el 40% de las hectáreas arrasadas por el fuego ardieron entre junio y agosto. Y pese al balance de Galicia, en España el terreno afectado por los incendios es un 78% inferior a la del año pasado, cuando se quemaron 94.000 hectáreas hasta agosto.

El Concello de As Neves (Pontevedra) ha enviado a lo largo de este año "cientos" de requerimientos a los vecinos para que limpiasen la maleza de sus propiedades -tal y como exige la ley de prevención de incendios de la Xunta aprobada en 2007-, aunque sin demasiado éxito. Así lo denunció ayer el alcalde de esta localidad, el popular Raúl Emilio Castro, quien explica que a pesar del susto que vivieron algunas parroquias la semana pasada, al verse cercadas por el fuego, la mayor parte de los vecinos han hecho caso omiso de los requerimientos enviados por el Concello. De hecho, ante la denuncia de otros vecinos sobre el peligro que entrañaba un terreno en particular, el propio Ayuntamiento, según explica, procedió a su limpieza y exigió a los propietarios que abonasen el coste de la intervención pero sin ningún éxito hasta el momento.

"La mayor parte de la gente no hace caso y el Concello tiene que asumir esa limpieza", explica Castro, quien añade que "luego muchos no pagan, o porque no se sabe de quién son las propiedades o porque no están o lo que sea". "Es muy complicado hacer cumplir la ley", lamenta el regidor. "A lo mejor hay que tomar otro tipo de medidas", señala, aunque no especifica cuáles.

La ley vigente considera a los alcaldes responsables subsidiarios de la limpieza de las fincas, aunque la responsabilidad principal recaiga en sus dueños. No obstante, los concellos no pueden sancionar a los vecinos que se nieguen a limpiar o a pagar. Debe ser la Xunta, que establece ayudas a los municipios para realizar los desbroces de sus terrenos y vías. Medio Rural permite que los concellos aplacen esta limpieza preventiva establecida en la ley hasta el final del verano. Por ello, muchos municipios no han llegado preparados a la época de máximo riesgo.

El pasado miércoles los vecinos de As Neves comprobaron en su propia carne lo peligrosos que pueden resultar los incendios en un núcleo habitado, cuando la localidad se vio rodeada con cinco focos que pusieron en peligro sus viviendas. De hecho, algunos habitantes afectados denunciaron que la maleza del lugar constituía una "bomba de relojería" en época de máximo riesgo de incendios.