Dos días después de la visita del Papa a Santiago, el sector de la hostelería echa cuentas. Y no le salen. La Asociación de Hostelería de Compostela calcula que la ocupación hotelera durante el fin de semana, "siendo optimistas", se situó entre en el 60% y el 70%, que los restaurantes estuvieron casi vacíos el sábado y que hubo momentos en que la ciudad parecía "semidesierta". "Tuvimos mejores resultados los fines de semana anteriores", admite el sector. "Se registró el peor escenario posible", sentencia el presidente de la Asociación Compostela, José Antonio Liñares.

¿Qué falló? Los hoteleros apuntan a que se "sobredimensionaron" las previsiones y las expectativas y que el dispositivo de movilidad y seguridad, preparado para recibir a 200.000 personas, tuvo un doble efecto adverso, al "asustar" a los visitantes, que renunciaron a acudir a Santiago, y provocar la "huida" de los residentes. "Las administraciones tienen que tomar nota para ver dónde se cometieron los errores", asevera Liñares.

Pero el sector también asume su parte de culpa por sumarse la "burbuja papal" y subirse al carro de unas previsiones que luego resultaron excesivas. ¿De qué forma? Pues incrementando los precios y vendiendo paquetes mínimos de tres noches, circunstancia en la que tuvo mucho que ver la entrada de las agencias de viaje y los grandes mayoristas, que contrataron habitaciones con antelación para atender a una demanda que finalmente ni por asomo correspondió a las expectativas. "Tenemos que aprender todos y funcionar con un poco más de sentido común. Se asustó demasiado a la población con los dispositivos de seguridad y movilidad", asegura José Antonio Liñares.

Tampoco los restaurantes se libraron de un fin de semana "frustrante". La clientela se quedó muy por debajo de cualquier otro día normal y los comedores estaban casi vacíos mientras que las despensas permanecían llenas por el aprovisionamiento de días anteriores. "Muchos pretendieron hacer el agosto y al final lo que se produjo fue frustración. Hubo un punto de avaricia", aseguran desde la Asociación Compostela.

La llegada de la noche no mejoró las cosas. Los locales nocturnos de Santiago se quedaron con gran parte del acopio de existencias que habían hecho sin tocar y tuvieron "más gastos que beneficios" durante un sábado que, a pesar de la visita del Papa, fue "de los malos" y "no hubo gente para abrir".

Así lo explicó a Europa Press la presidenta de la Asociación de Hostelería Nocturna de Santiago, Inma Rúa, quien aseguró que lo aportado por la visita de Benedicto XVI al sector "ha sido cero". "Fue mejor la noche del viernes, e incluso mejor el sábado del puente", afirmó Inma Rúa, quien ve el resultado "peor" que las expectativas.

Además, la presidenta de los locales nocturnos de Santiago califica de "desastre" a nivel económico esa noche, dado que, ante la previsión de una afluencia de gente en la ciudad tan importante, los establecimientos contrataron extras y se aprovisionaron de mercancía, por lo que tuvieron "que gastar" sin ingresar una contraprestación. A pesar de que Rúa admite que la visita del Sumo Pontífice podrá tener una repercusión positiva a nivel de promoción "a largo plazo", criticó las medidas de seguridad porque "asustaron a la gente" que venía de fuera y provocaron que los compostelanos "se fuesen".

Con todo, al igual que el alcalde de Santiago, Xosé Sánchez Bugallo, el sector destaca que los efectos de la visita del Papa se deben mirar a medio y largo plazo, debido a la repercusión que tuvo en los medios de comunicación de todo el mundo. El regidor admite que le hubiera gustado ver a más gente en la ciudad pero el Concello aún no puede precisar cuántas personas acudieron a ver al Papa.

Como los movimientos en el casco histórico de Santiago iban a estar limitados y no se podía acceder con mochilas y bolsos a casi ninguno de los puntos clave de la visita, el Ayuntamiento compostelano y el Arzobispado habilitaron consignas por toda la ciudad para que los viajeros pudieran dejar guardados sus equipajes. Pero el uso de estas instalaciones -cuatro en total- fue mínimo, tan poco que fue el "peor día del año".

En la Casa do Deán, punto de recepción de peregrinos en pleno casco histórico, se instalaron en el mes de abril 900 consignas, pero el sábado solo se usaron 30, según informa el gerente de Segur 10 (la empresa encargada de la custodia), Miguel Baño. Un número muy similar al que se registró en las taquillas ubicadas en el instituto Rosalía de Castro. Solo 40 viajeros dejaron allí sus mochilas.

"Fue con diferencia el peor día del año", cuenta Miguel Baño. También había consignas en la estación de autobuses y en la dársena Xoán XXIII, pero el Consello no tiene datos sobre su nivel de ocupación.

Tampoco Renfe acertó en sus previsiones. La compañía contabilizó 5.500 pasajeros que se bajaron o subieron en la estación de Santiago el día 6 (lo que supuso entre un 55% y un 60% más que un sábado normal) pese a que Renfe había duplicado la oferta de plazas en el eje atlántico hasta las 13.000.