"En los siete meses de ministro de Gobernación lo pasé peor que en toda mi vida". Fraga, poco dado a admitir errores en sus etapas políticas previas, pronunció estas palabras sobre su fase como gestor del orden público, pero muchos años después. Con la muerte de Franco, el político vilalbés con una amplia trayectoria durante la dictadura, regresa a España, tras más de dos años como embajador en Londres. Se abría una nueva era en el país, con afán de cambio, en la que sabía que tenía que estar presente; que contarían con él. Incluso en los corrillos y en su propia mente, aunque no lo expresara abiertamente, cabía un sueño: el de convertirse en el primer presidente en Monarquía. Nunca se cumplió.

En diciembre de 1975 acepta formar parte del equipo del elegido primer presidente, Carlos Arias Navarro, como vicepresidente para Asuntos del Interior y ministro de la Gobernación. Es, sin duda, una de las etapas más oscuras y controvertidas de la trayectoria del León de Villalba, guardián del orden público en un momento en que las manifestaciones callejeras se multiplicaban en el arduo camino de la transición hacia un sistema democrático.

El exministro de Información y Turismo, con el paréntesis de su retiro diplomático en el Reino Unido, había roto con la legalidad franquista y abogaba, en la nueva era, por una línea reformista que permitiese llegar, con el mayor control posible, a un régimen democrático. Y apostaba por la España de las autonomías. Ya desde Londres preparó, junto a sus hombres del Grupo Godsa, las bases de un partido político que aspiraba a ser "de centro". Se llamó Reforma Democrática y lo fundó, precisamente, en 1976, en la etapa de controlador del orden, una cartera en la que impulsó la legalización de asociaciones y partidos políticos.

¿Qué manchó su regreso a España, cargado de ambición y planes políticos personales y para el país? Todavía prohibidos los derechos de reunión, manifestación y huelga, se convocan manifestaciones en todo el país, que el Gobierno sofoca con el envío de antidisturbios. Es en ese momento cuando Fraga pronuncia la célebre frase: "La calle es mía", una cita que jamás admitió haber pronunciado, pese a que aparece reflejada en las crónicas de 1976. La muerte de cinco trabajadores y 150 heridos en una huelga, los llamados Sucesos de Vitoria, así como el enfrentamiento de los carlistas en la romería de Montejurra, que acabó en tragedia, oscurecieron su labor al frente del Ministerio de la Gobernación. Su responsabilidad en esta tarea diaria de "apagar fuegos" complicaron su afán de convertirse en un líder democrático. Con cada protagonista de la Transición buscando su sitio, el papel de Manuel Fraga fue crucial. Existía un afán común de construir una España que pusiera fin a la etapa anterior y, para ello, todos intentaron aparcar sus recuerdos de la Guerra Civil y los 40 años de dictadura. El objetivo de Fraga fue aglutinar a la derecha para hacerla partícipe del juego democrático. Muchos lo consideraron un error y, otros, como un logro.

En 1977 fundó Alianza Popular. Pero el triunfo no era fácil en un escenario en el que Adolfo Suárez iría conquistando la imagen de centro, Felipe González de izquierda moderada, Santiago Carrillo de izquierda dura y Manuel Fraga, inevitablemente, para bien o para mal, era considerado la Derecha en el conjunto del país. "Fundé un partido plenamente democrático", expresaba el de Villalba. ¿El objetivo? Hacerle frente a Adolfo Suárez. Pero los primeros comicios fueron un fracaso.

Desilusionado, se centra en la redacción de la Carta Magna, siendo uno de los siete padres de la Constitución española, mientras siguen sus estrategias para acceder al poder. También fue clave en el mantenimiento del orden, el avance real democrático y el respeto a las instituciones en el Golpe de Estado de 1981, contribuyendo a que España afianzara su real transición.

Y con las elecciones anticipadas de 1982 demostró su capacidad de convertir a la derecha española en la segunda fuerza más votada del país. Coalición Popular (resultado de un pacto con el Partido Demócrata Popular, Unión Liberal y tres partidos regionalistas) queda de número dos, con 107 escaños, y gana la presidencia Felipe González.

Manuel Fraga ocupa así el papel de oposición conservadora, "siempre dialogante" con el socialismo. Ya en 1987 entrega AP a Antonio Hernández Mancha y se convierte en diputado del Parlamento Europeo. Sería ya la fase final de su etapa en política nacional para su destino político a Galicia. Como presidente del que pasa a llamarse Partido Popular en 1989 empieza a preparar los comicios gallegos y deja en manos de José María Aznar la dirección del partido nacional.

Pocos meses después de la muerte de Franco (20 de noviembre de 1975), aunque todavía prohibido el derecho a protestas, en el País Vasco unos 6.000 trabajadores iniciaron una huelga contra el decreto de topes salariales y en defensa de mejores condiciones de trabajo. Por tercera vez habían convocado una huelga masiva, el 3 de marzo de 1976.

La Policía asaltó la iglesia en la que se encerraron los manifestantes y se produjo un duro episodio con carga antidisturbios, tiros y gases lacrimógenos. ¿El balance? Cinco trabajadores muertos y centenares de heridos. Manuel Fraga, que estaba en Alemania cuando se inició la revuelta, participó en la gestión de este suceso, en su cartera de ministro de la Gobernación. Tras los sucesos, junto a Martín Villa, visitó a las víctimas en el hospital. Lamentable suceso del que el villalbés huía en sus conversaciones a posteriori.

Críticas

El Parlamento Vasco pidió depurar responsabilidades en varias ocasiones. Manuel Fraga no admitió responsabilidad más allá de su cargo como ministro del orden. También fue criticado el final trágico en Montejurra, con los carlistas como protagonistas.

Carrillo, líder del partido comunista, y Fraga, ex ministro de Franco e impulsor de la derecha democrática, retomaron relaciones en la Transición después de ser enemigos declarados durante la Dictadura. "Hemos convivido en la política. Gastamos bromas y otras veces discutimos civilizadamente. En ese sentido, nos hemos reconciliado. Nunca he planteado ninguna incompatibilidad con quienes fueron ministros y colabores del franquismo que luego apoyaron la Transición", dijo de él Carrillo años después de la famosa unión pública de ambos en el Club Siglo XXI. El líder comunista, que iba a dar una conferencia en el más importante foro político de España, le propuso a Manuel Fraga encargarse de su presentación. Y Fraga, para sorpresa de unos y otros, aceptó. El gesto provocó una desbandada en las filas de AP pero a Manuel Fraga no le afectó; era el símbolo de una reconciliación para hacer posible la Transición en España y la intención de poner fin a un país dividido en dos. Según cuenta Pilar Cernuda en la obra Ciclón Fraga corrió el rumor de que había sido el propio Rey el que había sugerido a Carrillo el nombre del villalbés para dicha presentación pública. Fue una imagen perfecta para dibujar la nueva España democrática. Tuvo tal impacto que ese día el aforo del Club Siglo XXI se quedó enano.

Después de un inicio frustrado de Alianza Popular (AP) Manuel Fraga se centró en el proceso de redacción de la Carta Magna, proyecto que le ilusionaba enormemente, según sus propias palabras, como paso fundamental para dar forma al nuevo Estado y establecer por completo el orden democrático en el país.

Era uno de sus objetivos en la Transición, que no ocultaba, pese a los detractores del avance. Con muchos compartió escena durante su gestión en el franquismo.

Los Pactos de Moncloa marcaron un antes y un después en el proceso hacia la Democracia. En nombre de AP, Fraga participó en la rúbrica de los acuerdos firmados en el Palacio de la Moncloa en octubre de 1977 entre el Gobierno presidido por Adolfo Suárez, los principales partidos políticos con representación parlamentaria en el Congreso de los Diputados, además de asociaciones empresariales y el sindicato Comisiones Obreras.

¿El reto? La estabilización del proceso de transición democrática y fijar directrices para contener una inflación que alcanzaba el 47% y ponía en peligro la economía española. Estuvo presente, junto a Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo (UCD), Felipe González (PSOE), Santiago Carrillo (PC) o Tierno Galván (Partido Socialista Popular), entre otros.

Pero la verdadera prueba de fuego fue la redacción de la Carta Magna. Profesor de Derecho Constitucional consideró un privilegio la oportunidad de convertir a España en un "Estado Social y Democrático de Derecho". Junto a él, redactaron la Constitución José Pérez Llorca, Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, Gabriel Cisneros (miembros de UCD); Gregorio Peces-Barba, socialista; Jordi Solé Tura, comunista y Miguel Roca, de Convergència i Unió. Dicen que Manuel Fraga, ante el entusiasmo por este proyecto, se pasó un verano entero en Perbes documentándose, recopilando fundamentos de derecho y consultando constituciones de otros países para su aportación a la Carta Magna. Pese a las diferencias de color político de los padres-redactores, lograron apartar ideologías y dar forma al texto constitucional en tiempo récord. La cuestión autonómica o la pena de muerte fueron puntos polémicos. En cuestión de meses estaba listo para su votación: un nuevo Estado con municipios, provincias y comunidades autónomas.