El 19 de junio de 2005, Manuel Fraga ponía punto final a 15 años como presidente de la Xunta. El PP gallego ganaba las elecciones autonómicas (704.202 votos y 37 diputados, cuatro menos que cuatro años antes y a uno de la mayoría absoluta), pero la suma de los diputados de PSdeG y BNG le arrebataban el poder autonómico. Aunque la confirmación definitiva del paso a la oposición se demoró todavía unas semanas y Fraga no perdió la esperanza de que el voto emigrante le devolviese San Caetano, lo cierto es que en la noche del 19 de junio se cerró la era Fraga en Galicia.

El declive del PP gallego, la pérdida de apoyos ciudadanos, había empezado antes, en 2003, con la gestión de la catástrofe del Prestige. Nunca Galicia protagonizó una marea de indignación tan grande ante sus dirigentes, los de Santiago y Madrid, por una accidente que se convirtió en tragedia. Los marineros recogiendo el chapapote con sus manos para defender su medio de vida fue el clímax y la protesta se materalizó en el movimiento Nunca Máis.

El PP quedó tocado, pero el siniestro del petrolero frente a la costa gallega no explica por sí solo la falta de confianza que fue minando el caudal de votos de Manuel Fraga. Su edad, su estado de salud, la derrota en Madrid de Aznar tras los atentados del 11-M, la necesidad de cambio tras cuatro legislaturas de mayoría absoluta y las tensiones internas de un partido, enfrascado en la sucesión del líder más que en la gestión de la administración autonómica, minaron el respaldo ciudadano.

Manuel Fraga aceptó la derrota y pese a que su familia le pedía una retirada absoluta de la vida política, rehusó y se fue a Madrid, donde vivía con su hija Isabel, tras ser elegido en 2006 senador por designación autonómica. Renovó en el cargo dos años después y desde la Cámara Baja optó por una actividad discreta hasta que en septiembre del año pasado desde su entorno se anunció que no repetiría como senador y que en este caso su retirada de la vida política era definitiva. Un mes antes, en agosto y tras renunciar a su habitual verano en la casa familiar de Perbes (A Coruña), ya había saltado la noticia de que su estado de salud había empeorado. Desdeentonces, se aguardaba la fatídica noticia. No hubo mejoría y la familia ya en diciembre esperaba lo peor.

Antes del desenlace final y de su exilio en Madrid, a Fraga le tocó vivir una etapa convulsa, la de su último mandato al frente del Ejecutivo autonómico. Al tiempo que su salud se deterioraba, llegó a la última cita con las urnas con 85 años, las tensiones en su partido se multiplicaban. El relevo no estaba decidido, y los bandos, entonces conocidos popularmente como los de la boina y el birrete, abrieron una guerra sin cuartel por la sucesión.

Los desmayos y las estancias en el hospital daban a entender que la época de Fraga llegaba a su fin. En febrero de 2001, fue operado de una hernia discal y en 2002 de una hernia inguinal. En enero de 2003, se desmayó mientras leía un discurso en Fitur (Feria de Turismo en Madrid) que estaba siendo retransmitido por la TVG, y el uno de octubre del mismo año se le implantó un marcapasos. El 5 de octubre de 2004 en el Debate sobre el Estado de la Autonomía, y otra vez mientras leía su intervención desde la tribuna del Parlamento autonómico,volvió a desvanecerse, y de nuevo estaban las cámaras de TVG emitiendo en directo el debate. En 2005, hubo un tercer desmayo, en esta ocasión en una reunión de la dirección del PP y, un día antes, en una comida con el entonces presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, resbaló y cayó.

Aún así, y pese a que en el seno de su partido y también en la sociedad se abrió el debate sobre si debía repetir como candidato a presidente, Fraga optó por la reelección. Su argumento, que él mejor que nadie "garantizaba la unidad de acción del PP". No iba desencaminado. En enero de 2003, José Cuiña, fallecido posteriormente en diciembre de 2007, presentaba su dimisión como conselleiro de Política Territorial. El que fue el delfín de Fraga durante trece años se veía forzado a abandonar la Xunta tras saltar la noticia de que una de las empresas del holding propiedad de su familia había vendido miles de trajes de aguas y palas, material destinado a la limpieza del chapapote en la costa gallega. Se las compró una empresa, que luego se las vendió a la propia Xunta y a la empresa pública Tragsa.

La marcha se explica por el pulso que se abrió en el PP en Galicia sobre cómo gestionar la crisis política derivada del Prestige. La dirección nacional del PP forzó su salida, que abrió paso a la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la Xunta, y precisamente a la Consellería de Política Territorial, y quien finalmente ocupó las plazas siempre soñadas por el hijo del molinero de Lalín: la presidencia del PPdeG y la del Gobierno de Galicia. Antes fue nombrado vicepresidente de la Xunta, en septiembre de 2004, pero Fraga para respetar los cada vez más difíciles equilibrios entre el sector más afín a Génova y el bando más próximo a Cuiña (las provincias de Ourese y Lugo) situó también como vicepresidente al lucense José Manuel Barreiro, conselleiro de Medio Ambiente y bien visto por el sector galleguista del PP.

Era la primera vez que nombraba vicepresidentes desde su llegada a San Caetano en 1990. Yaunque evitó señalar sucesor, envió ante la opinión pública el mensaje de que si él faltaba, el relevo estaba garantizado. De hecho, la batalla final por el liderazgo se libró entre los dos vicepresidentes.

En todo caso, Cuiña no se lo puso fácil ni a Feijóo ni a Fraga. Sus aliados, a finales de 2004, desataron una revuelta que puso en peligro la mayoría absoluta del PP en el Parlamento autonómico. Ven como su poder, tras la defenestración de Cuiña, en la organización conservadora pierde enteros, mientras los próximos a José María Aznar y Mariano Rajoy ganan cuotas de poder.José Manuel Baltar, hijo del presidente de la Diputación de Ourense, y cuatro diputados más se encierran en un piso en Ourense y amenazan con romper con el PP gallego y el PP, si no le entregan la dimisión de Jesús Palmou, entonces secretario general de los populares gallegos y al que responsabilizan de la caída de Cuiña. La sangre no llegó al río, pero la imagen de división del PP gallego lastra su paso por las urnas.

En junio de 2005, Fraga pierde las elecciones y el PP gallego convoca un congreso para elegir líder. La carrera arranca con cuatro aspirantes: Alberto Núñez Feijóo, José Manuel Barreiro, el ex conselleiro de Pesca Enrique López Veiga y el propio José Cuiña, que volvió a intentarlo, pero sin éxito. Ante la falta de opciones, López Veiga y Cuiña se retiraron, y la batalla precongresual (recogida de avales para presentar candidatura) se libró entre los dos ex vicepresidentes. Feijóo logró el 85% de los avales e integró en su proyecto a José Manuel Barreiro, ahora portavoz del PP en el Senado. Feijóo recuperó la Xunta en 2009 para el PP.