Como vengan de verdad los hombres de negro, se van a enterar ustedes de lo que es un ajuste de cuentas, dijo no hace mucho el ministro de Economía Luis de Guindos para justificar los rejonazos asestados por el Gobierno a la cartera de los españoles. Muchos pensamos que se trataba de una metáfora, pero que va. La verdad es que los guardias de la crisis visten efectivamente de negro, a la manera de cierto famoso cobrador de morosos que suele asediar a sus víctimas ataviado con frac y maletín en mano.

No hay más que ver las fotos de los tres tenores enviados estos días por la Comisión Europea, el BCE y el FMI a Grecia y Portugal para supervisar las cuentas de los países ya intervenidos por la troika.

El trío viste de riguroso luto, como corresponde a la situación más bien funesta de las naciones a las que giran visita para recomendarles a sus ciudadanos que trabajen más, cobren menos y no le hagan ascos al despido. Incluso uno de ellos, el representante del FMI, Abbe Selassie, es negro propiamente dicho. En esto, como en tantas otras cosas, la realidad rinde tributo al cine.

La imagen de los hombres de negro parece inspirada por la película Men In Black en la que los actores Will Smith y Tommy Lee Jones encarnaban a los personajes de una organización secreta dedicada a combatir ocultamente la presencia de extraterrestres en la Tierra. Como el propio título indica, se distinguían por ir vestidos de estricto color negro.

Los agentes de luctuosa vestimenta que la troika envía a Grecia, Portugal y acaso muy pronto a España desempeñan un papel mucho menos cinematográfico. Su tarea consiste en vigilar las cuentas de los países ya intervenidos, no vaya a ser que se desvíen de los objetivos que les han fijado la Unión Europea, el BCE y el FMI a cambio de prestarles el dinero necesario para ir pagando las nóminas. Nada parece más apropiado que un traje de funeral como el que calzan los inspectores de la troika para fiscalizar la situación de unos países que las están pasando realmente negras.

Los griegos, por ejemplo, han visto cómo bajaban entre un 40 y un 50% sus ingresos tras los dos sucesivos "rescates" a los que se sometió su país.

A eso hay que sumar aún una brusca bajada de las pensiones, un desempleo galopante, una ruina general del comercio a causa de las subidas de tributos y el empobrecimiento que delata la caída del 14% del PIB griego en los tres últimos años.

No le ha ido mucho mejor a la más aplicada República de Portugal, que a pesar de cumplir al pie de la letra los mandatos de la troika -o precisamente por eso- ha visto como aumentaba el paro al mismo ritmo que se achicaba su Producto Interior Bruto.

Al igual que en el caso de Grecia, el rescate hizo más pobres a los portugueses sin que los sacrificios de la población obrasen, como se esperaba, el prodigio de reducir el déficit del país a los porcentajes ordenados por sus rescatadores.

Con tales precedentes, estremece la sola idea de que España puede ser el siguiente país al que le echen al cuello el dudoso salvavidas del rescate; pero lo cierto es que el ministro De Guindos ya ni siquiera "descarta" esa opción. Por si sí o por si no, habrá que prepararse para la llegada de los hombres de negro con su cortejo de luto económico. La troika, que es concepto de origen soviético, no perdona.

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